jueves, 16 de julio de 2020


CECÍLIA MEIRELES





¡Cuántas cosas pensé que eran sublimes…



¡Cuántas cosas pensé que eran sublimes,
merecedoras de abundantes lágrimas!
¿Cuáles eran? Las lágrimas del recuerdo,
y las pensativas planicies
por donde extendieron sus largos ríos.
Mas no llevan ninguna voz, esas aguas.
Todo fue ahogado y sepultado.
Mayores que las cosas lloradas
eran las lágrimas que las lloraron.
Y a distancia,
su imagen es una soledad ya sin sentido,
mapa falso que nuestro viaje abandona,
pues vamos siempre más allá de todo, más lejos…


EMILY DICKINSON





En mi jardín avanza un pájaro…



En mi jardín avanza un pájaro
sobre una rueda con rayos-
de música persistente
como un molino vagabundo-
jamás se demora
sobre la rosa madura-
prueba sin posarse
elogia al partir,
cuando probó todos los sabores-
su cabriolé mágico
va a remolinear en lontananzas-
entonces me acerco a mi perro,
y los dos nos preguntamos
si nuestra visión fue real-
o si habríamos soñado el jardín
y esas curiosidades-
¡pero él, por ser más lógico,
señala a mis torpes ojos-
las vibrantes flores!
¡Sutil respuesta!



SOFÍA CASANOVA





Seguid la carretera que tendida…



Seguid la carretera que tendida
entre prados está
como inmenso reptil de fina escama
parado a descansar,
y una plaza, antesala de una aldea,
por fin encontraréis
donde la vieja iglesia está orgullosa
de su misma vejez.
Y allí donde agrupadas las acacias
al declinar el sol
parecen los guardianes que se estrechan
para velar mejor;
allí donde las brumas misteriosas
flotan entre la luz;
donde corta el escueto campanario
el horizonte azul;
allí donde las negras cordilleras
parecen a mi afán
negras perlas formando de los valles
el sombrío collar,
está la pobre aldea que idolatro
porque en ella nací,
cuando el otoño descolora impío
de la selva el matiz.
Mi hogar perdido en la olvidada aldea
contemplad con amor
y en su iglesia rezad, que allí he rezado
mi primera oración.
¡Mi aldea! Quiero verla, quiero sola
sus playas recorrer
y aspirar en sus auras nueva vida,
la vida de la fe.
¡Llevadme, por favor! Busco armonías
que sólo encuentro allí,
secreto de sus noches y sus olas
que cantan al gemir.
Quiero, Galicia, en tu adorado seno
mi tristeza cantar,
tú, que vives, cual yo, desventurada,
tú me comprenderás.
Quiero en tus soledades dar al mundo
mi postrimer adiós…
y en tu iglesia rezar entre mis lágrimas
mi postrera oración.


WANG WEI



  

De cara a la alta torre de guardia una despedida al comisionado Li



Nos separamos y veo desde la torre
La llanura del río toda oscurecida
El sol descendido y los pájaros volando a casa
El viajero está en camino.


WALLADA BINT AL-MUSTAKFI





Tengo celos de mis ojos, de mí toda

  

Tengo celos de mis ojos, de mí toda,
de ti mismo, de tu tiempo y tu lugar.
Aún grabado tú en mis pupilas,
Mis celos nunca cesarán.



JOSÉ BATRES MONTÚFAR





Es un joven desgraciado…



Es un joven desgraciado
como una rosa marchita,
frescura y color le quita
el sol que la ha marchitado.

Apenas la sombra queda
de la forma que perdió:
Ya el olor se disipó,
no hay quién volvérselo pueda.

Huye de todo consuelo,
que el infeliz no le tiene:
Ni esperanza le mantiene,
éste grato don del cielo.

En su profundo estupor
y desesperada calma,
ya no lisonjea su alma
ni la gloria ni el honor.

Cómo un volcán abrazado
su adolescencia pasará,
¡cuán violento palpitará
su corazón arrojado!

Hoy para él todo está muerto
que el corazón arrogante
cayó frío en un instante
y de tristeza cubierto.

Otro hombre jamás ha habido
que algún bien no haya gozado;
más él siempre desgraciado
y nunca dichoso ha sido.

La esperanza ni una vez
vino a alimentarle un rato;
no tendrá un recuerdo grato
con qué aliviar su vejez.

Mírale, tierna doncella,
mira aquella alma postrada;
que enciende una tu mirada
la vida que aún resta en ella.

Para la piedad naciste,
tu misión es la ternura;
no seas con él tan dura;
velo: casi ya no existe.

Más ¿rehúsas doncella hermosa,
dar fin a tan cruel tormento?
¿No te mueve ni un momento
su desdicha lastimosa?

Ya su mal está calmado
¡Oh muerte! ¡Oh nada desierta!
abre, eternidad, tu puerta
para que entre un desgraciado.