viernes, 28 de agosto de 2015

DAMSI FIGUEROA




Si fuese la judía



Si fuese la judía
Abriría las puertas de la ciudad
de un soplo
Soportaría la injuria del cautiverio
Viuda y virgen sería
A la vez
Devoradora de ejércitos
Y le bastaría ser hombre
para caminar erguida sobre sus muertos
Pero a la judía
le bastó ser mujer
para beber en exceso
para comer en exceso
y pasear por los sueños desnudos
de los asirios
Inventiva solitaria
Amamantadora universal
Razón del tiempo y de la historia
Si fuese la judía
Levantaría con su belleza
Los templos caídos de la Tierra
Cortaría la cabeza de Holofernes
para saltar a la luz
desde su cueva
Pero es Judith la que espera
por el espejo encorvado de su destino
Nuestra Judith aún no está bendita
y envejece a la par
de los cortejos de Eleofonte
El tejedor de cantos opacos
como el aura
de su propio culo reseco.


PEDRO SALINAS




Renacimiento de Venus



Donde estuvo la nube ya no hay nube;
los ojos, que la piensan.

Absoluto celeste, azul unánime
sin ave, sin su anécdota.

Al célico sosiego otro marino
sosiego le contesta.

Las últimas congojas de la ola
playa se las consuela.

Tanto sollozo en leve espuma acaba,
y la espuma en la arena.

Le basta un color solo a tanto espacio,
sin vela que disienta.

El mar va por el mar buscado azules
y a un azul los eleva.

Está el día en el fiel. La luz, la sombra
ni más ni menos pesan.

Dentro del hombre ni esperanza empuja
ni memoria sujeta.

El presente, que tanto se ha negado,
hoy, aquí, ya, se entrega.

¡Presente, si, hay presente! Ojos absortos
felices le contemplan.

El tiempo abjura de su error, las horas,
y pasa sin saberlas.

Aves, ondinas, callan, y de voces
vacío el aire dejan.

La dilatada anchura del silencio
de silencio se llena.

Es el vivir tan tenue, que no ata;
la cautiva se suelta.

Por las campiñas, ya, del puro ser
viene, va, se recrea.

Está el mundo tan limpio, que es espejo:
la escapada lo estrena.

Radiante mediodía. En él, el alma
se reconoce: esencia.

Segunda, y la mejor, surge del mar
la Venus verdadera.


VICENTE ALEIXANDRE




Se querían



Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente sólo.

Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.





AMADO NERVO




El agua que corre bajo la lluvia


Yo canto al cielo porque mis linfas ignoradas
hacen que fructifiquen las savias; las llanadas,
los sotos y las lomas por mí tienen frescura.
Nadie me mira, nadie; más mi corriente obscura
se regocija luego que viene primavera,
porque si dentro hay sombras, hay muchos tallos fuera.

Los gérmenes conocen mi beso cuando anidan
Bajo la tierra, y luego que son flores me olvidan.
Lejos de sus raíces las corolas felices
no se acuerdan del agua que regó sus raíces...
¡Qué importa! Yo alabanzas digo a Dios con voz suave.
La flor no sabe nada, ¡pero el Señor sí sabe!

Y canto a Dios corriendo por mi ignoto sendero,
dichosa de antemano; porqué seré venero
ante la vara mágica de Moisés; porque un día
vendrán las caravanas hacia la linfa mía;
porque mis aguas dulces, mientras que la sed matan,
el rostro beatífico del sediento retratan
sobre el fondo del cielo que los cristales yerra;
porque copiando el cielo lo traslado a la tierra,
y así el creyente triste, que el él su dicha fragua,
bebe, al beberme, el cielo que palpita en mi agua,
y como en ese cielo brillan estrellas bellas,
el hombre que me bebe comulga con estrellas.

Yo alabo al Señor bueno porque, con la infinita
pedrería que encuentro de fuegos policromos,
forjó en las misteriosas grutas la estalactita,
pórtico del alcázar de ensueño de los gnomos;
porque en oculto seno de la caverna umbría
doy de beber al monstruo que tiene miedo al día.
¡Qué importa que mi vida bajo la tierra acabe!
Los hombres no lo saben, pero Dios si lo sabe.

Así me dijo el Agua que discurre por los
antros, y yo: -¡Agua hermana, bendigamos a Dios!



De: La hermana agua

ANTONIO MACHADO




Arde en tus ojos un misterio, virgen...



Arde en tus ojos un misterio, virgen
esquiva y compañera.

No sé si es odio o es amor la lumbre
inagotable de tu aljaba negra.

Conmigo irás mientras proyecte sombra
mi cuerpo y quede a mi sandalia arena.

-¿Eres la sed o el agua en mi camino?
Dime, virgen esquiva y compañera.


De: Del camino


JULIA GALEMIRE

  


Oblicua desde la lluvia
A Silvia Lago



En alguna sombra del
paisaje
oigo la flor
llorar
a la flor
que baja oblicua
desde la lluvia.
Ella solo quiere ser
nube
escondida en una fábula
del aire.
Lejos de los seres
y de las palabras.


De: La Escritura o el sueño