lunes, 9 de noviembre de 2015


KOBAYASHI ISSA




Echar arroz también
Es un pecado:
Las gallinas se pelean entre ellas.


De primavera


MARCELO DANIEL FERRER







Inesperadamente, en un oasis luego del placer,
Me preguntaste sobre lo importante:
Esa impredecible forma en que alguien
Trasciende las sensaciones del cuerpo,
Y con la pureza que tiene lo bello,
Enciende en nosotros un fuego.

A veces quedo sin palabras
Y parecen eternos mis silencios.

Hace tiempo, cuando sólo eras un presentimiento
Y nada más podía vislumbrar en letras tus pensamientos.
Mucho, pero mucho antes
De que empaparas mi alma con lo que ahora siento,
Me hiciste la misma pregunta que respondí,
Como ahora, con un silencio.

¿Cómo explicarte un sentimiento?

Hay sensaciones que enmudecen los labios
Y estallan dentro con la fuerza
De una revelación que nos invade el cuerpo.

Nacen donde tú dices,
En lo profundo del corazón.
Y son simples y nobles sentimientos
Que escapan de todo entendimiento.

Ahora, al caer la tarde, te pienso.
Te renuevo en mi mente
Con la piadosa aspiración de volver a tenerte.
Encontré la respuesta que antes remplazó el silencio.

No hay una división entre mi cuerpo
Y lo que tú has puesto en mi corazón.
Es imposible separar tus labios
Y mis labios del beso que desde
Lo profundo de mi ser te doy.
Desearte desde los impulsos incontenibles
Que nacen en el instinto del hombre que soy,
Es también desearte con la pureza que ahí puso Dios.
¿Cómo podría separarte en cuerpo y en alma,
O entregarte mi cuerpo y no darte mi alma
Sin dejar de ser lo que por ti soy?

Todo tiene una explicación,
Hasta este sentimiento que nació
El día que tu cuerpo se apareció.

Tan seguro de esto que te digo estoy,
Que cuando el tiempo pase dejando sus marcas
En la piel y en los huesos de nosotros dos,
Te seguiré queriendo
Con la misma firmeza que te quiero hoy.

La respuesta es simple:
Es amor... amor.



MARILINA RÉBORA





Ansiedad


Ansia de estar un día en un puente de mando,
Recibir en el rostro el castigo del viento;
Sin ninguna arribada, por siempre navegando,
Sin dudas ni temores, cansancio o desaliento.

Y no saber siquiera en qué forma, ni cuándo,
Ha de concluir el viaje -en milagro de cuento-;
Ni cuándo retornar a este mi lecho blando,
Ni a la antigua ventana, ni al dorado aposento.

Acres de sal los labios, ruda racha en la frente,
Perdido el horizonte, sin destino la nave,
Sin nada que la guíe, sin nadie que la oriente,

Mecida por las olas, columpiada en la cresta,
Apenas sobre el mástil las alas de algún ave;
Sólo el rumor del mar, y Dios como respuesta.




JULIO FLÓREZ ROA




La gran tristeza



Una inmensa agua gris, inmóvil, muerta,
Sobre un lúgubre páramo tendida;
A trechos, de algas lívidas cubierta;
Ni un árbol, ni una flor, todo sin vida,
¡Todo sin alma en la extensión desierta!
Un punto blanco sobre el agua muda,
Sobre aquella agua de esplendor desnuda,
Se ve brillar en el confín lejano:
Es una garza inconsolable, viuda,
Que emerge como un lirio del pantano.
Entre aquella agua, y en lo más distante,
¿Esa ave taciturna en qué medita?
¡No ha sacudido el ala un solo instante,
Y allí parece un vivo interrogante
Que interroga a la bóveda infinita!
Ave triste, responde: Alguna tarde
En que rasgabas el azul de enero
Con tu amante feliz, haciendo alarde
De tu blancura, ¿el cazador cobarde
Hirió de muerte al dulce compañero?
¿O fue que al pie del saucedal frondoso,
Donde con él soñabas y dormías,
Al recio empuje de huracán furioso,
Rodó en las sombras el alado esposo
Sobre las secas hojarascas frías?
¿O fue que huyó el ingrato, abandonando
Nido y amor, por otras compañeras,
Y tú, cansada de buscarlo, amando
Como siempre, lo esperas sollozando,
O perdida la fe... ya no lo esperas?
Dime: ¿Bajo la nada de los cielos,
Alguna noche la tormenta impía
Cayó sobre el juncal, y entre los velos
De la niebla, sin vida tus polluelos
Flotaron sobre el agua... al otro día?
¿Por qué ocultas ahora la cabeza
En el rincón del ala entumecida?
¡Oh, cuán solos estamos! Ve, ya empieza
A anochecer: ¡Qué igual es nuestra vida!...
¡Nuestra desolación! ¡Nuestra tristeza!
¿Por qué callas? La tarde expira, llueve,
Y la lluvia tenaz deslustra y moja
Tu acolchado plumón de raso y nieve.
¡Huérfano soy!...
¡La garza no se mueve...
Y el sol ha muerto entre su fragua roja!



DAMSI FIGUEROA




La piedra



Yo sé por qué te duele
atraer con furia la piedra hasta los dientes
y arrojarla después como si nada
a la danza magnética
donde acaba el milagro

Con el tiempo te haz vuelto ciega
encandiláronte los verbos
la incandescencia de los verbos dolorosos
Te aniquilaron las alimañas palabreras
el susurro esquizofrénico de la naturaleza del hombre
Yo sé
que tu lamento no cesará jamás
porque tu hambre es mi hambre
y ese pan se hizo carne
se hizo fuego imposible de llevarse a la boca.


(a Alejandra Pizarnik)..........



FRANCISCO ÁLVAREZ



  
En mis rodillas



Sentada en mis rodillas y a mi cuello abrazada,
se ha detenido el tiempo, la palabra dormita,
el pensamiento inmóvil no se ocupa de nada,
e ignoran los oídos a quien murmura o grita.

Qué lejanas las sombras que las nubes proyectan,
y las dudas qué absurdas y qué insignificantes,
que aún estando en el fondo del alma, no la infectan,
y aún hiriendo sus teclas no suenan discordantes.

Flota la mente ausente en exótico nirvana,
el sentimiento fluye profundo pero lento,
y en la quietud serena ni el sentido se afana,
ni la ansiedad destruye la magia del momento.

La cabeza en el hombro resuelve los dilemas,
evade los conflictos y el horizonte amplía;
susurraré a tu oído uno de mis poemas,
y te amaré esta noche que es joven todavía.