martes, 7 de octubre de 2014

JAIME VELASCO LUJÁN


 
9

 

Para ver las nubes pasando
en el espejo de agua
me detuve.

 

PEDRO MIGUEL OBLIGADO



A una mujer lejana

  

Como un jazmín perfuma, porque nos da su esencia,
Tu belleza hace extraña música de tu ausencia.
Imposible y lejana, quizá no vuelva a verte,
Ni después de las noches glaciales de la muerte.
Y por mucho que vuelen con las alas del viento,
No subirán mis rimas hasta tu sentimiento.
Aunque eres un pasado que no llegó a existir,
Para mí, cual los sueños, eres del porvenir.
Nos unió un mismo viaje con diversos destinos,
Y fue como un arroyo que se abre en dos caminos.
Tu gracia era, de triste, cual una poesía,
Y tu pudor, de intenso, casi coquetería.
En tu boca ideal, como un beso muy ágil,
Florecía una vida que de tan pura es frágil.
Y tal como el espejo se ve a través de un monte,
Recorría tus ojos que eran un horizonte.
Y porque te adoraba con íntima vehemencia,
Si decía tu nombre, ya era una confidencia.
Me enseñaste el amor que soñaba mi anhelo,
Como revela un astro la grandeza del cielo.
¡Eran nuestras dos almas, las riberas obscuras
De un río azul que hacía más blandas las alturas!
Y ahora que te hallas lejos sé que la dicha existe;
Pero que siempre vuela, puesto que tú te fuiste.
¡Cuando se llevan alas es tan fácil volar!:
Y tú eras una vela desplegada en el mar.
Todo un jardín marchito de florecer, me agobia:
¿Si me habrás olvidado? ¿Si estarás ya de novia?
Por suerte la distancia suaviza lo imposible,
Y se puede esperar en lo que no es visible.
Y así como la vida no impide que te quiera,
Tal vez este cariño, con la muerte, no muera.

 

 

JOSÉ MARÍA EGUREN



El caballo

 

Viene por las calles,
A la luna parva,
Un caballo muerto
En antigua batalla.

Sus cascos sombríos...
Trépida, resbala;
Da un hosco relincho,
Con sus voces lejanas.

En la plúmbea esquina
De la barricada,
Con ojos vacíos
Y con horror, se para.

Más tarde se escuchan
Sus lentas pisadas,
Por vías desiertas
Y por ruinosas plazas.

 

PEDRO SALINAS

 

Fecha cualquiera

 
 
¡Ay qué tarde organizada
en surtidor y palmera,
en cristal recto, desmayo
en palma curva, querencia!

Dos líneas se me echan
encima a campanillazos
paralelas del tranvía.
Pero yo quiero a esas otras
que se van
sin llevarme por el cielo:
telégrafo, nubes blancas,
y -compás de los horizontes-
el pico de las cigüeñas.

¡Qué perfecto lo redondo
verde, azul! ¡Ay, si se suelta!
Lo tiene un niño de un hilo.
¡Quieto,
aire del sur, aire aire!
La pura geometría,
dime,
¿quién se la quita a la tarde?

 

FABIO MORABITO

 

A tientas

 

Cada libro que escribo
me envejece,
me vuelve un descreído.
Escribo en contra
de mis pensamientos
y en contra del ruido
de mis hábitos.
Con cada libro
pago un viaje
que no hice.
En cada página que acabo
cumplo con un acuerdo,
me digo adiós
desde lo más recóndito,
pero sin alcanzar a ir muy lejos.
Escribo para no quedar
en medio de mi carne,
para que no me tiente el centro,
para rodear y resistir,
escribo para hacerme a un lado,
pero sin alcanzar a desprenderme.

 

De "De lunes todo el año"

 

 

OCTAVIO PAZ



Cuerpo a la vista

 

Y las sombras se abrieron otra vez
y mostraron su cuerpo:
tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
tu boca y la blanca disciplina
de tus dientes caníbales,
prisioneros en llamas,
tu piel de pan apenas dorado
y tus ojos de azúcar quemada,
sitios en donde el tiempo no transcurre,
valles que sólo mis labios conocen,
desfiladero de la una que asciende
a tu garganta entre tus senos,
cascada petrificada de la nuca,
alta meseta de tu vientre,
playa sin fin de tu costado.

Tus ojos son los ojos fijos del tigre
y un minutos después
son los ojos húmedos del perro.
Siempre hay abejas en tu pelo.
Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
como las espalda del río a la luz del incendio.

Aguas dormidas golpean día y noche
tu cintura de arcilla
y en tus costas,
inmensas como los arenales de la luna,
el viento sopla por mi boca
y un largo quejido cubre con sus dos alas grises
la noche de los cuerpos,
como la sombra del águila la soledad del páramo.

Las uñas de los dedos de tus pies
están hechas del cristal del verano.
Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
bahía donde el mar de noche se aquieta,
negro caballo de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca de horno donde se hacen las hostias,
sonrientes labios entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y la sombra,
de lo visible y lo invisible
(allí espera la carne su resurrección
y el día de la vida perdurable)

Patria de sangre,
única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,
única puerta al infinito.