lunes, 28 de enero de 2019


ANDRÉS RUIZ





Me tardé una lluvia para olvidar
ahora tengo charcos
y ojalá la enormidad de estas paredes
se lleve el cromatismo de esos ojos ventanales
que hacen soles en mi cara.
Ahora leo absurdos, de todos modos
en esta hora tan anémica los parpados se caen
que importa lo que amanezca en mis ojeras
mañana no habrá café que me levante.


MANUEL SCORZA





América, no puedo escribir tu nombre sin morirme...



América,
no puedo escribir tu nombre sin morirme.
Aunque aprendí de niño,
no me salen derechos los renglones;
a cada sílaba tropiezo con cadáveres,
detrás de cada letra encuentro un hombre ardiendo,
y no puedo ni cerrar la a
porque alguien grita como si se quedara dentro.

Vengo del Odio,
vengo del salto mortal de los balazos;
está mi corazón sudando pumas:
sólo oigo el zumbido de la pena.

Yo atravesé negras gargantas,
crucé calles de pobreza,
América, te conozco,
yo mismo tendí la cama
donde expiró mi vida vacía.

Yo tenía dieciocho años
yo vivía
en un pueblo pequeño,
oyendo el diálogo de musgo de las tardes,
pero pasó mi patria cojeando,
los ahogados empezaron a pedir más agua,
salían de mi boca escarabajos.
Sordo, oscuro, batracio, desterrado,
¡era yo quien humeaba en las cocinas!

¡Amargas tierras,
patrias de ceniza,
no me entra el corazón en traje de paloma!
¡Cuando veo la cara de este pueblo
hasta la vida me queda grande!

¡Pobre América!
En vano los poetas
deshojan ruiseñores.
No verán tu rostro mientras no se atrevan
a llamarte por tu nombre, ¡América mendiga,
América de los encarcelados,
América de los perseguidos,
América de los parientes pobres!
¡Nadie te verá si no deshacen
este nudo que tengo en la garganta!


De: "Las imprecaciones"




SULLY PRUDHOME





Rocíos



Mientras yo sueño, el pálido rocío
cubre calladamente de perlas las llanuras.
La fría mano de la noche lo va dejando caer
sobre el terciopelo de las flores.

No llueve; el cielo está claro.
¿De dónde vienen esas gotas temblorosas?
Es que, antes de formarse,
ya estaban todas ellas en el aire.

¿De dónde vienen mis lágrimas,
si todos los arreboles del cielo
están esta noche llenos de dulzura?
Es que ya las tenía en el alma
antes de sentirlas en los ojos.

Tenemos en el alma una ternura
en que se estremecen todos los dolores,
y a veces es una caricia la que nos turba
y hace brotar las lágrimas.


Versión de Max Grillo

 

ELMA MURRUGARRA




  
Eudemonía

                               a Jorge Salazar



Alguien entra sin permiso
se lleva
ropa perfumes libros
televisores cuadros huacos
dinero comida cigarros
el papel higiénico
y tu máquina de escribir
una dos tres
cuatro veces entra
pero tú que eres la canción
de Atahualpa Yupanqui
El Aromo
te ríes
no te han robado
te ríes con ese aire burlón
mientras lloro
me abrazas y regalas
una muñeca descalza
mi novela de Ken Kesey
un poema manchado con café
mi chaufita de camarones
me abrazas y ríes
nada te han podido quitar


De: “Juegos”


JUAN SANCHÉZ PELAEZ





Aparición



Aclimata el carruaje dichoso de tus senos, la tierra de mis
      primeras voces,
sus heridas abiertas, sus flagelados gavilanes en la
      intemperie nevada.

Una mujer llamada Blanca manipula la jaula escarlata del
      misterio
Sobrepasa el límite, una oscura potencia.
¿Grita, imagina, siente?
Teje una cáscara densa de brisa matinal, alivia piedras
      decrépitas.

La joven pálida me conduce a un jardín en ruinas.
La veo desnuda, bajo un gran suburbio de palmeras,
exportando el oro del crepúsculo hacia un milagroso país.

Ha regresado la hora silenciosa.
Me circundan las pesadas bahías de tus ojos.

Tú tienes que diseminarte, cuerpo y alma,
en la heredad meliflua de las rosas.

A mi lado pasan lavanderas con sus blancas túnicas, con sus
      cofias de inocencia
y las manos entregadas a un rito.


De: "Elena y los elementos"


CARLOS ERNESTO GARCÍA





La penitenciaría



Un rosario de cuerpos
extendidos sobre la nada.
Una miserable galera
en la que busco el reposo
tras varios días de encierro
y plantón
en una celda oscura
que llaman el separo.

Con restos de sangre en mi rostro
aún puedo ver a uno de los nuestros
que agotado de la sensación de asfixia
que produce el hacinamiento
en dos metros cuadrados
y harto de mascar periódicos
con sabor a restos de comida
consigue convencer al guardián
de que le vendiera un pedazo de vidrio
con que cortarse las venas.

Cuando los enfermeros llegaron
para trasladarlo a la clínica del penal
en un apretón de manos
como su más valioso presente
nos regaló a todos
aquel trozo de botella rota.
                                       
   
                               Puerto de Veracruz, 1977