sábado, 18 de febrero de 2012


PUREZA CANELO





Mira si es verdad mi hombro


La soledad es, como siempre,
quien más me hace recordar tu nombre.
Pero cuidado, también el mediodía, y el gazpacho,
y la zapatilla mal atada en el segundo botón,
y las gotas de agua bajo la ducha,
y la fiebre que no invento en la siesta
y las ganas de no dormir para leer
y el beso que te doy a las siete de la tarde,
y el volcán en Italia que no vuelve a sonar,
y las cabras que pasan ahora por mi casa
como novios buenos y otra vez la lucha de ángeles,
y la noche otra vez,
y la mañana idéntica por su triunfo,
y el salto del langosto ahora mismo,
y la hierba mal regada bajo mi bañador,
yel higo trasnochado en la nevera,
y el perro lamiéndome los pies cuando salgo del río
y yo le huelo más que él a mí,
y el amor, y tu nombre,
y el vestido que me pongo,
y mi cuerpo interior como yo misma,
y el recuento de tu voz,
y otra vez el río,
y la cerveza y el panchito que te dejo,
y el verde tristón de este verano que es rojo,
y éste y único para tu nombre,
para decir que tengo tu frasco de ahora mismo,
y tu sentido, y tu olfato,
y el garabato que sale de tu lengua.
Yo soy todo lo que tú eres en este julio del demonio,
frita como los pájaros al mediodía
y cansada como un perro a las cuatro de la tarde
Escribirte esta carta es escribirla,
y así lo hago;
letras que me salen de esta forma aparatosa y santa
y sólo para tu armario donde me guardas el surco.
El balcón se ha abierto para mí, estoy en mi casa.
Me entra la luz, lo que dura la tarde,
lo que quiero atar de corazón y simiente
si no vacío mi rincón y la sal.

Un periódico se ha hecho amigo del aire
y viaja, y viene, sin descanso.
¿Dónde está la cigüeña de que me hablaban?
¿Quién comunica el calor al rostro?
Ceras al lado del altar,
bellotas en la encina para la tarde,
viaja todo, no baja el avión,
mi blusa abierta como una ventana,
rezo por el olvido, por el olvido no rezo,
una nube en vez de ese trozo azul,
mi vestido, mi recuerdo,
esta compasión para seguir mi calle.
Qué bien, ya el carro que regresa por Moraleja,
el ovillo de los hilos está guardando porque rodó;
la vocación de cubrir, de adorar lo que se escapa,
Moraleja abierta, dormida en su sal poco astuta,
porque ella no se ve, no monta tanto,
el tiempo está en una hora más que su alianza.

Así va julio.
Nombre de hombre cerca de mi ternura tuya, no me estoy equivocando.
Cabecea la campana a las ocho,
oración para cuatro, para mí y somos cinco;
la caja rodando,
mi balcón abierto, mi blusa, mi ventana;
cuando me toque ir a dormir lo haré
abriéndome de nuevo nuestro rostro que comparto;
los lazos, yo no tengo lazos,
y bebo el agua desde mi puente,
arriba un quiosco nuevo, legiones de cerezas perdidas,
mi lágrima que no se pierde.
Rezo por el olvido,
por el olvido no rezo,
la higuera es de verdad, verde, hojas desde abajo
para dorar las fuentes,
abuelo de su casa a la mia
y se recogen los besos
en cualquier mirada.
Tu nombre, me he olvidado de tu nombre,
te sigo escribiendo, perdona el lapsus,
sigo en tu baúl, amor escondido aquí
y en la otra tierra donde tú vives.

Y tu nombre
no lo digo.

MARIO BENEDETTI




Chau número tres


Te dejo con tu vida
tu trabajo
tu gente
con tus puestas de sol
y tus amaneceres 

sembrando tu confianza 
te dejo junto al mundo
derrotando imposibles
seguro sin seguro 

te dejo frente al mar
descifrándote a solas
sin mi pregunta a ciegas
sin mi respuesta rota 

te dejo sin mis dudas
pobres y malheridas
sin mis inmadureces
sin mi veteranía 

pero tampoco creas
a pie juntillas todo
no creas nunca creas
este falso abandono

estaré donde menos
lo esperes
por ejemplo
en un árbol añoso
de oscuros cabeceos 

estaré en un lejano
horizonte sin horas
en la huella del tacto
en tu sombra y mi sombra 

estaré repartido
en cuatro o cinco pibes
de esos que vos mirás
y enseguida te siguen 

y ojalá pueda estar
de tu sueño en la red
esperando tus ojos
y mirándote. 

RUBEN DARIO



Sobre el diván


Sobre el diván dejé la mandolina
y fui a besar la boca purpurina,
la boca de mi hermosa Florentina.

Y es ella dulce y rosa y muerde y besa;
y es una boca rosa, fresa;
y Amor no ha visto boca como esa.

Sangre, rubí, coral, carmín, claveles,
hay en sus labios finos y crueles,
pimientas fuertes, aromadas mieles.

Los dientes blancos riman como versos,
y saben esos finos dientes tersos,
mordiscos caprichosos y perversos.


AMADO NERVO




El día que me quieras tendrá más luz que junio...


El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas
irán por las laderas
saltando cristalinas
el día que me quieras.

El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.

Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas,
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!

Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.

El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa; cada arrebol, miraje
de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.

El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.

PABLO NERUDA



Soneto II

¡Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso,
qué soledad errante hasta tu compañía!
Siguen los trenes solos rodando con la lluvia.
En Taltal no amanece aún la primavera.

Pero tú y yo, amor mío, estamos juntos,
juntos desde la ropa a las raíces,
juntos de otoño, de agua, de caderas,
hasta ser sólo tú, sólo yo juntos.

Pensar que costó tantas piedras que lleva el río,
la desembocadura del agua de Boroa,
pensar que separados por trenes y naciones

tú y yo teníamos que simplemente amarnos,
con todos confundidos, con hombres y mujeres,
con la tierra que implanta y educa los claveles.