"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 3 de marzo de 2018
WILLIAM BUTLER YEATS
Aceite y sangre
En tumbas de oro y lapislázuli
cuerpos de santos y santas exudan
aceite milagroso, fragancia de violeta.
Pero bajo los pesados cúmulos de arcilla pisoteada
yacen cuerpos de vampiros pletóricos de sangre;
sus mortajas están ensangrentadas y sus labios están
húmedos.
Versión de Alberto Girri
cuerpos de santos y santas exudan
aceite milagroso, fragancia de violeta.
Pero bajo los pesados cúmulos de arcilla pisoteada
yacen cuerpos de vampiros pletóricos de sangre;
sus mortajas están ensangrentadas y sus labios están
húmedos.
Versión de Alberto Girri
WENDY GUERRA
Visitante
Llegó
temprano, cantando con su voz de agua
a tocar en la puerta
y esperó paciente que lavara
la interminable fila de camisas,
se estaba bien entre ropas blancas
y aún cantaba.
Escapó a la cocina.
Entonces él, aún más paciente
se adormeció al aroma del sofrito.
Espabilose, y sacando fuerzas de flaquezas
esperó
subido en los sillones para no enfadar a la mujer
que abrillantaba losas de monótonos trazos.
La vio sacar innumerables cosas, zurcir arrugas,
ordenar remiendos.
Pensó el poema tomarla para sí cuando muriera
la última luz en el quehacer constante de la casa.
Atrapado en sueños de fatiga
pone su mano de agua sobre el pecho de la mujer.
Piensa que volverá mañana, aún más temprano
a poseerla.
a tocar en la puerta
y esperó paciente que lavara
la interminable fila de camisas,
se estaba bien entre ropas blancas
y aún cantaba.
Escapó a la cocina.
Entonces él, aún más paciente
se adormeció al aroma del sofrito.
Espabilose, y sacando fuerzas de flaquezas
esperó
subido en los sillones para no enfadar a la mujer
que abrillantaba losas de monótonos trazos.
La vio sacar innumerables cosas, zurcir arrugas,
ordenar remiendos.
Pensó el poema tomarla para sí cuando muriera
la última luz en el quehacer constante de la casa.
Atrapado en sueños de fatiga
pone su mano de agua sobre el pecho de la mujer.
Piensa que volverá mañana, aún más temprano
a poseerla.
ESTHER DE CACERES
El fuego
Ya lejos de los árboles ardientes y mortales,
yo me acerco a cantarte!
Recuerdo la alta llama;
los grandes bosques que tu mano quema;
los muros derribados
entre las voces que la angustia vela;
y el metal de la guerra
por donde corres como vena ciega.
Recuerdo el gran secreto
con que te guardo dentro de mis huesos,
cuando en las horas lentas
el verano te esconde
en cada flor sedienta.
Ya lejos de los árboles ardientes y mortales,
yo me acerco a cantarte!
Recuerdo la alta llama;
los grandes bosques que tu mano quema;
los muros derribados
entre las voces que la angustia vela;
y el metal de la guerra
por donde corres como vena ciega.
Recuerdo el gran secreto
con que te guardo dentro de mis huesos,
cuando en las horas lentas
el verano te esconde
en cada flor sedienta.
Y te
amo, hijo del Aire,
Fuego -Casa de Amor- barca del Aire,
barca del día en el Aire!
Único árbol despierto a través de la Muerte!
Más sólo que la Muerte!
Fuego -Casa de Amor- barca del Aire,
barca del día en el Aire!
Único árbol despierto a través de la Muerte!
Más sólo que la Muerte!
VILMA REYES DIAZ
Inmensidad
Te recibí
cuando tus ojos se posaron como pétalo en los míos
Luego tu sonrisa
tu beso
tus palabras.
Ayer mis ojos eran alas de mariposa
y mis manos
un trigal en la pradera.
Unas siluetas cabalgan en mis labios
y un destello de mi espíritu se fundió en la sombra
al voltear
descifré tu inmensidad.
Te recibí
cuando tus ojos se posaron como pétalo en los míos
Luego tu sonrisa
tu beso
tus palabras.
Ayer mis ojos eran alas de mariposa
y mis manos
un trigal en la pradera.
Unas siluetas cabalgan en mis labios
y un destello de mi espíritu se fundió en la sombra
al voltear
descifré tu inmensidad.
MAHMUD DARWISH
He visto la última despedida
He
visto la última despedida: me despedirán en una rima de madera,
izado
por manos de hombres y ojos de mujeres.
Me
envolverán en una bandera y mi voz se conservará en cintas.
Me
perdonarán en una hora todos mis pecados, luego los poetas me insultarán.
Mas
de un lector recordará que yo velaba cada noche en su casa.
Una
chica vendrá pretendiendo que me casé con ella hace veinte años y pico.
Se
contarán leyendas sobre mí y sobre las conchas que recogía de los mares
lejanos.
Mi
amiga se buscará un nuevo amante que esconderá en sus vestidos de luto.
Veré
la fila del cortejo fúnebre y a los que pasan, cansados de esperar.
Pero
aún no veo la tumba. ¿No tengo derecho a una tumba, después de todas estas
fatigas?
De: “Menos rosas”
Versión de María Luisa
Prieto
HILARION CABRISAS
¡Esa!...
La que en el alma llevo oculta;
la que no salta afuera ni se expande
en la pupila; la que a nadie insulta
en un alarde de dolor: la grande,
la infinita, la muda, la sombría,
la terca, la traidora, la doliente
lágrima de dolor, lágrima mía,
que está clavada en mí profundamente!
La que no da una tregua ni un consuelo
de dulce sollozar. La que me hiere,
y me punza, y me obsede, y pone un velo
turbio en mis ojos; la que nunca muere
ni nace a flor de rostro; la que nunca
refrena su latir; la que no intenta
asomarse a la faz y queda trunca,
y hace la pena interminable y lenta...
Cántaros secos, áridos, mis ojos;
páramos sin frescura ni rocío;
febricitantes de escrutar los rojos
límites, del espacio y del vacío...
¡Esa!... La que no llega, ni ha llegado,
ni llegará a los ojos nunca... ¡nunca!...
Mi lágrima tenaz que no ha mojado
el Sahara estéril de mi vida trunca,
¡Ésa... no la verás, porque en la calma
de mis angustias, se ha trocado en perla!
Para verla hace falta tener alma;
y tú, ¡no tienes alma para verla!...
la que no salta afuera ni se expande
en la pupila; la que a nadie insulta
en un alarde de dolor: la grande,
la infinita, la muda, la sombría,
la terca, la traidora, la doliente
lágrima de dolor, lágrima mía,
que está clavada en mí profundamente!
La que no da una tregua ni un consuelo
de dulce sollozar. La que me hiere,
y me punza, y me obsede, y pone un velo
turbio en mis ojos; la que nunca muere
ni nace a flor de rostro; la que nunca
refrena su latir; la que no intenta
asomarse a la faz y queda trunca,
y hace la pena interminable y lenta...
Cántaros secos, áridos, mis ojos;
páramos sin frescura ni rocío;
febricitantes de escrutar los rojos
límites, del espacio y del vacío...
¡Esa!... La que no llega, ni ha llegado,
ni llegará a los ojos nunca... ¡nunca!...
Mi lágrima tenaz que no ha mojado
el Sahara estéril de mi vida trunca,
¡Ésa... no la verás, porque en la calma
de mis angustias, se ha trocado en perla!
Para verla hace falta tener alma;
y tú, ¡no tienes alma para verla!...
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