jueves, 27 de octubre de 2016


ELADIO CABAÑERO




La diosa



Cuando filmo en mi frente tu figura
y reúno las tardes y tu cara
en un fanal bellísimo, ya en sueños,
como en un cine mágico con niños,
todo forma un mural maravilloso:
la belleza me da, de parte tuya,
todos sus golpes en el corazón,
y entonces me parece propiamente
que amarte es convivir con una diosa.

Cuando digo tu rostro sin un ruido
en un mundo de amor. mundo del mundo,
veo, Marisa, aquel racimo virgen
-tus dos uvas solares- al apego
de su viña, latiendo palpitante
en mis manos que anidan la cosecha.

Siento tus labios que fermentan cerca
de los míos, tanteando entre las sombras
de aquel tiempo invencible, escucho luego
el dolorido corte, el ruido que hace
el cuerpo de una diosa que se entrega.

Ahora vivo contigo de memoria;
proyecto tu recuerdo, cine dulce,
que morirá conmigo, si es que mueren
las imágenes puras en su reino.


De: "Marisa sabia y otros poemas" 



JOSEP CARNER




Muerte de la ardilla



Caía la tarde, ya más dorada que azul.
En el horcajo de un espino, por el sendero
que conduce al pinar, una ardilla
se acurrucaba en forma de espiral,
la cola cargada a la espalda;
su cabeza se amodorraba; toda ella pena,
su pata meneaba una ramilla.

Con sólo una triste mecha de pelo,
bruna la piel, surcada, deseaba morir;
nada ve ya, empañado queda
el verde camino de hojas donde triscó;
en su postrer, desfallecido instinto, siente
cerrarse el estío, detenerse la vida,
el miedo que huye para nunca más volver.

Por la hierba me fui de puntillas.
Rondaban las abejas los brezos.
Hacia la ciudad surcada por golondrinas,
un sauco estaba todo lleno de tordos.
Y yo, mortal, emponzoñado mi ocio,
en mi sombra, a mi lado, vi cómo
me vencía el grave pensamiento.


Versión de José Batlló


De: "Ocho siglos de poesía catalana"



RENE CHAR




Último escalón



Almohada roja, almohada negra,
Sueño, con un seno de costado,
Entre la estrella y el cuadrado
¡Cuántas banderas en ruinas!

Cortar, acabar de una vez con vosotros,
Como el mosto se halla en la cuba
Esperando labios dorados.

Cubo del aire fundamental
Que endurece el agua de las marismas blancas,
Sin sufrir, sin sufrimiento al fin,
Admitido en el verbo friolento
Diré: "sube" al círculo cálido.


Versión de Jorge Riechmann



CARLOTA CAULFIELD




Stolen kisses are the sweetest, louveciennes, 1932

Henri:
                                                      Je pense à toi tous le temps.
    Anaïs

 
Lo único que quiero saber es
si detrás del espejo
me esperan tus ojos.
Kess me quick, my dear,
que la vida es breve.

Te amo ha tomado por asalto
todos mis Diarios.
Veámonos dónde y cómo sea.
Quiero que tus manos
escriban en los pliegues
de mis páginas
todas tus aventuras,
y que cada trazo de tu pluma
sirva para hacer
menos virgen mi cuaderno.



MIRANDA GUERRERO VERDUGO



  
13.



Ella se abre en llanto
como una flor al rocío.


De: La cal de sus manos


CARLOS APREA





Raúl



Dónde andarás Raúl,
por qué difícil cálculo.
La tierra, al fin, sigue anchísima y ajena
y no te alcanzo a ver por el google earth.
Juntos comenzamos a explorarla
remontando en verano el Maldonado
y fue nuestro el festín de garzas y flamencos,
nuestra patria primera, sin fronteras ni ley.
Y siempre tu rostro,
sin dudas ni jactancia alguna
que te hayas permitido;
un cruzado que siempre entrevió a Dios
en el horizonte
de su propio esfuerzo;
los demás hacíamos lo nuestro,
lo de todos: dudábamos,
vagueábamos o nos enredaba
el diablo en las diagonales
más sórdidas del centro.
Cómo andará tu fe prodigiosa
en las virtudes de la técnica,
el progreso como un horizonte luminoso,
lejos de la miseria y el temor,
que siempre golpeó más a los morochos,
aseguraba tu madre;
cómo andarán tus superhéroes
y nuestras estampillas: mares lejanos,
animales fabulosos, países de nombres
sorprendentes;
dónde guardarás esa placa de bronce
de los ferrocarriles ingleses del Chubut,
juntos la arrancamos de una máquina
muerta, una ballena de hierro en
pleno Puerto Madryn, “Manchester 1888”,
nos pesaba como una culpa;
o esos trozos de carbón
de coke que desenterrábamos
entre las vías muertas del baldío,
mientras soñábamos mansamente
con el porvenir. No eran tiempos
para entender demasiado,
ni vislumbrar la tempestad en ciernes.
Tanta agua pasó
que no quedaron puentes entre
tu vivir y el mío, sólo alguna
foto escolar, el sonido
de tu nombre llamándote
desde el jardín,
frente a tu antigua casa,
atrás del descampado y el olvido.