sábado, 19 de octubre de 2019


JULIO TRUJILLO





Este limón



Este limón, lo sé,
cifra en su óvalo apretado
una respuesta.

¡Alforja de agua y vidrio,
mansión
del jeroglíficio!

De su millar de labios
manan
sólo esdrújulas.

No lo entiendo,
su lengua es atropello
y garfios.

Me observa.
No es fácil sostener
tal iris.

Me desespera,
pica, me instiga
y no se calla.

No conoce la calma
este panal de luces:
lo que sabe lo enciende.

¿Qué preguntarle al erudito
bizco
e iracundo?

Este limón me está gritando,
tira de mis patillas,
desenvaina un sable.

Su acero zigzaguea,
me hiere los meñiques:
ha mordido mi lengua.

¿Qué quieres, arrogante?
¿Por qué demueles a punzadas
esta calma?

Acerco el oído,
el codo,
lo escucho con las puntas.

Limón limón,
turbia
chispa del aire.

Limón,
tupida
insinuación.

Devuélvete girando
hacia la médula,
concéntrate.

Oh agrio
mi indescifrable amigo,
olvídame y olvídate.



ADRIENNE RICH





Buceando en el naufragio



Tras haber leído el libro de mitos,
y cargado la cámara
y probado el filo del cuchillo,
me pongo la coraza de hule negro
las aletas absurdas
la careta torpe y solemne.
Tengo que hacer todo esto
no como Cousteau
con su tripulación diligente
a bordo de una asoleada goleta
sino aquí a solas.

Hay una escalera.
La escalera permanece
colgada inocentemente
al lado de la goleta.
Nosotros que la hemos usado
sabemos para qué sirve.
Sería si no
sólo una cosa marítima,
un utensilio cualquiera.

Desciendo.
Escalón tras escalón y todavía
el oxígeno me sumerge
la luz azul
de átomos claros
de nuestro aire humano.
Desciendo.
Las aletas me estorban,
como un insecto me arrastro por la escalera
y no hay nadie
para decirme cuándo
el océano empezará.

Primero el aire es azul y luego
más azul y luego verde y luego
pierde color y estoy perdiendo conciencia y
sin embargo
mi careta es poderosa
llena la sangre con potencia
el mar es otra historia
el mar no es cuestión de potencia
tengo que aprender sola
a torcer mi cuerpo sin esfuerzo
en el elemento profundo.

Y ahora: es fácil olvidar
a qué vine
entre tantos que aquí
han vivido siempre
ondeando entre escollos
sus dentados abanicos
y además
aquí abajo respiras de otro modo.

Vine a explorar el naufragio.
Las palabras son propósitos
las palabras son mapas.
Vine a ver el daño hecho
y los tesoros que sobreviven
Acaricio el resplandor de mi lámpara
lentamente por el flanco
de algo más permanente
que peces o algas.

Lo que vine a buscar:
el naufragio y no la historia del naufragio
la cosa misma y no el mito
la cara ahogada de mirada fija
hacia el sol
la evidencia del daño
gastada por sales y vaivenes
hasta llegar a esta belleza raída
las costillas del desastre
curvando su declaración
entre fantasmas tentativos.

Éste es el lugar.
Y aquí estoy, las sirenas cuyo pelo negro
fluye negro, el hombre sirena en su cuerpo blindado
Rodeamos el naufragio
buceamos en la bodega
silenciosos.
Soy ella: Soy él

cuya cara ahogada duerme con ojos abiertos
cuyos pechos aguantan todavía la tensión
cuya carga de plata, cobre, bronce yace
oscuramente en toneles
medio abandonado y pudriéndose
somos los instrumentos medio destruidos
que una vez siguieron un rumbo
la bitácora comida por el agua
la brújula equivocada

Somos, soy, eres
por cobardía o valor
quien halla nuestro camino
de regreso a esta escena
llevando un cuchillo, una cámara
un libro de mitos
en el que no aparecen nuestros nombres.


ROBERT LOWELL





La muerte de un crítico



Aburridos, desagradables y agónicos,
los ancianos
el blanco de mi escarnio resultaron,
hasta que el tiempo, el recuperador, me hizo como  ellos.

Antes, en Nueva York, decíamos
“Si la vida pudiese escribir,
hubiese escrito como nosotros”.
Ahora el fluido vital huye
del encendedor desechable,
y palidece su brillo
cilíndrico, translúcido, carmesí—
Oh reina de las ciudades, estrella matutina.

Arde dentro de mí la edad

El camino se aclara cada año
y cada año lo cubre la maleza;
la naturaleza es nuestra colaboradora
y nosotros, después, ya no ayudamos


II

El cuadro verde-océano de la televisión
amado y anhelado como ningún rostro humano...

Desde mi cuarto aislado,
hablo conmigo mismo y me aprovecho.
Convalezco. No disfruto
la polémica con mis viejos alumnos,
y coloco un tablero sobre los brazos de mi silla
para escribir cartas
que incineran temiéndole a mis gérmenes.
Los discípulos descienden como golondrinas del Brasil
o reseñas de libros desde Londres.
¡Ah! en las noches de insomnio, cuando mi tragedia
deleita a las aves ociosas, pregunto
por sus inesperados rostros familiares
que hoy no identifico.

Los estudiantes cuyo entusiasmo
abrió espacio en el aire
se han graduado para dejar de ser.
No tendrá caso
convocarlos de nuevo a la existencia,
tendrían la alocada sinceridad de los fantasmas...
sin referencias o regalías,
sin empleo.

Ahora, casi completamente congelado,
miro la rosa florecer en mi calentador.
Y en los instantes cálidos, contemplo
la belleza que volvió tropical
el verano en Long Island.
De los noventas a Nixon,
la misma joven, los mismos senos
deliberadamente tersos todavía.
En mi pantalla
su patrón intolerable
me la ofrece cada noche
como si dispusiese de su hija.

¿Me volverá su pánico infalible?
¿Era mi integridad mi única
comprensión de todo lo que odiaba?
¿Asesinó el músico Gesualdo
a su mujer para heredar
su voz de ruiseñor?

Mi crítica sobrevive a sus víctimas,
enterradas en las pequeñas revistas literarias
que nos promueven periódicamente,
al barracuda y a su presa.
Mis notas primerizas,
alguna vez el equivalente verbal del asesinato,
son ahora una breve hilera compacta,
casi tan vieja como yo.
Cetrinas, se derrumban
sus tiesas páginas,
vuelan como hojas secas
hacia el árbol que las alimentó.
Detrás de las fachadas celulares de Nueva York
ataviadas de indiferencia vítrea
me disminuyo... ya no más explosivo.

Demando una muerte natural
sin morder el polvo,
sin esparcir la sangre...
No le temo a la muerte...
sino al dolor incierto, ilimitado.


De: “Day by Day”


AKIKO YOSANO





Hacia Kiyomizu**
la noche de luna y de cerezo
atravesaba Guion.***
Toda la gente bajo la luna
¡Se veía tan hermosa!


** Kiyomizu: Famoso sitio con el templo Kiyomizudea en las faldas de la montaña Higashiyama en Kyoto.
*** Guion: Famoso barrio de geishas también cerca de la montaña Higashiyama de Kyoto



JAROSLAW IWASZKIEWICZ





El viejo poeta



I

El poeta dice:
Mujer, ¿no ves estas dos moscas inmóviles
sobre la repisa de la ventana
matadas con el insecticida?

No valen más para el universo
que nuestros queridos perros
muertos que yacen bajo esta piedra.

¿Recuerdas la palabra "Tropka"
cuando le decíamos algo
y él no entendía
arrugaba la frente, se concentraba
y no entendía?

Era un animal
Mira, nos hablan nubes
auroras estrellas
vientos
y tampoco entendemos

Nos hablan espacios
celestes
árboles que florecen
hablan flores
crecen
y hablan
y no entendemos

Así será

Nos quedaremos en el universo
cual dos moscas muertas
dos perros tirados
cual dos puras nadas
Ellos también amaban
y querían entender


II

El poeta dice:
Mujer, ¡no te vayas!
¡Quédate un rato conmigo!

Es que deseo estar solo
y si tú te vas
acudirán todos ellos

Vendrá Tuwim¹
con una rama de grandes manzanas
como la que se había llevado
de nuestras bodas de plata

En seguida vendrá Czeslaw²
tan jovencito como aquel día
en que llegó de Wilno
con las palabras "le adoro"

Llegará Tolek³
el mismo de antes, cuando contaba
en Aída⁴ las fábulas a Marysia⁵

Acudirá Olek⁶ con su loro
llegará la mariposa
que un día ha penetrado
en nuestro dormitorio
Era grande y rarísima

Se poblará el mundo
alrededor de nosotros

No te vayas
quédate conmigo
Porque quiero estar solo
Totalmente solo


III

El poeta dice:
Mujer, éramos jóvenes,
hemos visto el océano en Skagen
y Barcelona
y Mattehorn y Dent du Midi
teníamos amistades
conversábamos con Lechon⁷
con Witkacy⁸ y con Sartre
nos encantaba Proust
leíamos el Núcleo de la oscuridad
Ana Karénina
Las cenizas⁹
Y ahora estamos viejos
y solos

Peleamos
seguimos buscando
los libros perdidos

pañuelos
cerillas
anteojos

Y cuando estemos ante
el Señor de la Nada
de nada nos servirá
haber bailado en las bodas campestres
y en los salones del rey

Y nadie preguntará
por nuestras moscas
nuestros perros
nuestros libros perdidos
nuestros pañuelos

y anteojos



1.- Julian Tuwim (1894-1953). Uno de los creadores del grupo "Skamander" que dominaba el panorama de la poesía polaca en los años veinte. Autor de muchos libros de poesía, investigador y renovador incansable del idioma polaco. Famoso por sus poemas para niños. Traductor de la poesía rusa y francesa.
  
2.- Czeslaw Milosz (1911-2004). El más destacado representante de la llamada "Segunda Vanguardia de Wilno", en los años treinta. Poeta, ensayista, novelista. Traductor de la poesía anglosajona al polaco y de la poesía polaca al inglés. A partir de 1951 permaneció en los Estados Unidos. Fue profesor de la Universidad de Berkeley

3.- Antoni Slonimski (1895-1976), junto con Jaroslaw Iwaszkiewicz, Jan Lechon, Julian Tuwim y Kazimierz Wierzynski, uno de los fundadores del grupo "Skamander". Poeta, dramaturgo, crítico de teatro.

4.- El nombre de la residencia del joven Iwaszkiewicz y de su esposa, cerca de Varsovia.

5.- La hija mayor de Iwaszkiewicz.

6.- Amigo del poeta, músico

7.- Jan Lechon (1899-1966, en Nueva York). Poeta, ensayista y diplomático.

8.- Stanislaw Ignacy Witkiewicz, pintor, filósofo, teórico de teatro y dramaturgo polaco de fama mundial, conocido en Polonia bajo el nombre de "Witkacy". Al enterarse de que los alemanes invadieron el país, se disparó un tiro en 1939.
  
9.- El título de la novela de Stefan Zeromski, el más grande novelista polaco en el periodo del modernismo (La joven Polonia). Epopeya del destino nacional en los tiempos napoleónicos.


MARTÍN ADÁN






Cauce

Dans le grand ciel, plein de silence
Coppee



Heme triste de belleza,
Dios ciego que haces la rosa,
Con mano que no reposa
Y de humano que no besa.
Adonde la rosa empieza,
Curso en la substancia misma,
Corro: ella en mí se abisma:
Yo en ella: entramos en pasmo
De dios que cayó en orgasmo
Haciéndolo para cisma.