viernes, 4 de septiembre de 2020


ALEX FLEITES




Mujer danzando en una pieza de hotel



No va a poder con la mirada
cuando la luz que irradie su figura
haga estallar la oscuridad del cuarto

No va a poder con el arrobo
de quien la mira danzar,
isadora, ante el espejo,
mientras no acierta con el interruptor
que devolverá las prendas a su sitio
y hará del balcón suspendido sobre el puerto
un pasadizo directo hacia la noche

No va a resistir esa mirada
que descubre acordes a las manos
para que recorran el cuerpo
como si de la sabiduría de los dedos
pendiera la magia de su magia

Da el terral en el reloj de la garganta
en el momento en que no hace sino danzar
sobre la piel del hombre,
hasta no ser más
que una muchacha en movimiento,
un pobre pájaro proyectado
en la pared-cinematògrafo

Cae la sábana a sus pies,
y no hay aplausos
A la mañana, el mundo acogerá a dos mortales


CARLOS MASS CANTO




Todavía



Enloqueces con el frío de la mañana.
No enciendes la radio:
eres demasiado joven para eso. 
En cambio, el corazón,
ruinoso y laborable, asciende
hasta la puerta de tu otro costado.
Jamás habrá de persuadirte del trato
que tienes en la vida doméstica
con una raza de acontecimientos
inútilmente sorprendidos:
la acumulación de pelo
de gato desvaneciendo
la identidad del piso, la prolija
vanidad de los zapatos
soportando una vejación mitológica
(pero todavía fuerte), el desahogo
sentimental de la luz y su reflejo saturnino, las ventanas
deseando otro paisaje y otro azul
(pero menos bucólico), la casa
y sus necios parajes interiores
plegados a una edad que no afirmas
(no, todavía no).



PEDRO LUIS MENÉNDEZ




VI



Enhiesta trinidad/ fiera mordaza/
venían de las zarzas los infantes desnudos/
acudían sin sombra de rencor/
eran tiernos/
La voz de la blasfemia les rozaba la nuca
temblorosa/
eran tiernos/
Al compás prodigioso de la esencia mudable
se asombraban de un alba del estío y/
a un paso/
de la noche de nieve/
pero aún se arropaban muellemente en las hondas
ensenadas del sueño/
muellemente en las ondas/
sin gritar el espasmo de la boca que arde/
luna a luna/
en silencio/
Por su fe de agonías enormes y distantes
eran reconocidos en los puertos lejanos/
La voz de la avaricia les rozaba los ojos
con un duelo de nácar
por el brillo perdido/
¡eh, grom!
en la espalda de la tierra del frío/
¡eh, grom! sobre el hombro
con un fardo y un mundo de destello azules/
¡eh, grom! eran tiernos
y acudían sin sombra los infantes ardidos/
por su fe/
desde el fuego de la mar y del viento
al compás prodigioso de la esencia constante/
de la esencia constante/


CARLOS CAÑAS




En la oficina



Hay un ángel perdido en mi camisa.
¿De qué color será? ¿Blanco, gris, negro o rojo?

No. No sé cuál es su color,
pero daría lo bueno que en mi alma existe
para averiguar el color de mi ángel.

¿Blanco, gris, negro o rojo?
¿Cuál será su color?

Una nube pasa, ya lluvia,
por la ventana.

El tiempo, ahora, es gris:
gris enmarcado, duro y frío.

Luego, una voz me cae en los oídos
y me pregunta: ¿De qué color es tu ángel?
¡Mi ángel! ¡Ah, mi ángel!
No. No sé su color,
pero seguro estoy
de que un color tiene que tener.

No puedo aclarar nada.
El tiempo es gris y estoy en la oficina,
donde una sombra viene y me dice:
“Joven, ¿ya salió mi solicitud?”.

El misterio entonces se pierde
y ya no puedo pensar en el color.

¡Cómo llueve!
El tiempo es gris y pesado.
El tiempo es sordo y ciego, por dentro y por fuera.

Luego, otra palabra:
es la del jefe de la oficina, que me dice:
“¡Despierte, joven, despierte!”

Vaya, ¡qué fastidio!
Bueno, el tiempo es largo.
Y el color de mi ángel
lo tengo que saber,
en mi mañana del mañana,
siempre en hoy.

Adiós misterio, hasta pronto.
Y que tu cita, tanto para ti como para mí,
sea de fuego por siempre.

¡Ah, qué dolor el mío!
¡Ángel incoloro,
el no saberte me está doliendo!


IRMA LANZAS




Juan Bobo



Este era Juan Bobo
cabeza de nuez
canillas de trapo
y ojos al revés,
risa de pepeto,
nariz de pichel,
pelo de mazorca,
cuerpo de tonel.

Vivía en el pueblo
de Zonda Maronda,
le gustaba mucho
jugar a la ronda,
se pasaba el día
junto a la cocina
en busca de alguna
buena golosina.

Una vez Juan Bobo,
en noche de luna,
vio un bombón de leche
sobre la laguna,
¡ah!, y antes que otro
lo pudiera ver,
su precioso hallazgo
quiso ir a coger.

Y este era Juan Bobo
que en una laguna
se fue porque quiso
comerse la luna.



SOMA*




Mi diminuto mundo



El mundo es un disparo.
El mundo es una caja de música sin cuerda,
un juguete sin baterías.

Todo es oscuridad,
pero nada más oscuro
que el presentimiento de lo terrible,
la silueta atrás, el aliento
repleto de abejas envenenadas.

La noche es lenta,
pero nada es más lento
que yo intentando levantarme.
Pronto, desisto.
El camino hacia la ventana
es demasiado largo.

La oscuridad tiene hambre.
Me saborea. Es una lengua el frío.
Esta noche ya no es posible
la primavera ni el verano.

No florece la vida
sobre la tierra muerta.



Seudónimo de Laura Elena Vega