lunes, 9 de enero de 2017


PORFIRIO BARBA JACOB


  


Lima



Lima es como un lienzo
lleno de colores
que arrulla mis horas
ayunas de amores...

Todas las mañanas nacía de una ojera,
limpiaba las cúpulas con albo pañuelo,
y se dibujaba un poco azulina
sobre el escarlata límpido del cielo.

A veces lloraba tiernamente ungida
por constelaciones de finos diamantes.
Recogía colores con delicadeza,
y con el del cielo,
plasmaba en hermoso cuadro a la tristeza.

Sus horas pintadas,
galas de donceles,
eran como un bello
trotar de pinceles.

Pero sobre todas las amables horas,
¡oh, sus deliciosas horas pecadoras!
muerte y vida juntas, dentro de un temblor;
azules delirios, fiebres tentadoras,
¡que hacen de la vida la ley del amor!

RAINER MARIA RILKE




Un día tomé entre mis manos...



Un día tomé entre mis manos
tu rostro. Sobre él caía la luna.
El más increíble de los objetos
sumergido bajo el llanto.
Como algo solícito, que existe en silencio,
tenía que durar casi como una cosa.
y con todo nada había en la fría noche
que más infinitamente se me escapara.
Oh, porque desembocamos en estos lugares,
se apresuran hacia la pequeña superficie
todas las ondas de nuestro corazón,
voluptuosidad y desfallecimiento,
y al fin, ¿a quién ofrecemos todo esto?
Ay, al extraño, que nos ha malentendido,
ay, a aquel otro, que nunca hemos encontrado,
a aquellos siervos, que nos han maniatado,
a los vientos de primavera, que se han desvanecido,
ya la quietud, la perdedora.


Versión de Jaime Ferrero Alemparte



VICENTE NÚÑEZ




Razón de amor



Lo que de amor yo supe
lo aprendí desamándote.
Por eso te idolatro
mejor que si te amara.


De: "Ocaso en Poley"



ESTHER GIMENEZ

  


Soneto XVIII  (William Shakespeare)



Apenas te asemejas al verano;
eres dulce y templado en cuanto haces,
por más que el fuerte viento agite Mayo
o el calor del verano se me escape.

A veces el Sol arde demasiado
y otras muchas su oro se oscurece,
pues la belleza acaba declinando
por la Naturaleza o por la Suerte.

Mas tu verano eterno permanece
y nunca perderás tanta hermosura
ni podrá presumir de ensombrecerte

la Muerte si en eternos versos duras.
Mientras hombres respiren y ojos vean
mis letras vivirán y tú con ellas.


  

CÉSAR ANTONIO MOLINA




De la serenidad de las cosas



Cuando nace el sol y es claro, templado, sin nube alguna.
Cuando la luna naciente muestra su luz alrededor
y sus círculos son blancos, amarillos y dorados.
Cuando las estrellas están quietas y muy resplandecientes
y se ven correr, de una parte a otra, exhalaciones.
Cuando el Arco Iris surge de entre la lluvia
y al salir el solo al ponerse relámpagos sin truenos.
Cuando al alba hace frío y el rocío se posa
y el humo asciende por encima de las aguas detenidas y los prados.
Cuando después de alguna borrasca se aparece en la vela
un tenue resplandor y un soplo.
Cuando los halcones están sosegados en las riberas.
Cuando las grullas vuelan en lo alto
y callan sin graznar.
Cuando los milanos juegan los unos con los otros.
Cuando los palomos planean muchas veces
de una a otra parte y cantan.
Cuando los cuervos abren la boca mirando al sol.
Cuando los peces de los ríos y del mar saltan.
Y cuando la televisión se ha terminado
y todas las luces de los patios se apagan y cae la noche
sobre el jardín que se cavó a la sombra
y vuelven las más espesas tinieblas
y mi pensamiento aún no está conmigo,
sino que se demora combatiendo en ultramar
con aquella felina dependienta en la batalla de las esmeraldas.


CINTIO VITIER




Examen del maniqueo



Cuántas veces ha sido humillada tu soberbia:
la soberbia del maniqueo.
Cuántas veces has tenido que beberte las lágrimas de hiel
de no ser puro como un ángel.

¿De qué vale sutilizar los argumentos?
-Sí, has colaborado con todo lo que odias,
con la múltiple, infinita cara del mal.
¿En mínima medida? ¿Sólo por omisión? ¿Sólo para ganar el pan?
Nada puede consolarte.
-Nada: porque mientras menor o más irrechazable haya sido tu
               complicidad,
más esencial es tu miseria,
y mientras creías estar amparando en tu casa a los dioses siempre
               derrotados,
no eras más que un oscuro obrero de la monstruosa construcción.

Y así, cuando llegues a la presencia de tu Señor, no podrás decirle:
fui puro, no pacté, no mezclé mi alma con las tinieblas,
sino tendrás que confesarle: soy
esta mezcla deleznable,
me fue impuesto el insulto de la promiscuidad,
tuve que dar al César lo que es del César
y al cuerpo lo que es del cuerpo,
soy uno más, perdido y manchado, en el rebaño,
-quise salvar la luz, pero no pude.


18 de septiembre de 1961