domingo, 6 de marzo de 2016


LARISSA ORELLANA




I



Mi sombra se pone
a masticar el sueño
donde cayeron explosivos
y me habla de camiones
llevándose criaturas
al matadero.


De: La lluvia del bosque.


LÊDO IVO



  
Los pobres en la central de autobuses




Los pobres viajan, en la central de autobuses
levantan los cuellos como gansos para mirar
los letreros del autobús. Sus miradas
son de quien teme perder alguna cosa:
la valija que guarda un radio de pilas y una chaqueta
que tiene el color del frío en un día sin sueños,
el sandwich de mortadela en el fondo de la bolsa,
el sol del suburbio y polvo más allá de los viaductos.
Entre el rumor de los altoparlantes y el acelerar del autobús
temen perder su propio viaje
oculto en la niebla de los horarios.
Los que dormitan en los asientos despiertan asustados,
aunque las pesadillas sean privilegio
de los que abastecen los oídos y el tedio de los psicoanalistas
en consultorios asépticos como el algodón que tapa la nariz de los muertos.
En las filas los pobres asumen un aire grave
que une temor, impaciencia y sumisión.
¡Qué grotescos los pobres! ¡Y cómo sus olores
incomodan a pesar de la distancia!
No tienen la noción de las conveniencias, no se saben comportarse.
El dedo sucio de nicotina restriega el ojo irritado
que del sueño retuvo apenas la legaña.
Del seno caído y dilatado escurre un hilillo de leche
hacia la pequeña boca habituada al llanto.
En la plataforma van y vienen, corren, aseguran maletas y paquetes,
hacen preguntas inconvenientes en las ventanillas, susurran palabras misteriosas
y contemplan las portadas de las revistas con el aire de espanto
de quien no sabe el camino del salón de la vida.
¿Por qué ese ir y venir? Y esas ropas extravagantes,
esos amarillos de aceite de palmera que duelen a la vista delicada
del viajante obligado a soportar tantos olores incómodos.
¿Y esos rojos contundentes de feria y parque de diversiones?
Los pobres no saben viajar ni vestirse.
Tampoco saben vivir: no tienen noción del bienestar
aunque algunos poseen hasta televisión.
La verdad es que los pobres no saben ni morir.
(Tienen casi siempre una muerte fea y poco elegante).
En cualquier lugar del mundo incomodan,
........ viajeros inoportunos que ocupan nuestros lugares aunque viajemos sentados y
........ ellos de pie.


Traducción: Carmen Gloria Rodríguez y Vania Torres


LETICIA CARRERA L.



  
De abajo



Parece que todo se cae,
si miras por debajo del agua: sube.

El sonido del aire
juega con mis pies
y se baila al sonido de las hojarascas.

Camino con trazo,
dos viajeros a mi lado:
ermitaños y forasteros,
saltimbanquis y arlequines,
locos y sabios.

Bajo columnas de cuarzo, raíces,
lugar que la cabeza adora,
cerca de las entrañas,
proteger el corazón
de las ventiscas.

Ellos son los aventureros,
descubridores
del mundo sin enigmas.

Mis pies
silencio que mueve
deseo que se hace.



RENEÉ ACOSTA



  
Historia de la importancia



Toda la memoria de los pastos se imprime
en cada movimiento de los aconteceres

La memoria de los ríos se vuelca sobre las casas
y las hormigas son testigos de mi revelación

Los pulgones son un procedimiento más alto para la
conveniencia de los hechos irrelevantes o
importantes de la mínima existencia

¿Por qué habrían de ser menos importantes las gotas
de lluvia cayendo como hecatombe sobre los hormigueros?
¿por qué habría de ser más importante
mis problemas que sus problemas?
¿por qué habría de ser más importante el movimiento
de los autos que el movimiento de las estrellas?
¿por qué no habría de haber una relación entre todas?

Cae una gota de lluvia enorme sobre el hormiguero.
otra gota redonda cae sobre mi nariz

me quedo callada…



CARMEN INÉS PERDOMO




Naufragio

El mito es la nada que lo es todo
Fernando Pessoa



I

La ausencia es la nada que anida recuerdos,
el mar se abre al pronunciar tu nombre,
agita y enmudece los cantos:
un cuerpo inmóvil
espera tu retorno.


II

Ese cantar de aves transitorias
buscan tu palabra ya muerta
y el hablar de los vientos, marea intensa,
oculta este presente
casi incierto.


III

Mantos de sombra acarician el alba.
A sus pies, el mar espera…


MOISÉS VEGA



  
Cómo te parecías ya de niña
al oro en el desierto
qué breves tus grandes ojos azogados
en la costa del alba

anterior a la lanza del jinete
fuiste un galeón de cuarzos
de peces bajo el árbol de la infancia

por qué tu mano
que algún tiempo fue nardo del deseo
ha venido a dar refugio a los buitres

en qué mares se te hizo rabia el cuerpo


De: Namasaga