viernes, 18 de marzo de 2022


 

AMELIA DENIS DE ICAZA


  

El Trabajo

 

 

Mirad ese arrogante y apuesto caballero,
de vigorosas formas y despejada faz,
de negra cabellera y ardiente la pupila
de la planta majestuosa de frente escultural.

De hermoso y suelto talle; de boca sonriente,
miradas que revelan el genio y el amor;
no existe en su semblante de la duda
porque el pecho lleva bien puesto el corazón.

¡Miradlo! Satisfecho doquiera abrirse paso,
que nada le intimida ni alcanza a detener,
coronas mil conquista con invencible empeño
para ceñir con ellas del porvenir la sien.

¿Lo veis guatemaltecos? Miradlo, es el trabajo,
postraos y rendidle profunda adoración,
ante sus plantas caen los vicios humillados
y a la virtud levanta con ínclito valor.

Seguid la noble enseña que entre sus manos lleva,
ejército de bravos arrastra en pos de sí,
su aliada es la Victoria, lo llaman invencible,
que el mundo en lucha abierta conquista el adalid.

La gloria, aquella virgen coqueta y votuptuosa,
con besos y caricias corona al vencedor,
seguid con paso firme la senda del trabajo,
tras ella está la antorcha de la humana redención.

Los más hermosos sueños que el joven acaricia,
las gratas ilusiones que ardiente concibió,
el virgen entusiasmo que inspírale una hermosa,
la fúlgida esperanza de pura y santa unión.

Todo ese panorama de bellas creaciones,
dichoso lo realiza quien sigue al vencedor,
por que la luz fulgente con que ilumina al mundo
la concedió al trabajo alcázar, Dios.

Jóvenes entusiastas, seguid, nada os detenga,
romped los viejos títulos del siglo que pasó:
gloria a la inteligencia, la idea, el heroísmo
formemos del trabajo nuestro eternal blasón.

  

 

CARLOS MARZAL

 


 

Lleno de ruido y furia

 

 

En otra esquina más del laberinto, 
una cualquiera, en otra arruga más 
de la desfigurada cara de este mundo, 
nuestros pasos se cruzan sin saberlo. 

Alguien pierde la historia de su historia, 
por no pararse a tiempo en un escaparate, 
mientras, al otro lado de aquel mismo cristal, 
alguien ya se ha dolido 
de una definitiva carencia incomprensible. 
En una calle anónima, un sujeto en la sombra 
nos perdona la vida, después de haber pensado: 
Hoy has vuelto a nacer hijo de puta, 
y el caminante próximo es la víctima. 
Una voz al azar en un transporte público 
no sabe, compungida, 
explicarse por qué alguien sobre el que habla 
estuvo en un lugar que jamás frecuentó, 
en el instante exacto en que estalló la bomba. 
Un teléfono suena, 
en la casa vacía suena y suena, 
y quién sabe qué vidas ya se han precipitado 
en quién sabe qué pozos 
de qué impensable noche. 

A veces he querido 
traducir ese rostro con expresión idiota 
con que el mundo nos mira y lo miramos, 
y termino contándome, idiota, alguna historia, 
cuyo humor no he aprendido a traducir aún. 
Ya saben: el coche mortuorio, 
parado a nuestro lado, en el semáforo, 
en el centro de un día que esplende, indiferente. 
O aquella, tortuosa, de hospital: 
un tipo muy contento, tras un feliz diagnóstico, 
entra en un ascensor donde alguien llora. 

 

XAIME MARTÍNEZ

 


 

Después de la caída

 

 

Después de la caída
este furor sagrado no me sirve.

Ha vuelto a irse la luz
y temo que esta vez ya no sabré arregarlo:
el mundo se levanta
como un desierto negro cuando llega la noche.

A veces creo ver a alguno
frente al antiguo bar, o más allá, entre las huertas,
y espero en la ventana hasta que desaparecen…
Después de la caída no es posible el intento.

Quemé tres libros la primera noche.
Luego me arrepentí, y desde entonces
ya solamente sueño con quemarlos
mientras desmonto y limpio la pistola.

Qué hemos de hacer ahora con aquellas
enfermedades que crecieron como plantas exóticas?
De qué valen ahora los tratados
de métrica y de estilo,
aquellas impresoras que temblaban en la noche,
las máquinas para encanutillar originales,
sonrisas y contactos de los editores,
ferias del libro, periodistas culturales?

Estoy solo, y esta prisión del pecho…

Después de ver aquel cortejo extraño
atravesando nuestras tierras
—un hombre y un caballo escuálidos
bajo la sombrarruina de un paraguas—
este furor sagrado suena a hueco;
ridículo, vacío, inadmisible.

Temí perder la vocación, pero ahora pienso
quién la hubiera perdido
y rumio el pensamiento como un coro:
después de la caída y de los muertos,
este furor sagrado no me sirve.

¡Tal vez si consiguiéramos vivir
como los niños juegan sobre un árbol caído!

 

JORGE VILLALOBOS

 

 

VI

 

 

Ese niño de seis años jugando con su madre en el mar, sobre una tabla, ese niño de seis años que se divierte cuando su padre lo alza al aire, sabiendo que pedirá otra vez el mismo chapuzón. Ese niño de seis años llamará al abuelo que no quita ojo al nieto bajo sus gafas de sol, a su mayor orgullo, y traerá la fruta para el sofoco, le contará sus historias de jugador de fútbol, sus regates, porque sabe que ese nieto, su ojito derecho, ve un héroe tras cada anécdota. Y la abuela avisará para comer. La tía seguirá con él porque es un hijo para ella. Ese helado de chocolate que le regala, ese volver al agua un poco más, ese abrazo porque no hace pie, son su maternidad. Paseo estas playas con la huella de ese niño de seis años porque esta espuma contra mis tobillos me recuerda que, ahora, mi abuela va en silla de ruedas, que el Alzheimer de mi abuelo hizo olvidar aquellas historias, que me recoloco hoy sus gafas de sol. Si quienes miran supieran esto no verían un joven que se adentra en el agua, verían un hijo nadando el vacío de su madre, sin tabla que agarrar.

 

 

MARCOS KRAMER

 

 

Héctor

 

 

Quiero desplegar mis pulmones en el pasto
y dejarlos secar
para abrigarme con ellos

 

LI QINGZHAO

 


 

Recogida de moras, aumentado’

 

 

RECOGIDA DE MORAS, AUMENTADO’
frente a la ventana ¿quién plantó esa esterculia?
su sombra invade todo el patio su sombra invade todo el patio
sus hojas se despliegan o se encogen
como si tuvieran sentimientos
con el corazón herido oigo sobre la almohada,
la lluvia de esta tercera noche
gota a gota
y sin cesar, cae
gota a gota
sin cesar, cae…
tristeza de estar tan sola
no quiero levantarme para escucharla más

 

Versión de Pilar González España