"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
domingo, 9 de abril de 2017
ANIBAL NÚÑEZ
Una
palabra para hacer llover
está sobre el armario. No la toques
que lloverá en la estepa y los armarios
saldrán mañana a flote en los pasillos mudos.
está sobre el armario. No la toques
que lloverá en la estepa y los armarios
saldrán mañana a flote en los pasillos mudos.
CÉSAR DÁVILA ANDRADE
En que lugar
Quiero
que me digas; de cualquier
modo debes decirme,
indicarme. Seguiré tu dedo, o
la piedra que lances
haciendo llamear, en ángulo, tu codo.
Allá, detrás de los hornos de quemar cal,
o más allá aún,
tras las zanjas en donde
se acumulan las coronas alquímicas de Urano
y el aire chilla como jengibre,
debe de estar Aquello.
Tienes que indicarme el lugar
antes de que este día se coagule.
Aquello debe tener el eco
envuelto en sí mismo,
como una piedra dentro de un durazno.
Tienes que indicarme, Tú,
que reposas más allá de la Fe
y de la Matemática.
¿Podré seguirlo en el ruido que pasa
y se detiene
súbitamente
en la oreja de papel?
¿Está, acaso, en ese sitio de tinieblas,
bajo las camas,
en donde se reúnen
todos los zapatos de este mundo?
modo debes decirme,
indicarme. Seguiré tu dedo, o
la piedra que lances
haciendo llamear, en ángulo, tu codo.
Allá, detrás de los hornos de quemar cal,
o más allá aún,
tras las zanjas en donde
se acumulan las coronas alquímicas de Urano
y el aire chilla como jengibre,
debe de estar Aquello.
Tienes que indicarme el lugar
antes de que este día se coagule.
Aquello debe tener el eco
envuelto en sí mismo,
como una piedra dentro de un durazno.
Tienes que indicarme, Tú,
que reposas más allá de la Fe
y de la Matemática.
¿Podré seguirlo en el ruido que pasa
y se detiene
súbitamente
en la oreja de papel?
¿Está, acaso, en ese sitio de tinieblas,
bajo las camas,
en donde se reúnen
todos los zapatos de este mundo?
FRANCISCO GONZÁLEZ DE LEÓN
Huele a frío
Huele a frío.
La mañana es un diáfano y certero
carámbano tallado por febrero.
¡Febrero loco!
Las horas tienen un compás de espera.
Huele a frío, que huele a coco
y a hojas de higuera.
Al volver una esquina se desmorona
todo un vaho de tahona
que convida
a desayunarse vida;
y en lógica promiscuidad,
mi espiritualidad
se siente fisiológica.
Perspectivas coloniales
injertas es bulevar;
algún aparador madrugador
espejo que en su cristal retrata
las prisas de alguna beata.
Amplitudes en la acera
y en el aire,
olor a coco
y a hojas de higuera.
En la mente un recuerdo se devana.
Quizás una novela
recóndita y arcana;
tal vez algún desvío.
Azul de la mañana,
cariño mío,
huele a frío,
huele a frío,
huele a frío.
(Voces de órgano)
GUILLERMO E. PILÍA
Marsella, 9 de mayo de 1891
Aquélla
–mi pierna derecha– cuántas
ciudades
recorrió, cuántos países...
Juntos
cruzamos los Vosgos a pie;
fuimos
tras un circo ambulante desde Hamburgo
hasta
Suecia; más tarde a las canteras
de
Chipre y a los puertos del Mar Rojo.
Y
nunca pensé en ella hasta esa noche
en
que el tumor me dijo que no iba a seguirme
ya
más, en que entendí que se me haría
desde
entonces cada vez más extraña,
del
tiempo del ajenjo y de las letras.
Como
un paraguas que por torpeza se olvida
al
terminar la lluvia, así la veo
ahora
solitaria en esa mesa
del
quirófano de la Concepción,
envuelta
en unos trapos manchados de sangre,
pálida
en la borrachera del éter
y
empolvada de sol. Quizá una hermana
de
hábito blanco más tarde vendrá
para
llevarla al crematorio. Poco vale
aquí
la pierna cancerosa de un francés
que
vivía del comercio en el África.
De: “Ojalá el tiempo tan sólo fuera lo que
se ama”
LUCIANA MELLADO
Inclinaciones del Habla 1
Cuánto
me gustaba esa destreza que tenías
para
arrojar palabras por la boca entreabierta,
chiflando
entre los dientes y cansado
como
un inmortal cuando despierta.
Cuánto
me gustaban los indicios en tu cuerpo
cuando
afilabas el lenguaje y lo lanzabas
como
microbio o como hacha arrojada / al aire
sin
darte vuelta a ver la sangre
del
herido, el infectado.
Cuánto
me gustaba la estridencia de tus manos
cuando
escribían sobre la infancia y la belleza
como
los santos o los mudos
que
huelen a rosas.
De: “Crujir el habla”
MARTA BRAIER
La
terraza
Anoche vino el sueño a herir
cuando ya poco sabemos
del agua clara irrenunciable
Subíamos a la terraza
a contemplar el mundo
Hoy ni alcanzo a verte
(los hombrecitos de Magritte
caen con sus paraguas
desde el lluvioso cielo)
un sol despiadado
se pierde entre los árboles
Pero, vamos. Hay que andar la calle
y el empedrado irrita
Anoche vino el sueño a herir
Eso es todo: la sed
apagándose apagándose
De: "Esta es la tierra, corazón"
Anoche vino el sueño a herir
cuando ya poco sabemos
del agua clara irrenunciable
Subíamos a la terraza
a contemplar el mundo
Hoy ni alcanzo a verte
(los hombrecitos de Magritte
caen con sus paraguas
desde el lluvioso cielo)
un sol despiadado
se pierde entre los árboles
Pero, vamos. Hay que andar la calle
y el empedrado irrita
Anoche vino el sueño a herir
Eso es todo: la sed
apagándose apagándose
De: "Esta es la tierra, corazón"
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