sábado, 18 de marzo de 2017


ANTONIO PORCHIA



  
Si no levantas los ojos, creerás que eres el punto más alto.


De: Voces


JORGE GAITÁN DURÁN




Ética



Nos olvidamos de la muerte, mas la muerte no nos olvida, 
Sino nos cuida, como el padre y la madre después de haber
gozado
El cuerpo se levanta en la noche para velar al hijo que odian,
Nos acaricia la planta de los pies en el lecho donde nos
ayuntamos,
Solícita. En vano propone una eternidad falaz, Celestina
De las almas, afrenta de dioses que no existen al hombre.
En vano se desesperan los amantes por no ser inmortales.
Son ellos su destino, mas se castran. Cambian su obra
Por dos billetes de banco: uno, la fe; otro, la justicia.
En vano siempre. Mueren sin vivir todo lo que humano es
En la tierra o el infierno. La carne que alzarlos debió, los
abaja.


RAMÓN LÓPEZ VELARDE




Treinta y tres



La edad del Cristo azul se me acongoja
porque Mahoma me sigue tiñendo
verde el espíritu y la carne roja,
y los talla, al beduino y a la hurí,
como una esmeralda en un rubí.

Yo querría gustar del caldo de habas,
mas en la infinidad de mi deseo
se suspenden las sílfides que veo,
como en la conservera las guayabas.

La piedra pómez fuera mi amuleto,
pero mi humilde sino se contrista
porque mi boca se instala en secreto
en la femineidad del esqueleto
con un escrúpulo de diamantista.

Afluye la parábola y flamea
y gasto mis talentos en la lucha
de la Arabia Feliz con Galilea.

Me asfixia, en una dualidad funesta,
Ligia, la mártir de pestaña enhiesta,
y de Zoraida la grupa bisiesta.

Plenitud de cerebro y corazón;
oro en los dedos y en las sienes rosas;
y el Profeta de cabras se perfila
más fuerte que los dioses y las diosas.

¡Oh, plenitud cordial y reflexiva:
regateas con Cristo las mercedes
de fruto y flor, y ni siquiera puedes
tu cadáver colgar en la impoluta
atmósfera imantada de una gruta!



JOSÉ CARLOS BECERRA




La mujer del cuadro



Lo empiezas a saber,
tu amor va enseñando sus sales de baño, sus fiestas de
guardar, sus cenas sin nadie;
a veces, el esqueleto de tu ángel de la guarda
baila en tus ojos,
ciertas avecillas silvestres amanecen temblando en tus
manos,
ya el tufo de la crucifixión
no te hace taparte la nariz de niña "que no sabe nada",
"que no entiende nada".

Ya cruzas la puerta,
ya sabes que el dolor es un mensajero servil del infinito,
en tus ojos aquello que miras despierta en ti misma como
pequeños niños
que se sientan al borde de sus camas
esperando que vengan a vestirlos.

Ya asumes tu cuerpo, ya viajas en todo lo que te rodea,
a veces en tu sonrisa todavía aparece
aquella niña larguirucha "tan bien educada",
pero tu esperanza enflaquece llamándote con voz cada vez
más débil
cuando ya no te dignas escucharla.

Extrañamente hermosa eres ahora tu propio fantasma,
en tu alma han entrado la carne del mundo y la tuya
confundidas,
apiñadas por el mismo placer, revueltas por el mismo dolor.
Desnuda, la ropa que te acabas de quitar
ya no reaparece en tus ojos,
tu mirada y tu voz entonces también se quedan desnudas,
te quedas desnuda,
y por tu desnudez pasan los templos antiguos, las
oraciones, los heridos de guerra y los cánticos de guerra,
los mares lejanos y también la vida posible en otros
planetas.
Ya tu cuerpo comprende lo que significa ser tu cuerpo,
lo que significa que tú seas él;
tu cuerpo extendido a lo largo de tu amor, a lo largo de
tu alma,
y todos los barcos que zarpan de tu corazón llevan ahora
las luces apagadas.

Ya te has probado en ti
y un hombre no es el extraño invasor que conocías,
el esposo prudente, el hombrecito que cariñosamente te
mataba un momento
por unas cuantas caricias, por unas cuantas monedas.

Pero sabes también que no existe el triunfo que alguna vez
deseaste,
por eso en tu mirada puede oírse
el ruido del mar golpeando las costas solitarias y a veces
el chillido de un pájaro detrás de la niebla o la llovizna
pertinaz.

Ven aquí con tu colección de mariposas, con tus antiguos
juguetes que ya no existen
y que parecen burlarse de ti desde ciertos rincones,
ven aquí con tus segmentos de niña asombrada.

Ven a mirar mis osos polares.
Ven, ahora que sabes que también en los labios aparece
—sin que nos demos cuenta—
el beso monstruoso y bello
de aquello que todavía llamamos el alma.



De: Relación de los hechos

AURELIO ARTURO




Canción del ayer

A Esteban



Un largo, un oscuro salón rumoroso
cuyos confines parecían perderse en otra edad balsámica.
Recuerdo como tres antorchas áureas nuestras cabezas
[inclinadas
sobre aquel libro viejo que rumoraba profundamente
[en la noche.

Y la noche golpeaba con leves nudillos en la puerta
[de roble.
Y en los rincones tantas imágenes bellas, tanto camino
soleado, bajo una leve capa de sombra luciente como
[terciopelo.

La voz de Saúl me era una barca melodiosa.
Pero yo prefería el silencio, el silencio de rosas y plumas,
de Vicente, el menor, que era como un ángel
que hubiese escondido su par de alas en un profundo [armario.

Mas, ¿quién era esa alta, trémula mujer en el salón
[profundo?,
¿quién la bella criatura en nuestros sueños profusos?
¿Quizá la esbelta beldad por quien cantaba nuestra
[sangre?
¿O así, tan joven, de luz y silencio, nuestra madre?

O acaso, acaso esa mujer era la misma música,
la desnuda música avanzando desde el piano,
avanzando por el largo, por el oscuro salón como en
[un sueño.
……………………………………………………...………………………………

(A ti, lejano Esteban, que bebiste mi vino,
te lo quiero contar, te lo cuento en humanas, míseras
[palabras:
Cuando estás en la sombra. Cuando tus sueños bajan
de una estrella a otra hasta tu lecho,
y entre tus propios sueños eres humo de incienso,
quizá entonces comprendas, quizá sientas,
por qué en mi voz y en mi palabra hay niebla).
…………………………………………………….......…………………………

Un largo, un oscuro salón, tal vez la infancia.
Leíamos los tres y escuchábamos el rumor de la vida,
en la noche tibia, destrenzada, en la noche
con brisas del bosque. Y el grande, oscuro piano,
llenaba de ángeles de música toda la vieja casa.



CÉSAR RODRÍGUEZ CHICHARRO




Bebí de ti




Bebí de ti
y beber de ti
es beber lágrimas.

Tu síntesis y tú
son gotas,
cristalinas gotas
de sal y de agua.

Bebí de ti
y mi carne canta.

Bebí de ti
y mis labios manchan.