sábado, 19 de diciembre de 2015


SERGIO GARCÍA




4



Ojala tenga la suerte
de mirarme en tus ojos
cada día.


BLANCA CASTELLÓN




Brisas del medio oriente



Amanecí             
con el espíritu     
denso,               
cargado de sal       
como el             
Mar muerto,         
con la melancolía   
flotando             
sin ningún esfuerzo  


CARMEN JODRA DAVÓ




3. No comprendo. La sed del agua fría...



No comprendo. La sed del agua fría
se calma al tercer trago; la del vino,
otro tanto, y el paladar más fino
se cansa del manjar que requería.

El sueño acaba al empezar el día,
y la pereza al verse en el camino;
todo anhelo se va tal como vino
apenas toma lo que pretendía.

Y sin embargo hay una sed extraña
que mantiene sin fin toda su saña...
Quizá sean cosas de la adolescencia,

pero devoré anoche la manzana
y de nuevo me hallaba esta mañana
trémula toda de concupiscencia




ANDREA COTE




Desierto



La tierra que jamás quiso tocar el agua
es el desierto que al norte está creciendo como un estrago de luz.
Pero los hombres que han visto el despoblado
-su amplitud sin sobresaltos-
saben que no es cierto que la tierra esté reseca por capricho,
o sin ninguna bondad;
es nada más su manera de mostrar
lo que transcurre bellamente sin nosotros.




ROSA CHACEL







A nadie duela o pese esta cadena...

La mente, con temor iba abriendo los ojos
y ya sorbías tú las chispas sustanciales
que se unían, por ti, en un beso recóndito.
¡Oh virtud vigilante! ¡Oh nupcial luminaria!

Te obedece el rebaño de toda carne dócil..
Pero aquel que la perla de tu verdad alcanza
te eleva y te contempla, porque olvidarte es muerte,
porque en el paraíso que los párpados guardan,
en el edén secreto que los labios custodian
eres la primavera, el iris de la sangre.

Por ti el hombre abandona su soledad altiva
porque el cuerpo se pudre como un fruto cortado
sin el hilo granate con que tú lo encadenas,
le enlazas a las fuentes de potencia y dulzura.




ANA INÉS BONNIN





¡Oh buen amor!



¡Oh, ternura divina siempre en llamas!
¡Oh buen amor, paciente, generoso!
Llegas a mí, brindándome reposo;
no me impones tu afán, porque me amas.

¡Oh ternura divina! De tus ramas
presiento el florecer maravilloso.
Tú quieres que yo sea fruto hermoso,
cosecha de tu huerto. Me reclamas.

Escucho conmovida la voz tuya.
Me llega triste; no le doy consuelo;
rechazo su dolor y su agonía.

Perdóname, Señor. Cuando destruya
las ansias que me clavan en el suelo,
entonces iré a Ti sin rebeldía.