"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
martes, 28 de septiembre de 2021
CARLOS MARZAL
Autorretrato
Mentira:
el perfume
la voz
el encaje
la mujer de plástico
flor y ángel.
Verdad:
esqueleto y piel
angustia
pensamiento
eterna herida
inacabada.
VICENTE GAOS
Amo
el otoño y amo su tristeza,
su cielo gris, sus árboles borrosos
entre la niebla, vagamente hermosos...
¿No amáis también vosotros la belleza
desnuda
del otoño? El alma empieza
a hacerse buena y honda. ¡Y qué piadosos
se hacen los viejos sueños ardorosos!
¡Qué humana ahora la naturaleza!
Oh
cielo bajo, luz tan tamizada,
luz tan vencida, compasivo empeño
de dar al hombre asilo y sombra amada.
No
sé si el mundo es ya triste o risueño.
Dios se ha dormido. El alma está callada.
Se me ha llenado el corazón de sueño.
PERE GIMFERRER
En invierno, la lluvia dulce en los parabrisas...
En invierno, la lluvia dulce en los parabrisas, las carreteras
brillando hacia el
océano,
la viajera de los guantes rosa, oh mi desfallecido corazón, clavel
en la solapa del
smoking,
muerto bajo el aullido de la noche insaciable, los lotos en la niebla,
el erizo de mar al fondo
del armario,
el viento que recorre los pasillos y no se cansa de pronunciar
tu nombre.
Ella venía por la acera, desde el destello azul de Central Park.
¡Cómo me dolía el pecho sólo con verla pasar!
Sonrisa de azucena, ojos de garza, mi amor,
entre el humo del snack te veía pasar yo.
¡Oh música, oh juventud, oh bullicioso champán!
(Y tu cuerpo como un blanco ramillete de azahar...)
Los jardines del barrio residencial, rodeados de verjas,
silenciosos,
dorados, esperan.
Con el viento que agita los visillos viene un suspiro de
sirenas nevadas.
Todas las noches, en el snack,
mis ojos febriles la vieron pasar.
Todo el inviemo que pasé en New York
mis ojos la buscaban entre nieve y neón.
Las oficinas de los aeropuertos, con sus luces de clínica.
El paraíso, los labios pintados, las uñas pintadas, la sonrisa,
las rubias
platino, los escotes, el mar verde y oscuro.
Una espada en la helada tiniebla, un jazmín detenido
en el tiempo.
Así llega, como un áncora descendiendo entre luminosos
arrecifes,
la muerte.
Se empañaban los cristales con el frío de New York.
¡Patinando en Central Park sería un cisne mi amor!
Los asesinos llevan zapatos de charol. Fuman rubio, sonríen.
Disparan.
La orquesta tiene un saxo, un batería, un pianista. Los cantantes.
Hay un
número de strip-tease y un prestidigitador.
Aquella noche llovía al salir. El cielo era de cobre y luz
magnética.
LEIDY BIBIANA BERNAL
Silencio
Ni escribir sobre los pájaros
ni
fotografiarlos.
Sólo asistir a su vuelo.
Abandonar la intención
de eternizarlos en la palabra y la imagen.
Perpetuarse en la fugacidad
de su travesía por la mirada.
Callar, con las manos y con los ojos.
Callar, no para fingir el silencio
que dejan a su paso
sino para serlo.
De: “Pájaro de piedra”
JOSÉ P. SERRATO
El abuelo
Fue
albañil
No
para acabar con el hambre
sino
para arrojar el polvo
y
dejarlo suspendido.
LUIS DE GONGORA Y ARGOTE
Canción
¡Qué
de envidiosos montes levantados,
de nieves impedidos,
me contienen tus dulces ojos bellos!
¡Qué de ríos del hielo tan atados,
del agua tan crecidos
me defienden el ya volver a vellos!
Y, cuál, burlando de ellos
el noble pensamiento,
por verte viste plumas, pisa el viento!
Ni a
las tinieblas de la noche oscura
ni a los hielos perdona,
y a la mayor dificultad engaña;
no hay guardas hoy de llave tan segura,
que nieguen tu persona,
que no desmienta con discreta mañana,
ni emprenderá hazaña
tu esposo cuando lidie,
que no registre él, y yo no envidie.
Allá
vuelas, lisonja de mis penas,
que con igual licencia
penetras el abismo, el cielo escalas;
y mientras yo te aguardo en las cadenas
de esta rabiosa ausencia,
el viento agravian tus ligeras alas.
Ya veo que te calas
donde bordada tela
un lecho abriga y mil dulzores cela.
Tarde
batiste la envidiosa pluma,
que en sabrosa fatiga
vieras (muerta la voz, suelto el cabello)
la blanca hija de la blanca espuma,
no sé si en brazos diga
de un fiero Marte, de un Adonis bello,
y anudada a su cuello,
podrás verla dormida,
y a él casi trasladado a nueva vida.
Desnuda
el brazo, el pecho descubierta,
entre templada nieve
evaporar contempla un fuego helado,
y al esposo en figura casi muerta,
que el silencio le bebe
del sueño, con sudor solicitado;
dormid, que el dios alado,
de vuestras almas dueño,
con el dedo en la boca os guarda el sueño;
dormid,
copia gentil de amantes nobles,
en los dichosos nudos
que a los lazos de amor os dio Himeneo;
mientras yo, desterrado, de estos robles
y peñascos desnudos
la piedad con mis lágrimas granjeo;
coronad el deseo
de gloria, en recordando;
sea el lecho de batalla campo blando.
Canción, di al pensamiento
que corra la cortina,
y vuelva al desdichado que camina.