domingo, 16 de agosto de 2020


ALEX FLEITES




⟨⟩



adentro era un domingo
sin palabras

había poca luz

el salmón que escapó
de casi todo
vino a encallar
en nuestra mesa

brad mehldau
amenizaba
la carrera de hormigas
pésima elección
las locas se ponían
a marcar el ritmo

afuera el mundo
era un acuario
la gente respiraba
la brisa incendiaria
quería decirnos algo
pero se marchaba
nadando el resplandor

tu jugabas a ordenar
rostros vencidos
hechos al arte de la espera

yo me daba palmadas
en la frente
por un verso feliz
que a otro se le había
antes revelado

después de comer
tradujimos
de dylan el “desaire”

estábamos podridos de amar
lo incomprensible

aquí se podía besar sin previo aviso
aquí se podía ejercer la desnudez
y ungirla con vino rojo
y briznas de tierra lloviznada

al cerrarse el símbolo
quedaron limitados los espacios

no me habría importado
permanecer del otro lado
si hubiera podido impedir
una vez más
la disolución de tu sombra
de espaldas
alejándose

*


JUAN CLEMENTE ZENEA Y FORNARIS




Soneto



Dichoso el hombre que sensible y tierno
en la heredad de su familia espera,
poder sembrar el grano en primavera
y recoger el fruto en el invierno.

Dichoso aquel que con placer interno
celebrando una boda placentera,
elige por esposa y compañera
una vecina del hogar paterno.

Mas ¡ay!

del triste a quien la fiebre abrasa
y en tierra extraña suspirando siente
que muere el alma en eternal desmayo!

¡Oh!

trasportadme a mi paterna casa,
y allí dejadme calentar la frente
del sol de Cuba al abrasante rayo!


JOSEPH BRODSKY




Carta a un amigo romano

(De Marcial)



Sopla el viento hoy, las olas se encaraman.
Se acerca el otoño y trocará toda la vista.
Y, Póstumo, este mudar de tonos te llega más al alma
que ver cómo se cambia de vestido la amiga.

De una doncella gozas hasta un punto cierro,
que no supera el codo, la rodilla.
Cuánta más dicha en la belleza ajena al cuerpo:
a salvo del abrazo, la perfidia.

*

Te mando Póstumo, estos escritos.
¿Y en la capital? ¿La cama te hacen blanda, o te resulta dura?
¿Qué es del César? ¿Sigue aún con sus intrigas?
Con ellas sigue, imagino, y con su gula.

Me encuentro en mi jardín, arde una tea.
Sin una amiga, sin siervos, sin afectos.
Y en lugar de los pequeños y grandes de la tierra,
suena en concierto un zumbar de insectos.

*

Aquí yace un mercader de Asia. El mercader valía;
era hábil, aunque fuera discreto.
Murió deprisa: de unas fiebres. A hacer negocio había venido
y no, ciertamente, a acabar en esto.

Junto a él yace un legionario bajo un cuarzo grueso.
Dio gloria al Imperio en la batalla.
¡Pudo caer tantas veces! Pero murió de viejo.
Tampoco aquí, mi Póstumo, hay norma que valga.

*

Tal vez una gallina, en verdad, no llegue a ave,
mas hasta con su seso te lloverán los palos.
Si por fortuna en tierras del Imperio naces,
mejor que vivas junto al mar, en un rincón lejano.

Lejos del César, de fieros nubarrones,
de la adulación, el miedo, la premura.
¿Que todos sus gobernadores, dices, son ladrones?
Mejor quien roba que el que tortura.

*

Acepto esperar contigo que pase el aguacero,
hetera, pero sin regateos de mercado:
cobrar de quien te está cubriendo el cuerpo
es como reclamar las tejas a un tejado.

¿Tengo goteras, dices? Mas ¿y la prueba del delito?
No he dejado charco alguno en mi vida.
Verás, el día en que encuentres un marido,
como te dejará las sábanas perdidas.

*

Ya ves, ya hemos recorrido media vida.
Como me dijo un viejo esclavo en la taberna:
«Mirando alrededor tan sólo vemos ruinas».
Dura opinión, lo reconozco, pero cierta.

Estuve en las montañas. Un ramo aderezo con las flores.
Un jarro he de hallar, llenarlo de agua fresca…
¿Por Libia cómo va, mi Póstumo, o dónde te encuentres?
¿Será posible que aún siga la guerra?

*

¿Recuerdas, Póstumo, la hermana que el gobernador tenía?
Aquella delgadita, pero de gruesas ancas.
Llegaste a dormir con ella… Ahora es sacerdotisa.
Sacerdotisa, Póstumo, y con los dioses habla.

Ven, tomaremos vino, de pan acompañado.
O con ciruelas. Me contarás las nuevas.
Te pondré el lecho en el jardín, bajo el cielo despejado
y te diré cómo se llaman las estrellas.

*

Mi Póstumo, pronto tu amigo, amante de las sumas,
su vieja deuda pagará a tanta resta.
Encontrarás dinero bajo el cojín de plumas;
para el entierro al menos basta, me parece.

Ve en tu yegua negra donde las heteras viven,
allá, donde la villa alcanza la muralla.
Y págales lo mismo que por su arte piden,
para que por suma igual lloren mi marcha.

*

El verde del laurel que el temblor alcanza.
De par en par la puerta y polvo en la rejilla.
La silla, abandonada, vacía la estancia.
Y una tela que bebe el sol del mediodía.

El Ponto ronca sordo tras los pinos negros.
Combate con el viento un buque junto al cabo.
En un reseco banco se sienta Plinio el Viejo.
Murmura quedo un mirlo en un ciprés crespado.


BALDO RAMOS




Nunca volvemos



Nunca volvemos
por los caminos
que nos alejan de nosotros.


ELMAN TREVIZO




Masoquismo



No importa si el látigo se mueve como un gusano flojo.
Caerá la tarde y se despojará de lluvias este viento terco.
Se pronunciarán nombres de antiguos discípulos del agua,
y en la ciudad se reinventará otra vez la moda arcaica.
Allá afuera, junto a los puestos de baratijas,
no sabremos si esta canción simula un poema,
o el discurso de un hombre que vende más boletos apócrifos al cielo.

El látigo seguirá cayendo sobre la espalda brisa
que alguna vez supo los nombres de este cuarto con calles marcadas.

¿Sorda será la cara que cierra sus ojos? ¿La mía?
Solariego podrá versarse un nudo en la garganta, si tú no estás, aquí, sacrificándome.
Dándome motivos para sentir dolor,
para tocar las sonajas de mis senos,
con las que llamo así, a mis blancos oriundos.
Los lechones rollizos del alba.


ALTAÍR TEJEDA DE TAMEZ




La espera inútil



Abajo… la ciudad.
Arriba… el cielo.
Aquí, la abdicación de mi esperanza.
Cada estrella es un eco
de la voz misteriosa que me llama.
Cada soplo de brisa
es un beso en mi espalda.
Quiero decir tu nombre, pero tengo
un collar de silencio en la garganta.
Quiero mirar tu imagen
pero la ausencia extiende su pañuelo
y me venda la cara.
Quiero oír tu suspiro
negando la crueldad de la distancia
mas todo en vano…

Viajo en barca ligera, es de mañana;
quieta la mar y limpio el pensamiento.
Llena de ensueño el alma y sin insana
pasión, y libre el pensamiento.

Aprieta el sol su puño. La lejana
playa borrosa está… Un lamento
se escucha… Avanza la mañana
y el medio día me quema con su aliento.

No vislumbro aun la tarde. Sé que existe
y a veces, en mi sueño, la presiento:
la faz serena y la mirada triste.

Mí corazón se angustia. Y mientras llega
esa tarde que no lejana siento
rauda mi barca sin cesar navega.