"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 9 de diciembre de 2017
MANUEL JOSÉ OTHON
En las
noches tediosas y sombrías
buscan su nido en mi cerebro enfermo,
plegando el ala ensangrentada y rota,
mis antiguos recuerdos.
No vienen como alegres golondrinas
de la rústica iglesia a los aleros,
trayendo de la rubia Primavera
las blandas brisas y los tibios besos.
Vienen, como los pájaros nocturnos,
a acurrucarse huraños y siniestros
de la musgosa tapia en las ruinas
o de la vieja torre entre los huecos.
¡Que vengan en buena hora, que no tarden!
¿Por qué no se apresuran? ¡Los espero!...
¡Hace ya tantos años que dormito!
¡Hace ya tanto tiempo!
El negro muro del hendido claustro,
aunque roto y abierto,
aún se mantiene en pie, y en las ojivas
del campanario viejo,
si no hay esquilas que a la misa llamen
al asomar el matinal lucero
o anuncien la oración al campesino
y la hora del regreso
a las muchachas de la azul cisterna,
al pastor y al vaquero;
si ya no hay campanitas que repiquen
del santo titular a los festejos,
hay oquedades hondas y sombrías
que abrigarán en sus oscuros senos
a las lechuzas pardas y siniestras
y a los pájaros negros...
buscan su nido en mi cerebro enfermo,
plegando el ala ensangrentada y rota,
mis antiguos recuerdos.
No vienen como alegres golondrinas
de la rústica iglesia a los aleros,
trayendo de la rubia Primavera
las blandas brisas y los tibios besos.
Vienen, como los pájaros nocturnos,
a acurrucarse huraños y siniestros
de la musgosa tapia en las ruinas
o de la vieja torre entre los huecos.
¡Que vengan en buena hora, que no tarden!
¿Por qué no se apresuran? ¡Los espero!...
¡Hace ya tantos años que dormito!
¡Hace ya tanto tiempo!
El negro muro del hendido claustro,
aunque roto y abierto,
aún se mantiene en pie, y en las ojivas
del campanario viejo,
si no hay esquilas que a la misa llamen
al asomar el matinal lucero
o anuncien la oración al campesino
y la hora del regreso
a las muchachas de la azul cisterna,
al pastor y al vaquero;
si ya no hay campanitas que repiquen
del santo titular a los festejos,
hay oquedades hondas y sombrías
que abrigarán en sus oscuros senos
a las lechuzas pardas y siniestras
y a los pájaros negros...
CHARLES BAUDELAIRE
150. Epígrafe para un libro condenado
Lector
apacible y bucólico,
Ingenuo y sobrio hombre de bien,
Tira este libro saturniano,
Melancólico y orgiástico.
Ingenuo y sobrio hombre de bien,
Tira este libro saturniano,
Melancólico y orgiástico.
Si no
cursaste tu retórica
Con Satán, el decano astuto,
¡Tíralo! nada entenderás
O me juzgarás histérico.
Mas si de hechizos a salvo,
Tu mirar tienta el abismo,
Léeme y sabrás amarme;
Alma curiosa que padeces
Y en pos vas de tu paraíso,
¡Compadéceme!... ¡O te maldigo!
Con Satán, el decano astuto,
¡Tíralo! nada entenderás
O me juzgarás histérico.
Mas si de hechizos a salvo,
Tu mirar tienta el abismo,
Léeme y sabrás amarme;
Alma curiosa que padeces
Y en pos vas de tu paraíso,
¡Compadéceme!... ¡O te maldigo!
De "La muerte"
LORENA VENTURA
Simetría de la luz
Este
amor es un joven dinosaurio
que ha
tardado cien años en crecer:
más
tardará en desmoronarse.
Milenios
pasarán
para
que la puta muerte
le
clave los colmillos
y lo
enferme de miseria,
para
que el tizne de unos dedos
–envidiosos
de tanto y tanto amor
se
atrevan a tocarlo en su textura
–que es
de luz y de crisálida.
Este
amor vive en el silencio
que
rodea a la palabra
y de
nada vale treparse a la punta de los pies
o
alargar la mano
para
minar su territorio.
No deja
nunca de crecer.
Animal
largamente fatigado por la sed
frente a la espuma inalcanzable del lenguaje,
Aprendió
a decirlo todo
ayudado
por los pájaros:
grafías
subversivas que el viento
aprendió a ordenar.
Si
otros se atreven hoy a amar
–a
dejarse beber por el silencio
es por
su dulce sombra
unida
insalvablemente a nuestros nombres.
Lejos
de la marítima traición
de ir y
de volver
se
encuentra este amor
trazado
en el centro de la luz:
Toda
noche es ya una tinta mal cuidada
en el
cuaderno de los días.
ADRIANA TAFOYA
De la tristeza del poeta al bajar la marea
en la mesa de
lectura
Siempre
hay malos poetas
(afortunadamente
nos
vienen a leer —en verso sus incontinencias)
Algunos
tienen notables premios, otros
—como
yo— no los tenemos, pero
eso no
evita que como las olas
cada
cierto instante
regresemos
a estrellarnos contra ustedes
para
esculpirlos en escuchas
de la
poesía
(por
accidente)
al
igual que los peñascos
son
acariciados por los rumores del mar.
Innegable
es también
que si
no escribiéramos
nosotros,
los poetas malos (espuma de los mares),
los
grandes poetas no existirían
no podrían
formarse porque necesitan
a toda
costa
de
nuestras olas pequeñas
No
tendrían mar para crear sus tempestades
ni las
burbujas de las perlas para explotar
contra
todos (ustedes)
arrastrándolos
agua adentro
en sus
turbios aguajes
hasta
inundarlo todo
hasta
desaparecerlos
a
ustedes y sus gritos
con el
alarido de sus aguas
transformarlos
en mar mismo, desvanecerlos
en el
terrible
perverso silencio
de la
paz de la tierra
y
asimilarlos así, irremediablemente
convertidos
en poesía.
ELIANA MALDONADO
Agua
Agua, no huyas de la sed, detente.
José Gonzalo, Villa Hermosa, Tabasco
Agua no
huyas de mi sed,
humedece
mi garganta,
hidrata
la piel árida,
remueve
de mis venas
la
sangre seca que en su penoso
cauce
se detiene.
Agua,
no huyas de mi sed.
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