viernes, 13 de noviembre de 2015


EUNICE ODIO




Poema octavo (Mi Amado)



I

Pregunté a las mujeres del campo
por el Hombre;

Pregunté a la mujer
cuya insepulta frente deteníase
al cabo de su niño infecundo
y sollozaba.

-Mujer
has visto tú a mi Amado,

Has visto al huésped mío,
al camarada hermoso?

Su carne que el verano
golpea de amapolas,

Su nariz de poniente,

Y el pecho de oro náufrago
como los litorales.

¿Lo conoces?

Puede pasar de pronto
con la piel soñolienta
y alegres las axilas retumbantes
y frescas.

Oh,
el camarada hermoso
con los talones ágiles
y pálido el peinado candoroso,

Saturada de clima nocturno
su garganta,

Y la mano en que estalla la angustia
como el mar.

¿Lo reconoces
reposando al borde de mis inmediaciones
como torrente de islas y pájaros cautivos?



II

Yo lo busco.

Él es mi Camarada;

Junto a su mano dejan
su olor las golondrinas

Y una ola de mineral oculto
lo recorre.

Queréis hallarlo conmigo

¡Oh, mujeres de vientre madurado
en cuya piel antigua desfallece el tiempo del desnudo
y se hace honda en la frente
la señal de parir
y sollozar!
¡Oh, doncellas alegres
en cuya boca estalla el primer ruiseñor
y el agua masculina
es recogida en cauce estremecido!

¡Oh, niños de marfil y nácar fugitivo
por cuyo salto de jazmín
resbalan las mañanas escolares!

Busco a mi Camarada
y por su origen inocente
avanzo
sin saberlo;
y me detengo.
Buscadlo cuando el trueno,
cuando las manos de Dios vienen rodando
como suaves árboles enfurecidos,

Por entre los sepulcros invasores,

Entre semanas llenas de ovejas
y enramadas.

Queréis buscarlo conmigo,
y exaltarlo,
A Él, al Hombre,

Al que camina en parte
con mi alma,

Al del muslo entornado
cuya daga sumergida en la noche
ya no tiembla en el aire,
ni secará en su diestra
cortada a pico
y sola con el miedo.

Y al otro,
desamado sollozo de mi frente
que apenas tiene un trozo de hierba
para posar su oído
y es señor de arboledas y ciudades.

Al Hombre, al Camarada.

Bendito sea su vientre
que comparto en el seno de mi madre

Queréis buscarlo
y exaltarlo conmigo,

Al Amado del día transitorio
cuya angustia se detiene
en mis pechos como el mar.

Queréis que vaya y me ofrezca en sus manos
como semilla de éxtasis,

Que le lleve mi cuerpo
reclinado entre palomas,

Y que llene su boca
de sol y mediodía

Oh niños,

Oh doncellas alegres,

Oh mujeres de vientre madurado,

Glorificadlo
y exaltadlo conmigo.

Hasta que nuestras bocas sagradas
se detengan

Así sea.


ALBERTO GIRRI




Pascal



Casi ninguna verdad,
el vacío
para sentirte seguro
contra la historia,
apóstata
por aconsejar la inconstancia,
la fatiga extrema,
la tempestad,
aunque los hombres no las amen,
por juzgarnos míseros
y tener tan alta idea de ti
que no quieres
compartir nuestras debilidades,
por ser tú mismo endeble
y admirar las moscas,
extrañas potencias
que ganan todas las batallas,
perturban el alma,
y devoran el resto,
por sustraerte al destino común
asomándote al abismo,
tu abismo, a tu izquierda,
y orar con un largo grito de terror,
por cerrarte a la caridad
mientras velas, implacable,
y exiges
que en esa Agonía
que durará hasta el fin del mundo
nadie se duerma,
por haberte ofrecido a Dios
tras anunciar que en todas partes
la naturaleza señala a un Dios perdido.

Casi ninguna verdad,
el vacío
y el morir solos
debajo de un poco de tierra.
Tuviste razón,
qué necios son estos discursos.



HUGO GUTIÉRREZ VEGA




Mujer dormida
                                  Nuestras vidas son los ríos...
                                                     Jorge Manrique



Desde aquí veo tu casa
rodeada por el aire
de esta mañana lívida.
Veo tu puerta cerrada
y el balcón entreabierto,
siempre entreabierto
para librarte de los sueños malos.
Me asomo y veo tu cuerpo
entre las sábanas,
siento tu respiración lenta.
Todo está vivo.
La sangre cumple su trabajo
y transcurre sin prisa
por tus sienes
para que tú te duermas.
Miles de vidas siguen
en un solo, prodigioso segundo
de ese tiempo tan diferente al tiempo
que nos manda a la calle
y nos dicta sus leyes,
nos obliga a correr y va pasando
como pasan los ríos.
Siento tu desnudo
creciendo en la cama.
Un cuerpo dormido
nos entrega la paz del mundo.
Me voy sin hacer ruido.
Te dejo en el país
construido por el sueño.
Al irme siento que sonríes.
Los ángeles del otoño,
con un dedo en los labios,
le ordenan a la vida
que no te despierte.



FINA GARCÍA MARRUZ



  
Uno vuelve a subir las escaleras...



Uno vuelve a subir las escaleras
de su casa perdida (ya no llevan
a ningún sitio), alguien nos llama
con una voz querida, familiar.
Pero ya no hace falta contestarle.
La voz sola nos llama, suficiente,
cual si nada pudiera hacerle daño,
en el pasillo inmenso. Una lluvia
que no puede mojarnos, no se cansa
de rodear un día preferido.
Uno toca la puerta de la casa
que le fue deparada a nuestras manos
mortales, como un tímido consuelo.



CARMELINA SOTO




Pretéritas



Hacia atrás en los siglos, mis abuelas tranquilas
amables, amorosas, lejanas y señeras.
Las pardas cabelleras al cuello recogidas.
Las pardas cabelleras...
Mujeres que rindieron sus cabezas maduras
-trigal auri-moreno cuando el otoño llega-.
Alguna va en mi sangre repitiendo su infancia,
rencorosa y callada como una niña ciega.
¿Y de dónde venían? Oh montaña de Antioquia
por ellas abonada para el gusto del trigo.
Por montañas de Antioquia su oración y su canto.
Sus sombras capitales para siempre conmigo.
Suaves niñas lejanas, hacia atrás, mis abuelas.
El cordón de mi sangre gira en sus huecas manos
como inocente lino...
retorcido en la rueca del tiempo.
(Patios hay con claveles y patios hay lejanos
como en las rojas tierras de Castilla).
¡Júbilo de mi sangre!
Mis manos inocentes
jugaron con las flores de sedosa mantilla.
Retrocedo en el tiempo centurias para verlas
por detrás de mis hombros en adorables filas.
Mujeres silenciosas, saudadosas, austeras,
entre linos y espliegos para siempre tranquilas.
Por detrás de mis años, sus ojos de violeta
escrutan mi destino.



CARLOS EDMUNDO DE ORY




Olor de amor



Hueles de una manera diferente.
Amar es una forma de olor. El cuerpo impone
su presencia de aroma que subleva
esa selva, ese bosque
que somos.
No te veo.
No llego a tu contacto. Llegan flores
raras, deshechas, invisibles.
Certidumbre de ti en medio de la noche.

Un salvaje rosal es tu olor. Una
paloma es, y su vuelo recorre
hasta mí el aire. Una
profunda cabellera esparcida en el borde
de mi memoria.

Tu enredado aroma
entre mis dedos algo tuyo esconde.
Hasta mi llegas cada día hecha
olor enmarañado de azucenas y áloes.

Trasminas existencias. Te declaras
realidad amorosa que responde
a mi busca. Llamada
que su contestación en mi recoge.

Rastro exhalado, huella
reconocible, evanescente torre
de olorosa verdad. Humano aroma
de mujer junto al hombre.

Amar es una forma de olor. Llegas
fragante. Llego. Nos acoge
la onda que huele a vida enamorada,
a claveles que en dos bocas se rompen.