jueves, 18 de agosto de 2022


 

ÓSCAR CASTRO

 

 

Oración para que no me olvides

 

 

Yo me pondré a vivir en cada rosa
y en cada lirio que tus ojos miren
y en cada trino cantaré tu nombre
para que no me olvides.

Si contemplas llorando las estrellas
y se te llena el alma de imposibles
es que mi soledad viene a besarte
para que no me olvides.

Yo pintaré de rosa el horizonte
y pintaré de azul los alelíes
y doraré de luna tus cabellos
para que no me olvides.

Si dormida caminas dulcemente
por un mundo de diáfanos jardines,
piensa en mi corazón que por ti sueña
para que no me olvides.

Y si un tarde, en un altar lejano,
de otra mano cogida te bendicen,
cuando te pongan el anillo de oro,
mi alma será una lágrima invisible
en los ojos de Cristo moribundo…

Para que no me olvides.

 

 

MANUEL ANDROS FLORES

 

 

Manu militari con acuartelamiento

 

 

Si tutto va bene,
el pene.
Si tutto mengua,
la lengua.
Y si tutto va male
el dedale.

 

 

BERNARD NOËL

 

  

11

  

los muertos nos miran morir y sonríen
de nuestra torpeza al cambiar de piel
tienen la distancia y ya la costumbre

 

 

GONZALO ARANGO

 

 

El tesoro

 


Si buscas el tesoro y lo encuentras
facilito, es un pobre tesoro.
Si renuncias a encontrarlo porque
está muy profundo, no mereces el tesoro.
Si lo buscas con amor y sacrificio,
tu esfuerzo es oro, aunque no encuentres
el tesoro.

 

 

MYRIAM ALBISU

 

 

El patio

 

 

Es fuerte el viento
y el patio de llena de sombras confundidas
que luchan en el suelo y trepan las paredes
sueltas sus amarras, las hojas se entremezclan
y se amontonan, mientras los palillos en el alambre
se vuelven equilibristas
Los postigos de la ventana, se golpean.
La soledad espera en un rincón del patio
mientras entona una vieja canción.
El portón de rejas fuertemente cerrado
se abre lentamente con agudo chillido.
La soledad se va, ya nada queda.

 

 

LUIS CARLOS LÓPEZ

 

  

A un condiscípulo

“El hombre es digno
de sus propias obras”.
Baronesa de Wilson

 

¡Qué situación la tuya!… ¡Qué situación la mía!
Los dos fuimos alumnos de griego y de latín
y desde aquellos años de olímpica alegría,
tú no pasaste nunca de ser un adoquín.

Mas hoy, por un prodigio quizás de hechicería,
ya eres académico, tu casa es un jardín,
y sabiamente preñas de duros tu alcancía,
mientras que tu cofrade no guarda ni un chelín…

Después surgió el político. Yo apenas soy un cero.
Viajas en automóvil. Y yo por mi sendero
cabalgo en rocinante sin humos de chofer.

Y yo, cuando te encuentro, con qué efusión te acojo
—siempre andas por la calle más serio que un cerrojo—
con una de las cáusticas sonrisas del Voltaire…