martes, 29 de mayo de 2018


CARMEN GONZÁLEZ HUGUET




5.



Siembre tu corazón en labio ajeno,
aire que hiera el surco de mi oído;
y en él siembre su pecho estremecido
la palabra dolida y su veneno.

Siembre la luz ardiente el labio pleno
en quieta frente, en pensamiento herido.
Derrota ausencia, desamor, olvido,
la voz donde a vivir yo te condeno.

Desordena mi cielo, mi mañana,
mi vida entera mueve y equivoca
con la corriente que en tu labio mana.

Que me asesina el vino de tu boca
esta escasa cordura, cruel tirana.
Alóquemela, amor, su sal, aloca.


De: "Ausencia"

ALLEN GINSBERG





A un viejo poeta en el Perú



Porque nos encontramos en el atardecer
Bajo la sombra del reloj de la estación
Mientras mi sombra estaba muriendo en Lima
Y tu fantasma estaba muriendo en Lima
      Vieja cara necesitando afeitarse
Y mi barba joven saltando
      Magnífica como el pelo muerto
      En las arenas del Chancay
Porque yo pensé erróneamente que estabas melancólico
Saludando tus 60 años de alto
      que huelen a muerte
      de arañas en el pavimento
Y saludaste a mis ojos
      con tu voz aflautada
Erróneamente pensando que yo era genial
      para un joven
(mi rock and roll es el movimiento de un ángel
      volando en la ciudad moderna)
(tu agitación Oscura es el movimiento
de un serafín que ha perdido las alas)
Beso tu mejilla gorda (una vez mañana
Bajo el estupendo reloj del Desaguadero)
Antes que yo vaya a mi muerte en un accidente de avión
      en Norte América (mucho tiempo atrás)
Y tú vayas a tu ataque al Corazón en una indiferente
      calle de Sud América)
Ambos rodeados por comunistas chillando
      con flores en el culo
tú mucho antes que yo
o sólo en una larga noche en un cuarto
      del viejo hotel del mundo
      observando una puerta negra
      rodeada de pajaritas de papel.


Versión de Marcelo Covian


IRENE SÁNCHEZ CARRÓN




  
Amanecer



Mientras duermes te miro.

Me recuerdas
el frío de las fuentes en los labios,
el prado debajo de la espalda,
la indescifrable danza de las nubes,
el dulce sabor de diminutos dedos en la masa,
la tierra en las uñas,
los pies mojados en los charcos,
los bolsillos repletos.

Contigo junto a mí
los días recobran la suave textura de la cera
y repiten mil veces el amanecer.

Contigo junto a mí
veo pasar de largo la tristeza.


De: "Escenas principales de un actor secundario"



JOSÉ MANUEL CABALLERO




  
Carnal fuego amoroso



Amor, primera forma de vivir, escucha:
¿eres tú la tristeza que enciende mi destino,
o acaso sólo existes desde un ser que sonríe
mientras tiemblan sus ojos esperando en los míos remansarse?

Yo no sé si te tuve, ¡oh amor! , dulce manera de luchar,
no sé siquiera si alguna vez
tus vigentes, iniciadas, estremecidas manos
tejieron en mi piel su táctil alegría.

Un día -lo recuerdo lo mismo
que si ahora en mi pecho me llegara el instante-,
creyó mi corazón que tú lo restañabas,
que tú te debatías dentro ya de mi cuerpo,
doblándome la carne, derrotándola en dichas,
contra la humana tierra de un país hermosísimo.
Pero escúchame, amor, carnal fuego armonioso,
escúchame no quieto, no tendido a mis plantas,
sino allí donde reinas, donde en vuelo dominas,
¿ eras tú quien entonces refulgía en mi boca
desde otro ser que, amante, me centraba en el gozo?

Oh, no, no, tú no puedes oírme, tú no puedes hablarme,
porque aquello que el hombre más quisiera saber
responde siempre mudo dentro de su belleza.
Pero yo sí respiro los aires que tú sorbes;
sé que eres un pájaro que entre nubes desciende
hasta el lumbror premioso de los trinos,
o tal vez esta rosa familiar, llameante,
que derrama en sus pétalos tanta gloria de savias.
Estás allí, lo sé, bajo la tarde núbil,
bajo la noche y la mañana que por ti, brilladoras, renacen,
en los vientos que marchan y regresan un día
trayendo el mismo aroma virginal de las cumbres.
Y aquí, sobre esta humana vocación de ser piedra,
también es tu presencia la que late,
también es tu ternura, tu flagrante dominio,
el que enflora de vida los pechos que te ignoran.
Tú eres la luz de un paraíso donde el dolor se acuña
al gozo de unos cuerpos que, ávidos, se estrechan,
que, temblando, se aman bajo copiosos árboles
en cuya fronda un trino se extasía,
s0bre la hierba ,dulce abatida por un peso de dioses.

Oh amor, carnal fuego armoni0so, escucha:
escúchame la voz que por ti besa,
remózame las manos que acarician teniéndote ceñido,
abrígate en mi pecho donde tú palpitando me sostienes,
dame siempre tu forma, amor, tu celeste materia iluminada,
esa embriaguez con la que un cuerpo dentro de otro agoniza
por hundir en lo eterno la identidad humana.


AUDOMARO ERNESTO





Sitio



La lluvia encierra los pasos
les borra el camino
Hoy no hay dónde dejar la mirada
ninguna ventana para estar pendiente
y ningún sueño que espere
con las puertas abiertas
Aquí la única libertad es el encierro



ÁLVARO SOLÍS





Distancia 

Fuimos bajando hasta el fondo
por las calles del puerto. La noche
remaba en el abismo de los ojos.
Jorge Fernández Granados



Habíamos encontrado muchas luces en la selva,
pero perdimos el camino de regreso a casa.
Oscuridad por todas partes, sólo luces ululantes, voladoras,
algunas encerradas en nuestros frascos de mayonesa.

La noche se fue cerrando sobre nosotros
ocultándonos unos de otros. Las luces atrapadas languidecieron,
avanzada la noche nuestra casa estaba más lejos cada vez que respirábamos.
Parados en medio de la selva oscura, dijera el florentino,
esperábamos el amanecer que estaba a diez horas de distancia,
y la selva rujia mientras tanto,
y quebradizos aleteos de lechuzas coronaban nuestro miedo.
-No se alejen demasiado, advirtió mi padre,
pero seguimos nuestra vocación de nunca hacerle caso.
No había camino de vuelta, estábamos ahí para noche,
sus negras raíces fecundaban la tierra.

¿Cómo pudo la luz emboscarnos en la nada?
Habíamos encontrado muchas luces en la selva,
pero perdimos el camino de regreso a casa.