miércoles, 18 de enero de 2017


JOAQUIN PASOS




Elegía de la pájara



Oh loca y dulce pájara comedora de frutas,
devuélveme el vino verde de tu plumaje esquivo,
derrámalo en el aire emborrachado a gritos,
agítalo en mi alma con tu pico desnudo!
Que la diosa que surte los campos de aves nuevas
vierta sobre mi sangre este licor agreste,
que tu color circule a través de mi cuerpo
nido de locos pájaros ¡ay! pájaros muertos.
Pero la dulce luna, la que escucha los cantos
silenciosos de las aves sin lengua,
el cadáver de tu alma flotando como un pétalo.
Con tu mirada ciega y honda como un clavo
estás fijando el vértice de este momento triste,
mientras suena en el aire rumor de plumas secas
y las alas quebradas se desgajan con sueño.
Sube, pájara, sube a la postrera rama,
la que despide al mundo, el puerto de los cielos;
lanza tu carne loca florecida de plumas,
lanza tu carne dulce perfumada de frutas.
Hacia ti estas dos manos, estas manos que esperan
el manojo de sangre de selva de tu cuerpo
para mostrarlo al mundo como una joya fúlgida,
como lo mejor, lo mejor de la cosecha.
Sobre este llanto mío que se apague tu vuelo,
que se ahogue en sollozos el clarín de tu grito,
y que tu cuerpo tibio descanse para siempre
en mi dolor que tiene la forma de tu nido.




EFRÉN REBOLLEDO

  


Cuarzos

Sculpte, lime, cisèle,
Que ton rêve flottant
Se scelle
Dans le bloc résistant.

Th. Gautier



Prólogo


A José Juan Tablada



Uncioso amante de opulentos
Cofres cuajados de ornamentos,
Donde guardar mis pensamientos,
Viví en el místico santuario
Del arte, y mudo y solitario
Como paciente lapidario,
En las sortijas y diademas
Rimé sonetos y poemas
Con las estrofas de las gemas,
Puliendo joyas de oro fino
Para que ardiera mi divino
Sueño en esmalte peregrino.
Por su tersura y transparencia
Grabé en la clara refulgencia
De los diamantes mi paciencia.
Mi fe es el jaspe veteado,
Y en el zafiro inmaculado
Está mi anhelo cincelado.
Con el carbunclo que derrama
Su luz más roja que una llama
De mi amor digo la flama.
En la turquesa de agua pura
Ríe destellos mi ventura
Y llora el ónix mi amargura,
Y así, labrando en la faceta
De los cristales o en la veta
De oro el ensueño del poeta,
Al pensamiento más sencillo
Le transmití pureza y brillo
Con los cinceles y el martillo.


De: Cuarzos

ALFONSO CORTÉS




Ángelus



El cruel ángelus inconsciente,
levántase entre el Ataúd
de lo infinito, en el poniente
de una epicúrea lasitud;

y en los tejados de las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacio, yerra.

Y, fatigados, los reflejos
que, con las nubes, huyen, huyen,
el uno al otro, tantos viejos
sueños solares, se destruyen,

danzando sobre la aburrida
fluidez del cielo, que se atedia,
y el compás tiene su medida
en el muerto tiempo que media

entre un reflejo que se hunde
y otro reflejo que aparece,
cuya inconciencia se confunde
en el deleite que adormece

los correspondientes olvidos
de Fuegos, de Almas y de Vientos
que halagan todos los sentidos
y ruedan en los pensamientos

de Dios, en tanto que las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacio, yerra…




MARCO ANTONIO MONTES DE OCA




III



No en palabras de amante que el tiempo vuelve
mentirosas,
sino en orgullo,
el héroe al dios iguala.
Y es que la vida abraza nuestro divino nivel
cuando reside en el desarrollo y no en el fruto,
cuando está en el movimiento y no en la flecha,
en el rastro que deja la rodante naranja y no en el árbol,
en el memorable, alucinado viaje que sólo un niño
    emprende a veces.
Así el instante a la vida otorga el ser,
porque con instantes,
con arrugas que al siguiente vuelco de la ola ya no
están,
brotará alguna vez el sólido poema.
Lento al principio, como flecha que un gallo arrastra,
torpe, como el contoneo del pingüino en la pista
del circo,
tembloroso, como el zigzagueante manubrio que lleva
    un oro atravesado
entre los cuernos de metal,
y ágil, definitivamente ágil
cuando el verso vaya como los humildes veleros
    impulsados por una camisa blanca,
o los zapatos de oro de las hojas
que sin conducir a nadie, viajan.
Y tú señora que haces temblar al pez después de muerto,
que pones en cabestrillo los rayos lunares heridos en la
    montaña;
adorable señora que refuerzas las peceras resquebrajadas
con los esparadrapos de tus lágrimas,
míranos aunque no nos reconozcas.
Y que el mundo de oro que yace amortajado entre mis
    viejos cuadernos,
vuelva a sonreírme.
Que las piedras abandonen el muro al son de la vihuela
y tu invisible semáforo detenga mis pisadas
en la orilla movediza.
Considérame, oh poesía, como un rojo caracol pegado
    a tu torre incandescente.
Acércate a mí con los senos reventando de agua marina
y una flor extraña nadando en los ojos.
Has venido a la guarida de un hombre desacostumbrado
    a respirar y a vivir.
Infla entonces este mundo, más arrugado que
una bellota,
y que en tus hombros se reclinen las pagodas
como grandes racimos de cabecitas de pájaros.
Comienzo a callarme.
¿De qué seguiría hablando si todo leva anclas,
si el aire atravesado en la noche por un estilete de finas
    larvas luminosas,
se levanta desde temprano y purifica la cima azul?
¿De qué hablar si no del hombre,
loco de alegría, valsando con su propia sombra
cuando a la nieve le nace un hijo tan puro como ella?
Tal es mi plegaria comenzada en diciembre,
en el mes más amado de las estrellas,
cuando toda invocación es dos veces escuchada.


De: Poesía Reunida


JORGE CARRERA ANDRADE




El visitante de niebla



Sepultura del tiempo:
dejé en ti mi cadáver de veinte años
bajo tierra de flores y amuletos
y cáscaras de días devorados.

Amuleto de amor fue la manzana,
amuletos la luz, la llave, él barco,
la gaviota y el pez, dispensadores
de una vida sin nubes, viaje mágico.

Le vestí a mi cadáver de estaciones
y sobre la guitarra del pasado
recliné su cabeza vendada de ciudades
lucientes como bálsamos.

Puse a su lado nombres de otras épocas,
los rostros ya de sombra enmascarados
y le dejé vivir su larga muerte
en un clima de lluvia, de maíz y caballos.

La tierra memorable cede ahora.
Joven mío, ¿no estás bien sepultado?
¿Tu mano es esta mano que se mueve
buscando entre las ruinas esqueletos de pájaros?

Visitante de niebla
venido de un país de fechas y retratos:
Te sientas a mi mesa nodriza y hortelana,
vestido unos instantes con mi traje de ocaso.

Fantasma familiar, compareces al punto
por un signo, una voz o una forma llamado.
Sólo un caballo y una rosa guardan
tu sepultura de años.


LUIS CARDOZA Y ARAGÓN




Entonces, solo entonces…
(Poema 15)



Nostálgico de polvo,
con mansa ley violenta,
ya casi real, mi cuerpo
sueña sólo la sombra.

Para no ser incierto,
yo necesito el fruto
divino del dolor.
La muerte es un insulto.

Su radiante materia
olvida la ceniza.
Ya casi real, mi sombra
sólo mi cuerpo sueña.

Quieren sufrir las piedras.
Quieren amar las piedras.
Quieren reír las piedras.
Quieren soñar las piedras.

Olvidar y morir.
Vivir y recordar.
Las dulces tercas piedras.
La muerte es un indulto.



1953