"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 1 de marzo de 2020
DULCE MARIA LOYNAZ
Yo te fui desnudando de ti mismo...
Yo
te fui desnudando de ti mismo,
de los «tus» superpuestos que la vida
te había ceñido...
de los «tus» superpuestos que la vida
te había ceñido...
Te
arranqué la corteza -entera y dura-
que se creía fruta, que tenía
la forma de la fruta.
que se creía fruta, que tenía
la forma de la fruta.
Y
ante el asombro vago de tus ojos
surgiste con tus ojos aún velados
de tinieblas y asombros...
surgiste con tus ojos aún velados
de tinieblas y asombros...
Surgiste
de ti mismo; de tu misma
sombra fecunda, intacto y desgarrado
en alma viva...
sombra fecunda, intacto y desgarrado
en alma viva...
TAHAR BEN JELUN
Las
muchachas de Tánger
Las muchachas de Tánger
llevan una estrella en cada seno. Cómplices de la noche y de los vientos, viven
dentro de conchas en riveras de ternura. Vecinas del sol que les sopla por la
mañana igual que una lágrima en la bota, poseen un jardín. Un jardín escondido
en el alba, en alguna parte de la vieja ciudad donde los poetas fabrican barcas
para las aves gigantes de la leyenda. Ellas trenzaron un hilo de oro en la
cabellera rebelde. Bellas como la llama encendida en la soledad, como el deseo
que levanta los párpados de la noche, como la mano que se abre a la ofrenda,
fruto de los mares y de las arenas. Van por la ciudad esparciendo la luz del
día y ofreciendo de beber a los hombres que están suspendidos de las nubes.
Pero la ciudad tiene dos rostros: uno para amar, el otro para traicionar. El
cuerpo es un laberinto trazado por la gacela que robó la miel de los labios de
la niña. Una estola color malva o tinta anudada en la frente para proteger la
palabra de la noche en el cuerpo virgen. Una flor sin nombre creció entre dos
piedras. Una flor sin perfume encendió el fuego en el velo del día ajado. Una
hendidura en los labios por donde pasa la música que hace danzar a los espejos.
Las muchachas, bajadas de una cresta vecina, desnudas detrás del velo del
cielo, muerden una fruta madura. Llueve la escama en el velo. El velo se vuelve
arroyo. Las muchachas, sirenas que hacen el amor con las estrellas. Las
muchachas de Tánger se despertaron esta mañana. Llevaban arena entre los
pechos. Sentadas en un banco del jardín público. Huérfanas.
De: “Los almendros murieron
por sus heridas”
CARL SANDBURG
Dos vecinos
Rostros de dos eternidades me miran sin cesar.
Uno es de Omar Jayam y la roja materia
en que los hombres olvidan el ayer y el mañana
y recuerdan sólo las voces y las canciones,
los relatos, los periódicos y las peleas de hoy.
Otro es de Louis Cornaro y el flaco favor
de las lentas, breves comidas a través de los lentos,
breves años,
para dejar que la Muerte abra la puerta lentamente,
una breve rendija.
Tengo un vecino que jura por Omar.
Tengo un vecino que jura por Cornaro.
Los dos son felices.
Rostros de dos eternidades me miran sin cesar.
Que miren.
Rostros de dos eternidades me miran sin cesar.
Uno es de Omar Jayam y la roja materia
en que los hombres olvidan el ayer y el mañana
y recuerdan sólo las voces y las canciones,
los relatos, los periódicos y las peleas de hoy.
Otro es de Louis Cornaro y el flaco favor
de las lentas, breves comidas a través de los lentos,
breves años,
para dejar que la Muerte abra la puerta lentamente,
una breve rendija.
Tengo un vecino que jura por Omar.
Tengo un vecino que jura por Cornaro.
Los dos son felices.
Rostros de dos eternidades me miran sin cesar.
Que miren.
Versión de Miguel
Martínez-Lage
De: "Poemas de
Chicago"
JUAN CARLOS SUÑEN
Uno se
queda sólo
sin entrar en detalles.
Uno se queda a medias en su vaso de vino,
a medias en su pan. Y cómo puede
no volverse su embozo tan pesado,
tan gastado en el hombre, que alguien sepa
poner allí más verbo
que este que da comienzo a la altura del pomo,
este que se interroga
entre la voluntad y la añoranza.
Uno sale a la calle para probar sus dados
sobre la vieja manta de la noche.
sin entrar en detalles.
Uno se queda a medias en su vaso de vino,
a medias en su pan. Y cómo puede
no volverse su embozo tan pesado,
tan gastado en el hombre, que alguien sepa
poner allí más verbo
que este que da comienzo a la altura del pomo,
este que se interroga
entre la voluntad y la añoranza.
Uno sale a la calle para probar sus dados
sobre la vieja manta de la noche.
De: "Por fortunas
peores" 1991
PEDRO GANDIA
Credo in unum satanum
Ungido
con los besos de tus siete
Serpientes
de la sombra, negro dios,
Desde
lo más profundo de la carne
Negada
de los astros, te suplico
Que
me arrojes tal dardo venenoso
Al
tesoro obsesivo del no-ser.
(1986)
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