"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 24 de noviembre de 2022
MARÍA GUERRA
In
memoriam
A mi madre
A
qué sabrá la tierra
sobre tu boca.
Y el agua
qué fría será
sobre tu cuerpo.
Tendrás frío
estarás triste
con tus ojos cerrados
y tus manos cerradas
para que nada te lastime.
Tendrás miedo
porque estás sola
porque no puedes vernos
ni llamarnos
y no puedes llorar
porque no tienes lágrimas.
Qué harás
sino seguir muriendo,
sino callarte más.
JULIA VAN SEVEREN
Perdón
Óyeme.
Vengo, hermano, los párpados mojados
y los labios en gesto de profundo dolor,
a pedirte que mojes mis ojos marchitados,
a pedirte que viertas sobre ellos el perdón.
¿Qué fui cruel? ¿Qué mi llanto no bastará a limpiar
todas las amarguras que di a tu corazón?
Ignoras que fue tuyo todo mi palpitar,
y que, si no mi risa, ¡tuyo fue mi dolor!
Sí, perdóname, amigo, haya hecho tan amarga
la copa en que bebiste con febril ansiedad;
bendice este amor mío que tanto te acibara,
que es la ley de los justos sufrir y perdonar.
Y… si el perdón derraman tus ojos y tu mano,
he de decirte llena de ternuras: “¡Hermano!”
Y serán mis caricias y mis besos benditos;
mas, si sigues llorando y perdonar no puedes,
ha de alejarse, huraño, de mis labios el canto,
y seguirán goteando de mis ojos marchitos,
todas mis esperanzas transformadas en llanto!
FRANCISCO DE ASÍS FERNÁNDEZ
Mi comadre Mercedes interpretaba mis sueños
Mi
Comadre Mercedes,
niñera de mi abuela y de mi padre,
interpretaba mis sueños todas las mañanas.
Y
con una sabiduría mestiza de Granada
entresacaba reflexiones de la peineta de su pelo.
Ella
está en las fotografías que hice contra el olvido.
Sus palabras salen de las gavetas de la memoria
y alguna vez tengo la oportunidad de identificar:
a un niño presa del pánico,
el rostro de alguien que dice que es capaz de asesinar,
murmuraciones humilladas,
lágrimas devotas fluyendo sobre los inmensos corredores
hada la capilla familiar dedicada a la Virgen de la Flor.
Entonces
el mundo que vive dentro de mí
se agita entre la soledad y la incertidumbre.
Espectros
de ausencias y carencias
vuelven a circular en mis insomnios,
esos rostros de la agonía sueltos en la libertad interior.
¿A
qué profundidad baja el hombre, cuando duerme,
para encontrarse con sus sueño?
¿Es el alma la que baja a los sueños?
¿Por
qué el material de trabajo de la vida del hombre
es la duda y la imaginación?
¿Con qué sustituye la realidad la muerte?
¿Es la otra vida una realidad exterior del yo?
¿Hay historia dentro de la muerte?
Y todavía sigo oyendo las reflexiones
de mi Comadre Mercedes:
El sueño y la muerte son plenitudes
y toda la plenitud es santidad.
La
ausencia de todo es la riqueza de sí mismo.
ODIA OFEIMUN
Robyn
Vuela.
Desata tus alas
del follaje espeso, marea lunar de silencio
Deja a tus alas desplegarse al cielo abierto
donde todos los colores hablan hacia el cielo con los arcoiris
No
mires atrás desde tu vuelo de garza
vuela hacia donde los poemas se escriban con el viento
donde las piedras se cansen de serlo
y las cenizas se tornen en lluvia
Desearía
que el cielo abrazara
ciudades interestelares de aventura
castos jardínes más eléctricos que sueños
para tu placer.
No
mires atrás. Aléjate del rumor de las jaulas.
Deja que el pasado que no podemos compartir
devore sus entrañas
mientras tú buscas...
Pero
¿qué podrías buscar
qué rama hay que ver
no tocada
por el pasado que no podemos compartir?
De: “Carta de Londres y otros poemas”
JESÚS ALBERTO LEÓN
Salir de viaje
Acometer
un viaje es siempre la acrobacia
de andar en vilo en vez de estar en casa.
Sale uno de sí mismo pero queda,
y aunque pierda una vida obtiene otra.
Los objetos amados, que son los más inútiles,
no entran en el mezquino caudal de la maleta.
Los hábitos extienden el reticente cuello
y uno los decapita, resignado,
no vaya a rebrotar y maniatar el gesto
la usual enredadera del arrepentimiento.
Se dejan pues temblando como tímidos hongos
los muñones del tiempo detenido,
y se va al aeropuerto, al vacío, al después.
Luego despierta uno y llega al otro mundo
con los ojos colmados de desconocimiento.
Tras lavar las costumbres quitadas de los párpados,
emprende una gimnasia de miradas distintas.
La hora de comer es ahora deshora,
tropezando se traza el mapa del hotel.
Cambian la resonancia de la prisa y la pausa,
la insistencia del sol, la actitud de los árboles.
Comienzan otros trances, apuestas imprevistas,
la incertidumbre mórbida de aprender otros bailes,
la aturdida sorpresa de los nuevos enigmas,
y la sabiduría perpleja de ser nadie.
De: “Habitar el instante”
MAYA BUSHELL
La
Mère / La mer
Su
espalda está arqueada en dos direcciones
con firmes caderas que parten
hacia la memoria creada y aún no.
Versión
de Jorge Ávalos
