martes, 5 de julio de 2016


ORIETTA LOZANO




Quiero un viernes...




Quiero un viernes
para morir de olvido.
Un viernes
de silencio
que talle mi muerte.
Quiero un viernes
de luna clara y ancha
para anclar mi cuerpo
sin prisa alguna.
Un viernes frío
que tale el árbol
De mi vida infértil.
Un viernes frío
frío
que hiele
mi cuerpo estéril.
un viernes
de César Vallejo
y voz herida,
de hombre
ebrio de angustia...
Quiero morir un viernes
despacio, despacio
para reírme del día
que se lleva
mi cuerpo herido.
Quiero un viernes frío,
frío
de muerte, frío!

II 

Nosotros
los de abajo
y la sonrisa triste
los de la voz fuerte
y la rabia contenida.
Nosotros
los de las noches
con olor a aguardiente
y mañana de pan duro.
nosotros
los que fundimos la esperanza
en las manos
los que sabemos que la tierra
está preñada de una fértil venganza.
Nosotros
los que nunca tuvimos oportunidad
de nada
arrancamos en un grito
la voz de todos
cada mañana.



ELSA LÓPEZ




Te quiero porque fumas...

                                                           A Paul M. Viejo



Te quiero porque fumas y bebes y blasfemas
y escribes sin cesar por las paredes
o en la estación del tren
o en los bordes urgentes de una alcoba vacía.
Porque le has puesto verbos al dolor que te invade
y aunque lo llames Marta
soy yo quien te acompaña
por esa travesía pesarosa de un nombre.
Y te quiero por todo o casi ya por todo
lo que me das o quitas o me pones.
Y sabes, tú lo sabes, y yo también lo sé,
que formas laberintos para que me distraiga
y me quede dormida cuando llega la tarde.


De: "Quince poemas de amor adolescente"2003:


MARÍA ELENA WALSH



  
El viaje



Sólo quiero tu casa de ternura,
vivir en su calor.
Eres el mar y la orilla segura
porque el único viaje es el amor.

Reconocer tu alma, qué aventura
de mágico sabor.
Allí tendré profundidad y altura
porque el único viaje es el amor.

Besos desconocidos como puertos
esperan bajo un cielo de mirada.
-Lo demás es dolor.

Hoy vuelvo de países que están muertos,
después de un mar que no me dijo nada,
porque el único viaje es el amor.



MIGUEL GONZÁLEZ GERTH




En busca de las calmas ecuatoriales

                               A partir del cuadro Rooms by the Sea
                                                          de Edward Hopper



        Algo que no se ve preocupa
        la elasticidad del pensamiento.
        Las apariciones cotidianas
        han sido totalmente exorcizadas.
        El mar, que parecía al principio
        vacilar, al fin ha entrado
        en las habitaciones y ha dejado
        en lo oscuro un prisma luminoso.
        ¿Habrá —en alguna parte—
        un trampolín fantasma
        del cual tirarse al mar mas acabar
        ahogándose en el cielo?
        ¿O de otra suerte descender
        al fondo del océano
        donde un afán no confesado
        pueda hallar el olvido?

Tantas cosas se escuchan
que nunca fueron dichas.
¡Qué soledad! ¡Qué premio inacabable
de aislamiento que, sin embargo,
no implica privación!
Se puede ver ese silencio.
Merece una respuesta
y esparce visos y reflejos.

        Aquí se encuentra la vacante delatora,
        el axiómetro vacío,
        la oquedad que induce y clama
        con precisión cual un espejo,
        la esencia que resume la sustancia,
        la invertida visión ya corregida
        y por encima de la brújula desviada.

            ¿Podríamos caer en el color
            y disolvernos en mera liquidez?
            ¿Es el espacio el puro y primo
            gobernante del mirar,
            de modo que no hay ímpetu que lleve
            a alguna parte más que allí,
            descubrimiento y predestinación?

Aquellas gentes, sí, las multitudes
aquí ausentes, hoy están tan solas.
Anhelan el misterio capaz de presentar
lo que sería el futuro de un pasado.
Están tan solas y por consiguiente
una puerta se ha dejado abierta
silenciosamente,
a fin de que ellas y nosotros todos
clavemos la mirada en el sonido
y algún día, cansados ya del paredón
del tiempo, zarpemos con el viento hacia la calma.


JOSÉ MARÍA DE HEREDIA




El ánfora



Ha tallado el marfil una mano tan fina
que se miran de colcos los tupidos boscajes,
y Jasón, y los ojos de Medea, salvajes,
y el Toisón, que en el ápice de una estela culmina.

Cerca de ellos se tiende Nilo, fuente divina
de los ríos; y en medio de los verdes follajes
de los pámpanos, ebrias de vid de amplios frondajes,
las Bacantes circundan los altares de encina.

Abajo, el recio choque de los jinetes rudos.
Después, héroes muertos que abrazan los escudos,
y ancianos quejumbrosos y madres plañideras.

Y en fin, en forma de asa que suaviza sus flancos,
y oprimiendo en el borde los duros pechos blancos,
se abrevan en el ánfora sin fondolas quimeras.


Versión de Otto de Greiff



MIGUEL LABORDETA




Desnudo entero



I

Señor
heme aquí despoblado surgiendo entre los pájaros.
Ya ha sonado la hora en las quietas aguas de mi centro
mas yo permanezco abierto a la espesa influencia
de los antiguos soles que manaron los muertos.
Sí. Decidme: ¿para qué nacimos?
¿para qué se hicieron montañas en la luna
y el martirio innoble de los buzos?
La más vieja pregunta asesina mis dedos doloridos
de Palpar en la sombría búsqueda de las parturientas.
El asco de la rata disfrazada en hálito blanquísimo
la copa de mis sienes resecas en deshechos corceles
Sorbiendo gota a gota amarga sangre negra
y hueca mariposa disecada
irrumpen en mi boca por alarido hondo
de abisales tristezas.
Sé que mi soledad y mi grito
van más lejos que la selva y la órbita.
Sé que es un misterio el nacimiento del hombre
las anchas noches de estío
y el diálogo que tú y yo sostenemos
sobre la nada de los peatones.
Un misterio también la marcha del escarabajo
buscando sus mañanas de yeso
y el idilio tembloroso de abismo
de las galaxias enamoradas
con los peces sumidos en la lluvia.
¡Sabiduría inútil de flotantes columnas
sin mediodía entero...!


II

Esta flor tan hermosa que vibra al viento
su dulce ritmo dormido
nació para morir y alimentar así los labios desnudos del otoño.
Las gacelas se rinden temblorosas
al poderío ciego de sus machos
y
mientras las niñas sonríen dulcemente
a feroces telúricos nutridos
en las cuevas arcillosas de los muslos
en mi muñeca tibia se aloja el tiempo palpitando
milésimas cara a la eternidad.
El anciano astral hila indiferentes máscaras
de besos húmedos arañas ríos dulces con sol
galope de vibrantes sonrisas y estanques abandonados
bajo la rota sumersión de las estatuas.
Decidme : ¿existe un puñal certero
que hunda las gargantas de devorado mar
en resumidas olas amantes de la nube?
¿existe la raíz que nos oriente
en conmovidas cifras sin sentido ni olvido?
En mi costado suenan triunfales caracolas
las piquetas mezclando; árboles ardientes paralepípedos
y ciertas ánforas de tierra que labios consumidos desterraron.
Señor
así pues no me busques más.
Me voy solo y sin nadie.
Agotado de luz. Tranquilo. Desesperado.
Ciego insumiso fijamente perplejo.
Una onda de rutas busco
que reflejen el secreto sueño de la estrella
en el ávido esqueleto de mis labios.


De: "Punto y aparte"