miércoles, 16 de mayo de 2018


SHAMSUDDIN HAFIZ





La estación de la rosa



Llega la estación, que alienta gozos
De rosados vestidos ataviada;
Dejad que el júbilo borre el dolor,
Al sonriente huésped aclamad.
La vejez nos hace mejorar
La primavera con vino y amor.

Para los deseos del corazón
Cuán pocos hay generosos.
Las horas que imparten dicha
Pasan girando deprisa:
Entonces, por el vino que atesoro
Venderé mi alfombra de oración.

Dulce es la brisa de primavera,
Pero aún tendría más dulzura
Si la bella, su grata frescura
Con elegancia compartiera.
Alegrados por su jovial presencia
Pasaríamos la copa con más donosura.

Suave es la lira de temblorosas cuerdas
Que sofoca la rabia del destino;
La suerte sobre el meritorio niño
Arroja el manto de la tristeza:
Dejad, pues, que el grito de pena
Se ahogue en melódicos ríos.

Con ardiente y pasional ansia
Nace la sonrojada rosa;
¿Malgastaremos el vino como el agua
Que se precipita cuando brota?
Palpita en nuestro seno, ahora,
El ansia de amor y de esperanza.

Oh Hafiz, tu deliciosa canción
Que vuela sobre las alas del viento
Según nuestros poetas es parejo
A los cánticos del ruiseñor;
No es extraño que la música
En la estación de la rosa fluya.


De "El despertar del amor"

Versión de Carmen Liaño


CONCHA URQUIZA



  

Una mujer aureolada por sus cabellos



Tu rostro en tu cabellera
es el faisán en el nido;
Eros en la red ligera
de la sonrisa primera
detenido.

Es de Astartea el rostro aciago
sobre sus muslos de oro,
espantable fruto ¡Y mago!
entre las ramas de un vago
sicomoro.

Es luna en las arboledas
y chispa sobre la fragua
y es, con su temblor de sedas
un puñado de monedas
en el agua.

Café París


2 de mayo de 1936


PERE QUART





El amor del hombre



Existe la lujuria sucia y poderosa
-e intermitente como las campanas-
que nos encadena y arrastra a ratos
desde la raíz del gran deseo -clavada
en el centro geométrico de la carne-
secretamente atado a las potencias
de lo que es nuestra alma
-llamada así para entendernos-,
la cual lo atiza, lo dirige, lo exalta;
y pone en juego, dispara,
desenfrenadamente ,
todos los humores viscosos,
toda la ponzoña de la concupiscencia.

Promete, ¡y promete tanto!, cada nueva vez.

Expelimos en tumulto una profunda fuerza.
Virtud atesorada en el silencio
y la ignorancia de los sistemas íntimos.

Al buen tuntún nos revolcamos,
jadeantes, babeantes,
imperiosos como césares,
perfectos robots de la lascivia,
sobre el campo y pretexto de tanta furia,
¡la mujer!
ánfora blanda de la voluptuosidad.

Niños frenéticos, perseguimos el goce
y lloramos de rabia si nos detienen
en la carrera.
Carrera que nos llevará a la triste,
vergonzosa inercia
y desencantada paz;
al fin fuente agotada
en la amargura.

No sé el porqué -¿quién lo sabe?- de esa agrura de boca,
de ese residuo mixto
de asco y derrota.
¿Por qué, si es la naturaleza purísima
de la propia bestia,
la ley enorme de la vida,
quien nos mueve cual el viento a las semillas?

¡Humildad, hermanos! Desengañémonos.
Por lo visto, así es el amor del hombre,
y todos somos hijos de lúbricos ejercicios.
No hagamos aspavientos, y disfracémoslos,
por dignidad meramente burguesa,
con delicados motivos humanitarios,
y con la literatura de los trémulos juramentos;
y, sobre todo, con mutuas ternuras
de corazón a corazón.

Pues, de hecho, estas costumbres
son milenarias.


De "Vacaciones pagadas"

Versión de José Batlló


WENDY GUERRA





Promenade por mi museo personal



Cuando abandono, cuando parto, cuando dejo me dejo ir a mi misma
para siempre
un trozo de mi pelo queda sujeto al pasado
prendido en los alambres de un campo minado
me aíslo y me castigo
sangre en los espejos trenza de pesadillas y misterios violentos, violados.
cristales que me hacen huir desesperada, clavando en mis pies el daño
para siempre
un hombre me asecha entre sus gritos mientras pido de rodillas el
plano del hogar
perdido
enclaustrado en nombres que voy reconociendo
azul de metileno, pueblos de naranja, purga y dolor de los dolores
cuál fue el hogar primero de los golpes, hubo un hogar, hubo un reposo
para este pavor profundo
cuando abandono quedan gavetas con arena
polvillo de mariposa vencida sobre la cama
oro sobre mis manos
vacío entre mis ojos
de parihuela en parihuela intentando llegar a ningún lado
fiebre sobre el cuerpo de una reina que va a ser cremada porque expuesta
causa pena.


ESTHER DE CACERES





Recuerdo de violetas



Yo estoy dentro de un Mar donde los cantos viven
en tiniebla extasiados...
Llegan, me tocan, vagan
con alguna hoja náufraga
por otoños del Mar suavemente llevada
y juntos reposamos
sobre el gran sueño lento de las algas.

No recuerdo la orilla
de adiós y muerte y luces apagadas...
Sólo recuerdo el Aire separando
con sus secretos dedos
mis dolientes cabellos extraviados
cuando cruzábamos
el Aire y yo
-aire y cabellos vivos derramados-
por la gran Primavera
de ardientes vientos arduos;
cuando nos acercábamos
a una columna erguida,
con hiedra, con saetas,
con ser encadenado,
entre las casas muertas
en un día de violetas
sobre cara en dolor y párpados cerrados.

Todos los soñolientos seres del Mar se acercan
con apacibles manos a mis hambrientas manos.
Si levanto los párpados
veo el sueño de violetas:
Entre tú y yo se miran desde el Aire
asomadas al Agua
como un cielo cercano
sobre el gran Mar de Amor transfigurado.


JOSÉ IGLESIAS DE LA CASA





Idilio IV - Delirios de la desconfianza



Osé y temí; y en este desvarío
por la alta frente de un escollo pardo
del precipicio donde no me guardo
sigo la senda, preso el albedrío
con pie dudoso y tardo.
Nuevo ardor me arrebata el pensamiento;
discurro por el yermo con pie errante;
la actividad de un fuego penetrante;
ni la inquietud que en mi interior sïento,
huyen de mí un instante;
por el hondo distrito y dilatado
del corazón en fuego enardecido
se explayó el gran raudal de mi gemido
y la dulce memoria de mi amado
hundió en eterno olvido.
Soy ruinas toda, y toda soy destrozos,
escándalo funesto y escarmiento
a los tristes amantes, que sin tiento
levantaron de lágrimas sus gozos,
gozos de inútil viento.
Los que en la primavera de sus días
temieron el desdén de sus amores,
envidien el tesón de mis dolores,
y fuego aprendan de las ansias mías
los finos amadores.