"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 27 de octubre de 2016
ELADIO CABAÑERO
La diosa
Cuando filmo en mi frente tu figura
y reúno las tardes y tu cara
en un fanal bellísimo, ya en sueños,
como en un cine mágico con niños,
todo forma un mural maravilloso:
la belleza me da, de parte tuya,
todos sus golpes en el corazón,
y entonces me parece propiamente
que amarte es convivir con una diosa.
Cuando digo tu rostro sin un ruido
en un mundo de amor. mundo del mundo,
veo, Marisa, aquel racimo virgen
-tus dos uvas solares- al apego
de su viña, latiendo palpitante
en mis manos que anidan la cosecha.
Siento tus labios que fermentan cerca
de los míos, tanteando entre las sombras
de aquel tiempo invencible, escucho luego
el dolorido corte, el ruido que hace
el cuerpo de una diosa que se entrega.
Ahora vivo contigo de memoria;
proyecto tu recuerdo, cine dulce,
que morirá conmigo, si es que mueren
las imágenes puras en su reino.
De: "Marisa sabia y otros poemas"
Cuando filmo en mi frente tu figura
y reúno las tardes y tu cara
en un fanal bellísimo, ya en sueños,
como en un cine mágico con niños,
todo forma un mural maravilloso:
la belleza me da, de parte tuya,
todos sus golpes en el corazón,
y entonces me parece propiamente
que amarte es convivir con una diosa.
Cuando digo tu rostro sin un ruido
en un mundo de amor. mundo del mundo,
veo, Marisa, aquel racimo virgen
-tus dos uvas solares- al apego
de su viña, latiendo palpitante
en mis manos que anidan la cosecha.
Siento tus labios que fermentan cerca
de los míos, tanteando entre las sombras
de aquel tiempo invencible, escucho luego
el dolorido corte, el ruido que hace
el cuerpo de una diosa que se entrega.
Ahora vivo contigo de memoria;
proyecto tu recuerdo, cine dulce,
que morirá conmigo, si es que mueren
las imágenes puras en su reino.
De: "Marisa sabia y otros poemas"
JOSEP CARNER
Muerte
de la ardilla
Caía la tarde, ya más dorada que azul.
En el horcajo de un espino, por el sendero
que conduce al pinar, una ardilla
se acurrucaba en forma de espiral,
la cola cargada a la espalda;
su cabeza se amodorraba; toda ella pena,
su pata meneaba una ramilla.
Con sólo una triste mecha de pelo,
bruna la piel, surcada, deseaba morir;
nada ve ya, empañado queda
el verde camino de hojas donde triscó;
en su postrer, desfallecido instinto, siente
cerrarse el estío, detenerse la vida,
el miedo que huye para nunca más volver.
Por la hierba me fui de puntillas.
Rondaban las abejas los brezos.
Hacia la ciudad surcada por golondrinas,
un sauco estaba todo lleno de tordos.
Y yo, mortal, emponzoñado mi ocio,
en mi sombra, a mi lado, vi cómo
me vencía el grave pensamiento.
Versión de José Batlló
De: "Ocho siglos de poesía catalana"
RENE CHAR
Último
escalón
Almohada roja, almohada negra,
Sueño, con un seno de costado,
Entre la estrella y el cuadrado
¡Cuántas banderas en ruinas!
Cortar, acabar de una vez con vosotros,
Como el mosto se halla en la cuba
Esperando labios dorados.
Cubo del aire fundamental
Que endurece el agua de las marismas blancas,
Sin sufrir, sin sufrimiento al fin,
Admitido en el verbo friolento
Diré: "sube" al círculo cálido.
Almohada roja, almohada negra,
Sueño, con un seno de costado,
Entre la estrella y el cuadrado
¡Cuántas banderas en ruinas!
Cortar, acabar de una vez con vosotros,
Como el mosto se halla en la cuba
Esperando labios dorados.
Cubo del aire fundamental
Que endurece el agua de las marismas blancas,
Sin sufrir, sin sufrimiento al fin,
Admitido en el verbo friolento
Diré: "sube" al círculo cálido.
Versión de Jorge Riechmann
CARLOTA CAULFIELD
Henri:
Je pense à toi tous le temps.
Anaïs
Lo
único que quiero saber es
si detrás del espejo
me esperan tus ojos.
Kess me quick, my dear,
que la vida es breve.
Te amo ha tomado por asalto
todos mis Diarios.
Veámonos dónde y cómo sea.
Quiero que tus manos
escriban en los pliegues
de mis páginas
todas tus aventuras,
y que cada trazo de tu pluma
sirva para hacer
menos virgen mi cuaderno.
si detrás del espejo
me esperan tus ojos.
Kess me quick, my dear,
que la vida es breve.
Te amo ha tomado por asalto
todos mis Diarios.
Veámonos dónde y cómo sea.
Quiero que tus manos
escriban en los pliegues
de mis páginas
todas tus aventuras,
y que cada trazo de tu pluma
sirva para hacer
menos virgen mi cuaderno.
CARLOS APREA
Raúl
Dónde
andarás Raúl,
por
qué difícil cálculo.
La
tierra, al fin, sigue anchísima y ajena
y no
te alcanzo a ver por el google earth.
Juntos
comenzamos a explorarla
remontando
en verano el Maldonado
y fue
nuestro el festín de garzas y flamencos,
nuestra
patria primera, sin fronteras ni ley.
Y
siempre tu rostro,
sin
dudas ni jactancia alguna
que
te hayas permitido;
un
cruzado que siempre entrevió a Dios
en el
horizonte
de su
propio esfuerzo;
los
demás hacíamos lo nuestro,
lo de
todos: dudábamos,
vagueábamos
o nos enredaba
el
diablo en las diagonales
más
sórdidas del centro.
Cómo
andará tu fe prodigiosa
en
las virtudes de la técnica,
el
progreso como un horizonte luminoso,
lejos
de la miseria y el temor,
que siempre
golpeó más a los morochos,
aseguraba
tu madre;
cómo
andarán tus superhéroes
y
nuestras estampillas: mares lejanos,
animales
fabulosos, países de nombres
sorprendentes;
dónde
guardarás esa placa de bronce
de
los ferrocarriles ingleses del Chubut,
juntos
la arrancamos de una máquina
muerta,
una ballena de hierro en
pleno
Puerto Madryn, “Manchester 1888”,
nos
pesaba como una culpa;
o
esos trozos de carbón
de
coke que desenterrábamos
entre
las vías muertas del baldío,
mientras
soñábamos mansamente
con
el porvenir. No eran tiempos
para
entender demasiado,
ni
vislumbrar la tempestad en ciernes.
Tanta
agua pasó
que
no quedaron puentes entre
tu
vivir y el mío, sólo alguna
foto
escolar, el sonido
de tu
nombre llamándote
desde
el jardín,
frente
a tu antigua casa,
atrás
del descampado y el olvido.
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