sábado, 6 de enero de 2018


ALEJANDRO REJÓN HUCHIN




Bajo la brizna de la infancia
un jazmín llueve en su espalda
y se connotan las imágenes como fulgor
de otro lago que mece las sombras

en el agua del tiempo. 

JORGE LARA



  
Postergación del Ying



Bajo cíclope noche
cerca del mar me llamas
Muerte

Tal vez
un día
en otro sitio
nuevos sueños
gente distinta
quizá


AGUSTÍN MAZZINI




Cine negro

Para Ariadna Asturzzi



Pálidos jinetes rojos gritan en callejones
negros como la tumba de una estrella rota.
La actriz se desnuda en el beso de un suicida,
y en su boca corre una herida de rubíes solitarios.

Hilachas azules le cuelgan del  pelo. Ella
va con un sombrero en llamas entre los flashes.
Zapatos de marfil y lentes oscuros. Ella
va mientras el cielo gotea
en el lomo de un tren abandonado.

Con serpientes pequeñas dibujadas en el iris
y un piercing de plata en su ombligo,
se peina y se mira en la sangre de las prostitutas
como si fuera un espejo. Su lágrima
de rímel está rodando, en cámara lenta

Ella
ve crecer la flor

de la heroína en la extraña silueta de tabaco
que gira por los salones.
Hay una cruz de tinta en el dorso de su brazo.

(Entre los ardientes disparos de la madrugada,
una gabardina vacía con olor a cloroformo
enciende algo y lo ofrece bajo un farol humeante
como cisnes salidos del infierno.)

Por una puerta de servicio, ella
baja las escaleras del anfiteatro a las diez de la noche
sin saber que en la bañera de la habitación número 18 del hotel
quedaron sus alas de ceniza, desangrándose.



MANUEL IRIS




¿Y qué eres tú, silencio,
sino el más viejo disfraz
de lo que existe?
Anterior al deseo,
completamente bastas.
Nada te falta para completarte.


DOUGLAS TÉLLEZ




Devenir



Nunca alcanzó la otra orilla de la pista,
el autobús se detuvo de golpe y entre los pasajeros
hubo pánico. Algunos curiosos descendimos,
para ver la agonía del animal tirado sobre el asfalto.
Sangraba y daba patadas de moribundo como las
cucarachas que siempre mueren patas arriba.
Sentimos pesar por la noble bestia.
La semana siguiente pasé por el mismo lugar,
ahí seguía el caballo muerto, hirviendo de gusanos,
con los ojos devorados por los zopilotes, con las vísceras
verdeazules tendidas al viento.
Regrese nuevamente a aquel lugar,
del caballo sólo quedaban despojos,
un cadavérico esqueleto forrado con trozos
de tiesos cueros negros como en las películas del Western.
Aun merodeaban los zopilotes
y los gusanos se daban el último banquete.
En mi cuarto viaje contemple
una osamenta blanca, expuesta al sol,
dominando el paisaje, como una gótica catedral
que se alza sobre un jardín  de zarzas.
No sé cuántas veces he hecho el mismo
viaje y me detengo en aquel lugar.
Del caballo no queda nada.
Las hormigas se pierden donde crece la hierba.
La pista es otra, los viajeros somos otros.
Olvidé muchas cosas, pero siempre
recuerdo la agonía y muerte del caballo
Quizás porque el destino de un perro,
un pájaro, una serpiente, una vaca, un caballo,
un asno, una flor o un hombre es el mismo.


EDGAR VALENCIA




Acolman 

uelauit aranea fanum
et mala desertos occupat herba deos.
Propercio, Elegía II.




La telaraña del convento
aparecía en los hábitos
más viejos de los monjes.

Mancha de tela
en el vestido,
párpado del ojo de la cerradura,
sello de tiempo,
persistencia

la araña fabrica un claustro
en el patio abalaustrado:

en el centro
circular
hay una mosca.