lunes, 29 de abril de 2013

ELENA TAMARGO





Habanera Yo



Soy otra vez muchacha en el invierno
y nadie me regala una gardenia.
Pero el regreso de mis lunas
ahíjo taciturna del fondo de la calle
casi feliz, aletargada
bajo esta piedra roja.
Retozo como un campo florecido
es la herencia adecuada de una mujer despierta
un sueño desprendido del cuerpo que lo ha usado.
Los lirios de Rosita
mis únicos testigos
esperan la lechuza
en el silencio mío del oeste.
Vuelvo en la medianoche de este invierno
acércate a escuchar mi tambor y mi oboe
acércate con riesgo de hechizarme.
Ciudad, ciudad
no mates mi manía de ser bella
de pasearme desnuda y cepillarme el pelo.
Ciudad con pajaritos y cisternas
el probable lugar donde acabó una historia.
Ay, mi ciudad
mi pasto
mi sitio recurrente
a la hora en que duermen las palomas.
Ciudad que has bendecido mis vigilias
arrástrame hacia el mar
sin farolas ni víctimas
con algas en mi pelo
y en tu pelo de sal.





HÉCTOR ROSALES





La demora


  
La demora, enhiesta en su altivez torturante,
cuidadosa perfora,
una a una,
las hojas del instante.

Es como si niños con un control remoto
estuviesen jugándome al desgaste.

Arrollarse en el frío ademán del aire;
comprimirse en la esencia de la angustia
y ver desde muy lejos
—mustia—
la ilusión nacida de feliz pasado.

Buscar ansioso un orificio en la noche
donde se pueda ver el sol del mañana.
Aquietar el estertor en esa mirada
que no está aquí, pero me ve
escapando de recuerdos indelebles
que se apoderaron de mi habitación.

Rara es la lucha de los núbiles deseos
que resbalan la prisa y caen,
golpeándose en la demora desesperante
que perfora desde siempre,
una a una,
las hojas del instante.

SERGIO GARCÍA ZAMORA





Horror, plenitud

  
Ahora que han vuelto las abejas a tu boca
Para decir lo dulce, lo intocado,
Y eres rubio y degustable
Como la sangre del girasol,
Y puede tu juventud justificarlo todo:
La esperanza y el desconcierto
Y hasta la belleza que no te deja ser bello.
Ahora que transcurre la cuaresma
Y caen las hojas vinosas,
Y sobre las hojas un muchacho,
Y sobre el muchacho el asombro,
Y tú que has visto su cara
Roja también como las hojas,
Agradeces el agua, el aire y la amistad
Y la maña impostergable de mañana.
Ahora que temes dormir
En la misma posición de su caída
Y andas la noche para negar su rostro,
Pero su rostro sobrevive a la noche
Y ya es el alba donde amanece siempre.
Ahora que hablarías de la plenitud,
Como se habla de un campo de girasoles,
Si no fuera porque hay en tu ojo
La quebradura de una estrella,
Si no fuera por la elegancia del silencio
Que es tu común frivolidad,
Si no fuera porque eres culpable
Del alma que te escucha.
Ahora que debes amar o no amar nunca,
Comienza ya sin temor
La sonora catedral de tus abejas
Y la fiesta de los días,
Y respira vasto como el mar para los tuyos
O como el viento lustral de la cuaresma,
Y pon tu palabra
Como una gota de miel en sus pupilas,
Aunque el desconcierto sea
Esas hojas que parecen no tocar jamás la tierra
Pero que al fin caen
Sobre el cuerpo descubierto del suicida.

ANA MIRAVALLES






Rosana:



- “Treinta y siete vestiditos traje
hechos por mi abuela
cuando vine de Italia
y mi mamá también. Aquí
me mandó a aprender
a bordar a máquina
me compraba
cosas para bordar
me sentaba
dos horas por día, eso
tenía que aprender yo.
Y en la Lanera arreglaba
las telas que salen
del telar con fallas
con una aguja
de acuerdo
a la trama,
la tela
la vas tirando,
una persona
marca
qué tipo de falla
por ejemplo,
un hilo más grueso,
tenés que cambiarlo
todo, a veces,
de punta a punta,
sesenta metros.
...
Aprendí a coser cuando tenía
los chicos chicos
con pedazos buenos les hacía
pantaloncitos,
enteritos
con una revista,
con los moldes pero,
porque,
por necesidad,
viste,
aprendés a coser,
no porque mi mamá me mandara
o porque a mí me gustaba,
porque no ....
los chicos me dan
las medias, ahora,
las miro,
las dejo,
las pongo en una bolsita
para que no se me pierdan
Un día digo: - ‘bueno,
hoy agarro la aguja’;
me siento
y llueve,
es matemático.”


De la serie “Conversaciones”


NATALIA LITVINOVA




  
Los ojos


En realidad los días no pasan. Nadie envejece.
Los ojos, sirvientes de otro cielo, trazan arrugas en los rostros.
Empañan los espejos. Le dan peso a las piedras.
Quizás los días no pasan. Las hojas no se queman.
No marchitan los jardines. Los pájaros no abandonan
continentes.
Son los ojos. Visten diminutas muertes.
Sin que nadie vea.

 De "Grieta"

FRANCISCO HERNÁNDEZ





53


¿Dónde se guarda el equilibrio?
¿En un baúl donde todo lo que brilla es oro?
¿En un frasco de tinta donde, al menor contacto,
surgirá derrames?
¿O dentro de un cuarto asfixiante
donde coinciden pesadillas con duración de siglos?
No lo sé. Yo nací desequilibrado
y caminar apoyándome en los muros o en los árboles
es parte de mi naturaleza.
Para encontrar el equilibrio bebo mis orines,
mis oscuros orines añejados.

De “Una isla de breves ausencias”