"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
jueves, 26 de septiembre de 2019
RODOLFO ALONSO
Cantar no consuela
Joven:
¡Maravíllate!
¡Lávate en tu idioma!
¡Protestacantaescupegimecrece!
¡Ama
de amor, ama de un solo golpe, de todo corazón, de buena
gana!
¡Vive,
huye de las palabras!
¡Sírvete,
sírvelas!
ESTEBAN MOORE
el impulso
“Brillante eternidad” *
el
impulso -que recorre oscuros canales licuificados/ ardientes
esponjas
magmáticas —recibe en la latencia de cada uno de sus
corpúsculos
—fluctuantes destellos eléctricos/ voluntad -que el
ojo
no podrá percibir, mucho menos cuantificar en el espejado
campo
de la memoria –ese impulso, su refracción digo: ondula
giros
centrífugos (derrama la virtud de su latido)
* “Brillante eternidad”
Juan Calzadilla, Tácticas de
vigía, 1982.
JUANA BIGNOZZI
Domingo a la tarde
Cuando
se sientan frente a frente
amores
imposibles, quincallería amistosa,
tipos
que se atrevieron y esa mujer intensa
que
lleva augurios a felicidades que nunca entenderá,
la
buena gente desecha las malas palabras,
la
buena gente dice todos tienen posibilidades en la vida,
sienten
crecer su amor por esa mujer intensa,
tan
sola, que vivirá siempre detrás de una ventana
y
todo lo que le ofrecen está demasiado azucarado.
JOAQUIN PASOS
Poema inmenso
En estas tardes tu perfil no tiene línea precisa
pues no hay un límite en tu gesto para el principio de tu
sonrisa
pero de repente está en tu boca y no se sabe cómo se filtra
y cuando se va nunca se puede decir si está allí todavía
lo mismo que tu palabra de la cual jamás oímos la primera
sílaba
y nunca terminamos de escuchar lo que decías
porque estás tan cercana en esta lejanía
que es inútil preguntar cuándo vino tu venida
pues entonces nos parece que has estado aquí toda la vida
con esa voz eterna con esa mirada continua
con ese contorno inmarcable de tu mejilla
sin que podamos decir aquí comienza el aire y aquí la
carne viva
sin conocer aún dónde fuiste verdad y no fuiste mentira
ni cuándo principiaste a vivir en estas líneas
detrás de la luz de estas tardes perdidas
detrás de estos versos a los cuales estás tan unida
que en ellos tu perfume no se sabe ni dónde comienza ni
dónde termina
ALFONSO CORTÉS
Ángelus
El cruel ángelus inconsciente,
levántase entre el Ataúd
de lo infinito, en el poniente
de una epicúrea lasitud;
y en los tejados de las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacio, yerra.
Y, fatigados, los reflejos
que, con las nubes, huyen, huyen,
el uno al otro, tantos viejos
sueños solares, se destruyen,
danzando sobre la aburrida
fluidez del cielo, que se atedia,
y el compás tiene su medida
en el muerto tiempo que media
entre un reflejo que se hunde
y otro reflejo que aparece,
cuya inconciencia se confunde
en el deleite que adormece
los correspondientes olvidos
de Fuegos, de Almas y de Vientos
que halagan todos los sentidos
y ruedan en los pensamientos
de Dios, en tanto que las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacio, yerra…
El cruel ángelus inconsciente,
levántase entre el Ataúd
de lo infinito, en el poniente
de una epicúrea lasitud;
y en los tejados de las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacio, yerra.
Y, fatigados, los reflejos
que, con las nubes, huyen, huyen,
el uno al otro, tantos viejos
sueños solares, se destruyen,
danzando sobre la aburrida
fluidez del cielo, que se atedia,
y el compás tiene su medida
en el muerto tiempo que media
entre un reflejo que se hunde
y otro reflejo que aparece,
cuya inconciencia se confunde
en el deleite que adormece
los correspondientes olvidos
de Fuegos, de Almas y de Vientos
que halagan todos los sentidos
y ruedan en los pensamientos
de Dios, en tanto que las almas
mayan los ruidos de la tierra,
y, en la locura de sus calmas,
la Hora, triste de espacio, yerra…
FERNANDO FERREIRA DE LOANDA
Oda para Jack London
Soy
siempre de aquellos
que
va dejando a alguien,
nunca
ese alguien
seguro
en la partida:
en
la melancolía de la ausencia
la
mañana nostálgica es insumisa.
Los
viajes fueron hechos para mí.
Nací
con los mapas.
Los
itinerarios están en la palma de mi mano.
Soy
siempre un extraño,
forastero
en playas nunca repetidas,
minutos
en la existencia de mujeres olvidadas
en
puertos nunca visitados por segunda vez.
Tampoco
me dijeron nada las manos ni los pañuelos
que
permanecen cálidos en los puertos:
desconozco
la tibieza del hálito.
También
mis manos,
una
a sotavento,
otra
a barlovento,
nunca
se manifestaron.
Nunca
las sacudió una saudade futura.
Nunca
fui ese alguien que se queda, soy siempre el
que
se va,
—el
que se va y nunca regresa, como si fuese a existir
el
olvido con la muerte.
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