domingo, 23 de agosto de 2020


MERCEDES DE ACOSTA




Canción de la quinta avenida



Una vía larga y estrecha
Dibujada como una hebra a través del corazón
De la ciudad.
Avenida de ricos, de pobres—
Que vibra de color—
Que oscila con la humanidad
Que le marca el compás al pulso de la Vida,
Sofocada por la presión de la Vida,
Aplastada—pisoteada con fuerza
Por desbordantes flujos de Vida.

¡Quinta Avenida!
Escribiré tu canción con repiqueteo y estruendo,
Con estrépito de pisadas,
Ruido interminable, infinito.
Escribiré tu canción con dolor—alegría,
Con nacimiento—muerte,
Con creación—destrucción,
Con belleza y fealdad.
Cantaré tu canción a pesar de las tradiciones,
Indiferente a toda tradición.
Cantaré tu canción a pesar de las tradiciones,
Indiferente a toda tradición.
Cantaré tu canción de razas, de credos
Disueltos en uno—
Cantaré tu canción
Con risa—ironía—desesperación.
Mi música vendrá de todas las épocas
Y a todas ellas alcanzará—
Así como tú has venido de todas las épocas,
De todos los pueblos;
Y con la esbeltez de tu cuerpo
Y la magia de tu voluntad
Has marcado a todos ellos.

Washington Square—
Arco blanco que se eleva como el fantasma
De difuntos de antaño;
Recuerdo de flores fragantes—encajes antiguos—
Cascabeleo de campanas y muchas huellas
De belleza, amor y sueños.
Ahora solo un arco, pero una cruz brilla
Sobre un viejo edificio marrón.
Washington Square—
Símbolo del Pasado,
Genitor de la hebra larga y estrecha
Hilada desde tu corazón.
Involúcrate ahora
Y atiende de cerca a las aceras y a los años.

Mira el cansado estrépito
De los sudorosos trabajadores cuando salen a almorzar;
Mira cómo se desalojan edificios
Donde una vez hubo hogares;
Suecos, armenios, eslavos llegan a caudales
Y absorbiendo el aire por una breve hora,
Se mezclan con la multitud entre el mal olor y sudores.
En una esquina se abre una flor
Que lleva en una cesta un italiano
Empujado rudamente por un policía irlandés
Que llama a todos “un puñado de judíos apestosos”.
Entonces, más arriba, yo canto—
Más allá de tiendas fabulosas—fabulosos bancos,
Ropas de todo tipo—
Zapatos, vestidos, abrigos, corsés,
Judíos, gentiles en apretujado enjambre
Se abren paso al cruzar la Avenida.
Y sobre todos ondea la bandera.
¡En tiendas con nombres franceses, alemanes, italianos
Cuelga la Gran Bandera Americana!

La calle 42—
Como un extraño animal mecánico
Que abre su enorme mandíbula
Y al sonido de un agudo silbato
Escupe con fuerza grandes masas de Vida.
Millones de gentes se precipitan sobre
La columna vertebral de la Avenida
Y llaman al sistema “civilización”.
Mientras que empinados edificios surgen
Amenazadoramente hacia lo alto,
Donde una vez hubo esbeltos árboles primigenios
Y cantos de pájaros llenando el aire
En lugar de silbatos de policía.
Pero he dicho que cantaré tu belleza también;
Por lo que recuerdo aquí también tu magia
A la hora del crepúsculo,
Tus edificios blancos como el alado vuelo de los pájaros,
El parpadeo de tus miles de ventanas
Como estrellas de la noche.
Y de día,
Los destellos del sol sobre tu rostro;
Colores deslumbrantes—motores—verdes autobuses—
La Vida—la vida en su camino
Hacia la muerte. Pasa un entierro,
Un pobre pide limosna, un niño ríe a carcajadas,
Pero como hormigas sobre los altos céspedes,
Siguen su camino, nadie les presta atención.

Entonces, las iglesias—todos los credos—
(Escoge uno),
Todas las agujas de campanario apuntan al cielo,
Todas tratan en vano
De mostrarnos el paraíso.
Mientras en la calle los pordioseros
Se reúnen sin hogar.
Entonces, las mansiones copiadas de tierras foráneas:
Chateaux franceses, palacios italianos,
Mientras dentro de grandes planchas de vidrio
Las pinturas de los viejos maestros miran hacia afuera,
Solemnemente contemplan el nuevo mundo.
Entonces, más arriba, más casas de ricos,
Mansiones de banqueros judíos—políticos adinerados,
Todos abarrotados de oro y de comida,
Mientras sentados al otro lado del parque se encuentran
Viejos mendigos desgastados, exhaustos
De andar hambrientos.
Más arriba, desde el hospital Monte Sinaí
El cloroformo inunda la brisa,
Y en el parque, desde los árboles,
El perfume de las flores.
Entonces, más lejos aún, “El Barrio de los Negros”,
Caras negras y mulatas
Se asoman a las ventanas y se apiñan en las calles.

De esta forma, la larga y estrecha hebra
Se estira—se estira—se dobla
Y finalmente termina.

La Quinta Avenida termina y con ella mi canto;
Pero sobre su pavimento la sangre de la Vida
Continúa fluyendo.



IRMA TORREGROSA





Las olas traen de vuelta tu nombre
has pasado mucho tiempo lejos
El sol el agua la sal
permitieron el florecimiento de las escamas
Encuentro tu nombre varado en la playa
has pasado mucho tiempo
junto a varios peces inflados por la indiferencia
Toco el cuerpo áspero de tu nombre y pienso
que has pasado mucho
y todavía diluyes la fuerza de mi sangre
Doblo con cuidado las aristas de tu nombre
hasta convertirlo en un barquito
has pasado [de nuevo]
dejando la misma herida invisible
que me hacía el filo de la hoja de papel.


De: “Mar de fondo” (fragmentos)


JOHN BERRYMAN




Canción del sueño 100



Cómo esta mujer logró el coraje, cómo tuvo
el coraje, Henry se aturdía en una frenética y cálida
noche de ocho de Julio,
de dónde vino, ¿acaso una vez el Señor frunció el ceño
sobre la cuna antigua pensando “Esta
va a hacer antes de morir

por dos y setenta años de humillaciones gastadas
al menos”, y con su trueno cerró una promesa?
En aquel pueblo distante
quién echó un vistazo sobre mi madre con tal pena & rabia
que nadie soportaría semejante peregrinación,
gruñó Henry sudando, crecido

pero no crecido en el hábito de la bondad de esta mujer
en su gran fuerza, en su esperanza sobrehumana,
no, no, no habituado en absoluto.
Proclamo un misterio, masculló para sí,
del amor, y tomó el whisky del anaquel
y la bebió en un largo trago, largo.



BEN MOCADEM DE CABRA




Qué haré o que será de mí…



¿Qué haré o que será de mí?
¡Amigo mío
no te apartes de mí!


NARCÍS COMADIRA I MORAGRIEGA

  


Caracteres



Volver a verte.
Ve, corazón, no pienses.
Que pasen horas.

El amor, tigre
entre bambús, espera
para devorarme.

¿Por qué rendija
te escaparás, belleza,
del cuerpo ágil?

¡Si yo fuese garra,
cuánta sangre no haría
en la piel joven!

Pueril guerrero:
y de mis dos espadas
una esta intacta.



PEDRO LUIS MENÉNDEZ




IV



Era del mundo víspera la noche/ curiosidad sin palio/
tan desnuda
que gemir y gozar no parecían
sino la sola luz de la existencia/
Por dignidad
el viento se estrenaba en un turbión macizo e insolente/
todos detrás del alma a la cubierta/ arriad/ arriad
la luna entre la súplica
del no vivir sin patria entre los muertos/
El mar aquel/ la mar de los principios/
la extrema unción del músculo embreado/
no hay más allá
jamás cuando resuenan
crepusculares/ cínicos/
los faros/ fogata sí/ mirad/ para el engaño/
Después de Dios y un pálpito
en el pecho/ Prosperarán las águilas de bronces
como una ruta mórbida de calmas
y entonces sólo
un nudo desolado
desearán las tumbas de las olas/
Arriad/ arriad la luna golpe a golpe/ sabed
que al fin Fortuna es la cobarde
boca del tiempo
necio de esperanza/
candor sin alma/
inocencia fétida
con que historiar las lágrimas saladas
y el cerco atroz del vómito salvaje/
Por dignidad del viento y de las aguas