jueves, 8 de octubre de 2015

ALBERTO GIRRI




Primavera de sufies



El océano hablando,
                    en espumas, gotas,
disímiles instante a instante,
pero una sola agua,
                           y las lenguas
de pájaros, flores,
                            el halcón
al relatar sus paseos acompañado
de los cuervos,
                            el ruiseñor, alabanza
infinita de la rosa,
                         la paloma que pregunta
por el camino hacia el amado,
                     y la cigüeña, su piadosa
disposición: "Tuyo es el reino,
tuyas las loas a Dios",
                            y el vocear
de hojas, pétalos,
                                la violeta
en hondos azules, el narciso
de ojos lánguidos, tulipanes,
el enrulado jacinto.

Sí, lo múltiple,
                            en nombre
del que no tiene nombre,
múltiple y uno,
                            el que en eterna
soledad era oculto tesoro,
y procuró que lo conocieran
y creó el mundo.

Sí, nacidos de él
océanos, pájaros, flores,
y para que con lo que dicen
tejamos la tela que nos viste,
bebamos el producto
que destila lo que dicen.


MARCELO DANIEL FERRER




Amor y pubertad



Más allá de la ventana, el trigal...
Con sus nostalgias de pre mocedad.
El viento mece las espigas
Y olas amarillas van y vienen
Con sincronizado desdén.
Las pajosas cabezas de los espantapájaros,
Como puntos de i,
Asoman imperturbables su eterno silencio.
Un metal imita mi queja, preso del molino
Que debe su vitalidad al viento.
Alguien lo puso ahí hace tiempo
Al quitarlo de un yelmo...

La ventana da a un huerto en torno a un sauce
Donde en desveladas noches de reposados aires
Iban mis padres a abanicarse.
Tras el banco bajo el sauce,
El portal que da a la calle.
Hay voces tras la cerca rememorando romance.
Vereda abajo, los matorrales.

De un espantapájaros era amigo;
Y junto a él, pasaba mis horas de niño... abstraído.
Él me conversaba con sus brazos extendidos
Dándome consuelo hasta haberme dormido.
Mi empajado amigo, la tarde de aquel domingo,
Rumbeaba junto a mí por la hondonada de los olivos.

Domingo verde de olivos y mar.
Ojeada fugaz que en un remanso del alma hubo de anidar
Cuando sus ojos de jade dispúseme a mirar.
Y cobró vida la huella tras el portal,
Y calle abajo... cobró vida también el matorral.

Como el molino que ama al viento aunque esmerile su cuerpo,
Amo a la profana del paso procaz,
Que se llevó mi puericia para siempre jamás.

Y de jade fueron los paisajes de mi ventana hacia el trigal...
Y la cerca, a la calle; umbral del cielo al verla llegar.
De pronto era un pez en su colosal mar;
De pronto ahogado en un charco junto al ventanal.
De pronto apabullando los jaramagos del matorral;
De pronto invisible a su dulce mirar.

Niñez frugal que partió de sus labios
Con el rumbo incierto del amor fugaz...
Pero anillado de escamas como un pez de mar,
Sigo preso en su mirada que a veces vuelve... otras, se va.



RAMÓN VALDEZ




El velero blanco



Desde que era niño siempre tuvo el sueño,
Que le dio un barquito hecho de papel,
Y fue desde entonces que quiso ser dueño
Del velero blanco y bogar en él,
No por los paisajes de cielos lejanos
Tampoco por islas de hermoso coral
Él solo soñaba sentarse en su barco
Y por una brisa dejarse llevar.

Al pasar el tiempo se quedó en un sueño
Como tantos sueños, su sueño de mar
Nunca dijo nada, pues siempre temía
Que si alguien sabía se fuera a burlar.
Hoy que ya está viejo, y nadie le ofrece
Por sus pocas fuerzas un trozo de pan,
Agarra la silla, esa que se mece,
Y se va hasta el patio, buscando soñar,
En la vieja silla se siente en el barco,
Cerrando los ojos escucha la mar
Y hasta hay una brisa
Que baja a sus labios
Olas muy pequeñas
Con sabor
A sal.


BLANCA ANDREU




Así, en pretérito pluscuamperfecto y futuro absoluto...



Así, en pretérito pluscuamperfecto y futuro absoluto
voy hablando del trozo de universo que yo era,
de subcutáneas estrellas de sangre
cazadas por el ángel de la anemia
en el cielo arterial,
diciendo leucocitos del alba y rio de linfa,
o bien de lo que quise:
                                        el ligero Mediterráneo,
la prohibición de envejecer,
                                                la gavilla del sueño barbitúrico,
y sobre todo, sobre todas las cosas,
Mozart anfetamínico preámbulo de pájaros,
Mozart en ala y aeropuerto,
arco de violín principe o piloto: Mozart el Músico.


De: "De una niña de provincias que se vino a vivir en un Chagall"



LAUREANO ALBÁN




Nocturno de tu boca



Hay lunas en la sombra
que vienen del silencio.
Lunas de sólo sed
que me celan besándome.
Lunas que el espejismo
de vivir me dejaron
para siempre empapado
de verdades tan húmedas, y tan fieras,
como la antigua sombra
del cuerpo sobre el cuerpo
en los ríos de la gloria.

Ven y dame la luna-profecía de tu boca.
Su humedad tan secreta que la vida la sueña.

Su pulpa bendecida
por todas las campanas del ayer.

Ah, tu boca, lentísima
como el tiempo en las horas
primeras del olvido.
Bajando a las raíces
como buscando lluvias,
subiendo a los dinteles
del día enarbolado
por la mano del día.

Entre todas las lunas
-espejos de las vidas-
las lunas que un instante
de niebla son verdad
porque el beso las finge
para siempre perfectas.

Entre todas las lunas
que en la noche se mecen,
agoreras, voladas
y anunciando su lenta
pasión contra el olvido.

Entre todas las lunas,
yo prefiero y escojo,
aquí junto a los mares
que me ignoran soñándome;
yo prefiero la luna
de espejos infinitos
de tu boca y tu boca
enfrentando la copa
del olvido del mundo.

Que besar es un viejo
ejercicio de asombros,
que heredamos de todas,
tantas fugas vividas...
Y tú besas. Tu boca
besando dice -¡díme!-
la verdad vencedora
de los besos del tiempo.

Hay lunas en la sombra
que vienen del silencio.
Lunas de sólo sed
que me celan besándome.
Lunas que el espejismo
de vivir me dejaron
para siempre empapado
de verdades tan húmedas, y tan fieras,
como la antigua sombra
del cuerpo sobre el cuerpo
en los ríos de la gloria.

Ven y dame la luna-profecía de tu boca.
Su humedad tan secreta que la vida la sueña.

Su pulpa bendecida
por todas las campanas del ayer.

Ah, tu boca, lentísima
como el tiempo en las horas
primeras del olvido.
Bajando a las raíces
como buscando lluvias,
subiendo a los dinteles
del día enarbolado
por la mano del día.

Entre todas las lunas
-espejos de las vidas-
las lunas que un instante
de niebla son verdad
porque el beso las finge
para siempre perfectas.

Entre todas las lunas
que en la noche se mecen,
agoreras, voladas
y anunciando su lenta
pasión contra el olvido.

Entre todas las lunas,
yo prefiero y escojo,
aquí junto a los mares
que me ignoran soñándome;
yo prefiero la luna
de espejos infinitos
de tu boca y tu boca
enfrentando la copa
del olvido del mundo.

Que besar es un viejo
ejercicio de asombros,
que heredamos de todas,
tantas fugas vividas...
Y tú besas. Tu boca
besando dice -¡díme!-
la verdad vencedora
de los besos del tiempo.

LORENZO OLIVAN




Manos



Miras la palma abierta de tus manos.
¿Qué te dicen? ¿Realmente son tuyas?
¿No te interrogan al interrogarlas?
¿No te miran, extrañas, si las miras?
Mueves, mueven, un poco, tus, sus dedos
haciéndote no sabes qué señales,
como si pretendieran desvelar
sobre ti mismo algún oscuro enigma.
Hay en sus huellas más signos escritos
que en los libros del mundo. Te dan vértigo
sus trazos superpuestos, ese afán
por dar perfil a cosas imprecisas.
Qué tormentas calladas, qué relámpagos
quietos, qué seca lluvia, qué raíces
sin flor, qué blandas piedras, qué mirar
sin hondos ojos, qué simas sin simas.
¿Dónde te llevan? ¿Hacia qué lejano
tiempo de qué principio va tu mente?
¿A quién heriste, asesinaste, amaste
en qué otra piel? ¿De quién sois, manos mías?


Puntos de fuga