"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 1 de octubre de 2019
JULIO TRUJILLO
La podadora
La
anuncian el aroma y el sonido.
De
sus navajas curvas se desprende
—lascas,
chispas, enana pirotecnia—
el
verde olor del pasto,
golpe
que
encaja noblemente en la nariz.
Nostalgia
del origen:
esta
es la piel del mundo que otra vez
se
nos ofrenda,
el
ámbar es el mismo.
Y
gira en torno a sí la letanía,
el
canto de las aspas
que
trabajan.
Rumor
que se desliza,
gozando
la espiral,
al
fondo del oído sosegado.
Todo
da vueltas lenta, lentamente.
Todo
es cierto.
ADRIENNE RICH
La Novena Sinfonía de Beethoven
entendida por fin como un mensaje sexual
Un
hombre aterrorizado de impotencia
o infertilidad, sin saber la diferencia,
un hombre tratando de decir algo
aullando desde la música
climatérica de su enteramente
aislada alma
gritando al Gozo desde el túnel de su yo
una música sin la sombra
de otra persona dentro, música
que trata de decir algo que el hombre
no quiere que salga, quisiera guardar si pudiera
amordazada y amarrada y azotada con cuerdas de Gozo
donde todo es silencio y
el golpear de un puño sangriento sobre
una mesa astillada.
o infertilidad, sin saber la diferencia,
un hombre tratando de decir algo
aullando desde la música
climatérica de su enteramente
aislada alma
gritando al Gozo desde el túnel de su yo
una música sin la sombra
de otra persona dentro, música
que trata de decir algo que el hombre
no quiere que salga, quisiera guardar si pudiera
amordazada y amarrada y azotada con cuerdas de Gozo
donde todo es silencio y
el golpear de un puño sangriento sobre
una mesa astillada.
ROBERT LOWELL
Desde 1939
Nos
perdimos la declaración de guerra,
en
la luna de miel, en tren hacia el oeste;
en
los revolucionarios treintas
fatigamos
los Poemas de Auden, hasta que bajamos
la cabeza
de
acuerdo al caminar
de
lo anacrónico, confortable y mezquino...
Hoy
de más cosas me pierdo,
mi
equivocación es más consciente.
Veo
otra muchacha leyendo el último libro de Auden.
Debe
ser muy moderna,
usa
el pretérito para diseccionarlo.
Como
Múnich, él es ahora histórico
y
quizá maduró
hasta
amar la podre del capitalismo.
Vivimos
todavía
entre
el demonio de sus negligencias
que
él quiso desdeñar
con
la excentricidad malévola de la vejez.
En
nuestro inconcluso y revolucionario presente
nada
comienza y todo ha terminado.
El
Diablo sobrevive a sus vacías esquelas
y
se dirige, cojeando y maldiciente, a su demolición,
la
pesadez moral más allá de balanzas,
vómito
circular como manchas
de
hierba amarillenta.
Inglaterra
y Estados Unidos han durado
lo
suficiente para temerle a su pasado,
los
hábitos se aprietan como cera,
los
alegres, los prósperos, su ácida violencia.
Hace
unos diez años
caballerosos
negros africanos revisaron
su
pequeño cementerio inglés y en la basura
sofocaron
estatuas
de
la Reina Victoria, de Kitchener, de mercenarios de Belfast
tallados
en jabón y por mandato desangrados hasta
la blancura.
Los
apresan las cartas marcadas que norman su salario—
que
el infortunio soberano abandonen.
¿Se
entusiasmaron demasiado como una gran actriz
dedicada
a probarse su vestuario?
¿Tal
vez creyeron que ellos revivirían
de
proseguir su espíritu?
Sentimos
a la máquina huir de nuestras manos,
como
si alguien más la condujera;
si
vemos una luz al fin del túnel
es
la luz de otro tren que se aproxima.
De: “Day by Day”
AKIKO YOSANO
Sin
conocer
la sangre ardiente
de un cuerpo tierno,
¿no te sentirás solo,
tú que predicas el camino?
la sangre ardiente
de un cuerpo tierno,
¿no te sentirás solo,
tú que predicas el camino?
De: Tankas
TADEUSZ RÓŻEWICZ
La espina
no
creo
no creo desde que abro los ojos
hasta cerrarlos
no creo desde que abro los ojos
hasta cerrarlos
no
creo desde una orilla
hasta la otra
de mi vida
hasta la otra
de mi vida
no
creo
con la misma profundidad
con que mi madre
creía
con la misma profundidad
con que mi madre
creía
no
creo
al comer pan
al beber agua
al amar un cuerpo
al comer pan
al beber agua
al amar un cuerpo
no
creo
en sus templos
en sus curas en sus signos
en sus templos
en sus curas en sus signos
no
creo
al pasar por la calle de una ciudad
por el campo
bajo la lluvia en el aire
dentro del resplandor
de la anunciación
al pasar por la calle de una ciudad
por el campo
bajo la lluvia en el aire
dentro del resplandor
de la anunciación
leo
sus parábolas
rectas como la espiga del trigo
y evoco a un dios
que no sabía reír
rectas como la espiga del trigo
y evoco a un dios
que no sabía reír
pienso
en un dios
pequeño y sangrante
que yace
en los blancos lienzos de la infancia
en un dios
pequeño y sangrante
que yace
en los blancos lienzos de la infancia
pienso
en una espina que desgarra
nuestros ojos nuestras bocas
ahora
y en la hora de la muerte
en una espina que desgarra
nuestros ojos nuestras bocas
ahora
y en la hora de la muerte
MARTÍN ADÁN
Bala
¡Ven a gritar, el Poeta,
A claridad horrorosa,
Gritando como la rosa
Mirada de anacoreta!
Esa faz, lívida, quieta,
Es, a raíz del respiro,
La que mira, la que miro,
Mirándote, muda, mala,
Dios vivo, que cayó un ala,
Y no adivina del tiro.
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