martes, 10 de junio de 2014

MIGUEL ARTECHE SALINAS

 

Dama

 

Esta dama sin cara ni camisa,
Alta de cuello, suave de cintura,
Tiene todo el temblor de la hermosura
Que el tiempo oculta y el amor desliza.

Esta dama que viene de la brisa
Y el rango lleva de su propia altura,
Tiene ese no sé qué de la ternura
De una dama sin fin, bella y precisa.

Aunque esta dama nunca duerma en cama
Parece dama sin que sea dama
Y domina desnuda el mundo entero.
Esta dama perdona y no perdona.
Y para eso luce una corona
Esta dama que reina en el tablero.

 

 

NICOLÁS MARÉ


 
 

En la muerte se están parados
se están muertos en el espacio de la tumba vertical
los padres de la palabra, los ancestros

Absuelvo tus bocas hediondas todos tus libros
no quedará en este país nadie que condecore vivos
sólo los muertos se sentarán a mi mesa

Acaso pudiéramos confiar en alguna memoria
acaso yo pueda recordar mi cirugía natal
acaso lleven la frente en alto todos esos soldados

Lamentablemente la ceguera es colectiva.

 

 

DAMSI FIGUEROA


 


Autorreconocimiento

 


Yo no soy la que se pierde
tan pronto como se la encuentra
El amor en mí no se toca
se escribe
Yo no soy piadosa con los hombres de poca fe
no intercambio los calzones con nadie
en cambio asumo la desvergüenza
de una desnudez colectiva
en una casa de playa
o en una playa a secas
Yo no escribo para nadie
aunque intente escapar
y evite sacarte al baile
Tus malabares y piruetas
siempre exigen un aplauso cerrado
es decir, una palabra
Yo no me complico la vida
omitiendo adverbios y conjunciones
Patino por la hoja
y tapo los surcos amargos
con la sangre de mis amigos
Yo no hago el amor
lo desarmo
por el puro gusto de volverlo a armar
una y otra vez
hasta tener sexo
para olvidarme del amor
y de todos ustedes

 

 

VERÓNICA JIMÉNEZ


 

Él es un constructor de barcos

  

Lo veo andar entre las maderas
atento a la prédica viejísima de los mares.
Marca con un lápiz, clava, cepilla
y cuando termina su trabajo
emocionado por el olor fresco de la brea
cierra los ojos y bautiza

a las pequeñas barcas que se llaman
Susana, Santa Elvira, María Ester
o cualquier otra capitana de sirenas.

 

 

 

JUAN HERRERA


 

La torre de Babel

  

Aún
queda algo de invierno en la cortina
y es mi boca la que toma al río
donde la torre brilla en sus ahogados ventanales.
Todo se mueve en el vapor de la tarde
cuando aletean los paraguas en las avenidas que se vienen
hay sólo cadáveres mirándola
-de pronto pasa la noche en su auto dorado-
tensa ruge
presa de pánico.
Como una culebra erecta está la mole
híbridas sus múltiples paredes en la sombra.
Aún soy presa
con ella se bate mi dialecto
ella es uno de ellos
uno del circo de ruches para rato
-de pronto el guiño de las nubes-
sobre la cornisa me he parado a observarla
y un hedor perfora el aire
me trae el ruido de sus voces a mi oído
es la fiesta en lo alto de la multicantina
y doquier de banderas llameando sus escupos
opciones y cabinas con sus cuerpos pertinentes
hay fragmentos de mí devorándose
todo el colacha de los profetas y sus gritos
-de pronto mi boca que toma al río-
entre ellos me voy escalereando todo el edificio
ya
no queda nada de mi voz.

 

RODRIGO ROJAS


 

El nuevo mar del cielo

 

Luminosa pende la vida de los árboles
pudriéndose delicada y abundante.
Mientras las aguas se arrugan en la orilla,
el viento toma el vacío para llenarlo desde el borde.

Nuestra navegación se hacía
por el viento al que se llama Bolturno.
Mirando la barriga inflada del cielo
desplegamos nuestra tristeza sin atarla al mástil.
Pusimos la proa bajo el mediodía
y la nave corrió a palo seco.

Abandonamos todas las velas al viento,
los benditos trapos
se hincharon hacia nubes afiebradas.

Sueltos por el ramaje y el rugir de las aguas
fueron ángeles empapados.
Esos harapos que se perdían por los desfiladeros
nos pusieron de rodillas.
Dios sea loado en el torrente,
que hunda nuestro casco al sargazo
y nos sumerja en el nuevo mar del cielo.