"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
viernes, 2 de abril de 2021
ELSE LASKER-SCHÜLER
Oh,
quiero salir del mundo
Entonces
llorarás por mí.
Hayas
sangrantes avivan
mis
sueños guerreros.
Por
lóbregas malezas
debo
ir,
por
zanjas y aguas.
Siempre
rompe impetuosa ola
en
mi corazón;
enemigo
interior.
¡Oh,
quiero salir del mundo!
Pero
incluso desde lejos
enloqueceré,
titilante luz,
junto
a la tumba de Dios.
MÓNICA ZEPEDA
Lejos
de lo posible
Lejos de lo posible y bajo el umbral,
me tumbé a llorar no la lágrima, sino al hombre,
los relámpagos en mi cabeza, el sudor nocturno
y frío, los tiempos necesarios, la salud y el cáncer
de mama de mi madre. Me tumbé sobre la idea
de vivir después de ti y se escapó de mis manos
lo que entonces parecía tan inalcanzable.
Aunque
se escarbe hasta el fondo de la última
palabra algún enigma, los valles y temores,
situados en la geografía íntima e individual,
se conduelen casi siempre propios
y ajenos a uno mismo.
¿Acaso
dilapidó el pan las migajas
de lo que fuimos, de lo que soy,
de esto que ha sido año tras año, adiós tras adiós,
conjugar el musgo al talón a orillas del río?
Pongamos
sobre la mesa el aplauso,
el regocijo, los semblantes de alegría.
Mañana terminará el ayer y el hambre
que sentíamos nuestra nunca nos perteneció.
Festejemos,
pues, el umbral, lejos de lo posible.
JORGE RUIZ DUEÑAS
25
de noviembre
Cuando
el año quiebra la cintura
y
los desastres interiores
ilustran
nuestras vidas
la
familia Tanaka recorre el estero
y todo el 25 de noviembre
Mishima
preparó su muerte el mismo día
Para
ello:
abrió obsesiones por el bajo vientre
y entregó su inteligencia a la decapitación
La
familia Tanaka cumple con sus tradiciones:
rescata
las pequeñas especies
respeta
la vejez
y no
aspira al coraje del séppuku
Adopta
fábulas menos terribles
y duraderas
Procura
leer poco a Mishima
NICOLÁS FERNÁNDEZ DE MORATÍN
Aplauso
a Dorisa
Bendita
sea la hora, el año, el día
y la
ocasión y el venturoso instante
en
que rendí mi corazón amante
a
aquellos ojos donde Febo ardía.
Bendito
el esperar y la porfía
y el
alto empeño de mi fe constante
y
las saetas y arco fulminante
con
que abrasó Cupido el alma mía.
Bendita
la aflicción que he tolerado
en
las cadenas de mi dulce dueño
y
los suspiros, llantos y esquiveces,
los
versos que a su gloria he consagrado
y
han de vencer del duro tiempo el ceño,
y
ella bendita innumerables veces.