"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 26 de mayo de 2019
VACHEL LINDSAY
Un día de verano indio en la pradera
(EN EL PRINCIPIO)
El sol es una cazadora joven,
El sol es una alegría roja, roja,
El sol es una niña india,
De la tribu de Illinois.
(MEDIA MAÑANA)
El sol es un fuego ardiente,
que se arrastra a través de la llanura gris alta,
y no deja un arbusto de nubes
para florecer con flores de lluvia.
(AL MEDIODÍA)
El sol es un venado herido,
que pisa hierba pálida en los cielos,
sacudiendo sus cuernos dorados,
destellando sus ojos funestos.
(PUESTA DEL SOL)
El sol es un águila vieja,
allí en el oeste sin viento.
Encima de los acantilados espirituales
Él le construye un nido carmesí.
El sol es una cazadora joven,
El sol es una alegría roja, roja,
El sol es una niña india,
De la tribu de Illinois.
(MEDIA MAÑANA)
El sol es un fuego ardiente,
que se arrastra a través de la llanura gris alta,
y no deja un arbusto de nubes
para florecer con flores de lluvia.
(AL MEDIODÍA)
El sol es un venado herido,
que pisa hierba pálida en los cielos,
sacudiendo sus cuernos dorados,
destellando sus ojos funestos.
(PUESTA DEL SOL)
El sol es un águila vieja,
allí en el oeste sin viento.
Encima de los acantilados espirituales
Él le construye un nido carmesí.
ANTONIA POZZI
Funeral sin tristeza
Esto
no es estar muertos,
es
volver
a
la patria, a la cuna:
claro
es el día
tal
la sonrisa de una madre
que
esperaba.
Helados
campos, árboles plateados, crisantemos
amarillos:
las niñas,
vestidas
de blanco,
color
de escarcha sus velos,
y
la voz color del agua,
aún
viva,
entre
bancales de tierra.
Las
llamas de los cirios, naufragadas
en
el brillar de la mañana,
son
el desvanecerse
suave
de
las cosas terrenas;
el
volver de los humanos
por
invisibles puentes
de
cielo,
por
blancas cimas de montes
soñados,
a
la otra orilla, a los prados
del
sol.
SEVERO SARDUY
Corta, Changó con tu espada...
Corta,
Changó con tu espada
el alcohol, y haz que ese río
crecido, no bien vacío,
vuelva a su cauce y, saciada
tanta sed, halle morada
el nadador a la orilla
de tu fuente y en tu arcilla.
Que la sangre que consagras
dé su fuerza a las bisagras
del puño y de la rodilla.
el alcohol, y haz que ese río
crecido, no bien vacío,
vuelva a su cauce y, saciada
tanta sed, halle morada
el nadador a la orilla
de tu fuente y en tu arcilla.
Que la sangre que consagras
dé su fuerza a las bisagras
del puño y de la rodilla.
MARCO ANTONIO CAMPOS
Sankt Peter Kirche
En
la iglesia, tras la rubia muchacha
y el Cristo en la penumbra, la locura
a la muerte mordía ciega. ¡El derrumbe!
¡Relinchos de caballos en la plaza!
¡Y el carillón, allá! Sobre la iglesia,
el pequeño cementerio de San Pedro
ensombrecía de pájaros; el ciego,
cubierto de pájaros, saludaba
al monte en su oscuridad verde.
Has gritado: "¡Adiós!" a la muerte para
que no oiga, no quieres que te oiga.
"Oh Padre Mío, desde el púlpito al padre
lo he arrojado en llamas. Y yo ¿qué hago?
¿ Y qué grito?"
y el Cristo en la penumbra, la locura
a la muerte mordía ciega. ¡El derrumbe!
¡Relinchos de caballos en la plaza!
¡Y el carillón, allá! Sobre la iglesia,
el pequeño cementerio de San Pedro
ensombrecía de pájaros; el ciego,
cubierto de pájaros, saludaba
al monte en su oscuridad verde.
Has gritado: "¡Adiós!" a la muerte para
que no oiga, no quieres que te oiga.
"Oh Padre Mío, desde el púlpito al padre
lo he arrojado en llamas. Y yo ¿qué hago?
¿ Y qué grito?"
De: "Los adioses del
forastero"
SHAMSUDDIN HAFIZ
No
te aflijas: la belleza volverá a regocijarte con su gracia;
la celda de la tristeza se convertirá un día
en un jardín cercado lleno de rosas.
No te aflijas, corazón doliente: tu mal, en bien se trocará;
no te detengas en lo que te perturba:
ese espíritu trastornado conocerá de nuevo la paz.
No te aflijas: una vez más la vida reinará en el jardín en que suspiras
y verás muy pronto, ¡oh, canto de la noche!,
una cortina de rosas sobre tu frente.
No te aflijas si no comprendes el misterio de la vida.
¡Tanta alegría se oculta tras del velo!
No te aflijas si, por algunos instantes, las esferas estrelladas
no giran según tus deseos, pues la rueda del tiempo
no siempre da vueltas en el mismo sentido.
No te aflijas si, por amor del santuario, penetras en el desierto
y las espinas te hieren.
No te aflijas, alma mía, si el torrente de los días
convierte en ruinas tu morada mortal, pues tienes el amor
para salvarte de ese diluvio.
No te aflijas si el viaje es amargo y la meta invisible.
No hay camino que no conduzca a una meta.
No te aflijas, Hafiz, en el rincón humilde en que te crees pobre
y en el abandono de las noches oscuras,
pues te quedan aún tu canción y tu amor.
la celda de la tristeza se convertirá un día
en un jardín cercado lleno de rosas.
No te aflijas, corazón doliente: tu mal, en bien se trocará;
no te detengas en lo que te perturba:
ese espíritu trastornado conocerá de nuevo la paz.
No te aflijas: una vez más la vida reinará en el jardín en que suspiras
y verás muy pronto, ¡oh, canto de la noche!,
una cortina de rosas sobre tu frente.
No te aflijas si no comprendes el misterio de la vida.
¡Tanta alegría se oculta tras del velo!
No te aflijas si, por algunos instantes, las esferas estrelladas
no giran según tus deseos, pues la rueda del tiempo
no siempre da vueltas en el mismo sentido.
No te aflijas si, por amor del santuario, penetras en el desierto
y las espinas te hieren.
No te aflijas, alma mía, si el torrente de los días
convierte en ruinas tu morada mortal, pues tienes el amor
para salvarte de ese diluvio.
No te aflijas si el viaje es amargo y la meta invisible.
No hay camino que no conduzca a una meta.
No te aflijas, Hafiz, en el rincón humilde en que te crees pobre
y en el abandono de las noches oscuras,
pues te quedan aún tu canción y tu amor.
De: "Los Gazales de
Hafiz"
Versión de Enrique Fernández
Latour
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