viernes, 31 de enero de 2014

MÓNICA LANERI




Abecedario



Si pudiera
borrar
tu nombre
de mi alfabeto
de pasiones.
desterrarte
de mi lista
de pecados.
Olvidarte...


ELVIO ROMERO

  


Amor en libertad



Te amo como soy yo
-militante de un partido recóndito de la vida-

         sencillo
tierno como una rosa
y sobre todo
esperanzado
con suficiente fuerza
y alegría
de saber que soy una gota
de ese inmenso mar
que liberará
             al sol
aprisionado por la roca

así te amo en esta madrugada
en que el canto del sinsonte
florece en nuestra ventana
y no existe peligro de allanamiento

México, 1982



DELFINA ACOSTA

  


Pero tan contenta



Si ya te ha amado alguna, y luego otra
a quien llevaste con su hermana a fiestas,
y aquella a cuyo rostro te arrimaste
del lado en que asomó la luna llena,
¿por qué me distrajiste si me hallaba
cuando muy sola anduve tan contenta?
Era una triste, azul mirada fija.
Un beso me quitaste y me entró pena.
Que ya no quiero amarte bienamado
porque mejor amante es el poema:
rondando como un lobo, si la luna
florece entre las ramas, me despierta.
Que ya no quiero amarte bienamado
porque mejor amante es el poema.
Los versos tras las aves alzan vuelo.
Mi alma incendiada en el papel gotea.



JOSEFINA PLÁ



  
Buscar con la palabra



Buscar con la palabra lo que aún no tiene nombre
más allá de la lágrima el canto el estertor
La rosa de la luz sin rosal conocido
pero cuyas espinas son constante escozor
y por senderos hechos de arco iris quebrados
marchar hacia esa aurora que nunca tendrá sol
(Porque es la consigna marchar sin saber dónde
o quizá ir es volver hacia el mismo mojón…)

…Y si alguna vez tocas una orilla del manto
será para saber que es sólo una ilusión
Tal vez roces la puerta Tal vez sientas el hálito
y tal vez a Dios mismo
                             Mas las palabras no


(1975)

NILA LÓPEZ




Los fuegos
encendidos



V

Cada mínima o alta pausa
nos acerca
sugiriendo con su lengua prestada
que no pueden las manos ni las bocas
detener este tránsito
hecho de miel y luna hacia el abrazo
 


ELSA WIEZELL



  
Manso dolor



Es un horror hacer una escalera
precipitando saltos enterrados
y escupiendo hacia el tiempo del calvario.

Es duro ser mujer y hacer palabras
y decir la verdad con cae frío
de convertir el vientre en un cuchillo.

Este gesto de amor y mano intacta,
este desparramarse en el vacío
es un manso dolor que viene ahora.



jueves, 30 de enero de 2014

ELVIO ROMERO



  
Aguafuerte



Sujeto a palos en cruz,
un hombre, quieto,
sobre dos palos en cruz,
con sogas entre los huesos.

Y abajo el viento.

Acaso atada mi tierra
como un tamborón de cuero
sobre dos palos en cruz.

Y enfrente el viento.

¡Toda la patria en el suelo
sobre dos palos en cruz!

¡Y encima el viento!

De “El sol bajo las raíces”


DELFINA ACOSTA




Hades



La primera señal: te salen lágrimas,
y escribes, sin querer, mejores versos.
Se apagan los faroles de la cuadra,
pero tus ojos brillan más atentos.
Y hay dos señales: si con él te cruzas
es como si te diste vuelta a verlo.
La cerrazón que cae sobre tu alma
te lleva a presumir que ya es invierno.
Si habré escuchado historias en mi vida:
Érase una que bajó al infierno
donde perdió a su amante. Y hubo un ánima
por siempre enamorada de un espectro.
Y hay más relatos. Y éste es muy contado:
Dirá que al bosque irá por un momento.
Te besará como quien va por más
cerillas. Nunca volverás a verlo.



NILA LÓPEZ





Nacer
sin ningún dato


I

La calavera.

El carnaval perenne y destemplado.
Esta boca putrefacta
deformándose sin muecas,
horadando su angustia.
La precaria armadura
que muerde, empuja, escupe
arañando sin dientes
mi pozo sin bozal y sin preguntas.
 



ELSA WIEZELL




El nudo


Es nudo
el ansia de soñar
con las palabras.
Un nudo manso
el que aprieta vocablos
en el aire
y recuesta en las arterias
el empinado instinto
con historias.

Es nudo
el corrosivo ojo que nos mira
al acostarse con la arcilla
y la palabra ansiosa
que se agarra
en el ardiente tallo de la brisa.

Es nudo beberse el infinito
en la orilla del viento
mientras el párpado
abdica en el hastío
y el verso vá escapado
en el cansancio.

Y es un inmenso nudo
este vivir ardiendo con palabras
sin poderlas decir
como uno siente
en el ardiente tallo de la brisa...



JOSEFINA PLÁ




No dejes de cantar el árbol

  
No dejes de cantar el árbol.
El árbol es una columna de canciones que envejece creciendo.
El árbol lleva en sí la verdad de la llama.
El inmóvil ampara la verdad frágil del vuelo
y fabricó bandera a la verdad invisible del viento.
Si quieres conocer la verdad de los sueños ahogados
pregunta a la raíz que crece envejeciendo.
La verdad de la tierra se hace miel en los frutos
en las ramas se hamaca la verdad de los nidos.
En el tronco más quieto devana carretel el horizonte
y prepara la verdad de los viajes.
(La verdad de la sombra nació abrazada a un árbol)
Y en la médula ciega que irradia sus anillos
apoyaron los lechos la verdad de la muerte.
En ella la verdad del postrer aposento
- las cuatro tablas últimas -
paciente para ti secreta va creciendo.
En su liber oscuro escala de los zumos
la terrible verdad del cadalso madura.
Pregunta al árbol solo sobre los campos asesinados a metralla
el último regusto de la sangre.
Pregúntale. Es el árbol la única
silenciosa verdad que crece envejeciendo.



MÓNICA LANERI




Incognita



¿Qué tan difícil
será jugar
a dos puntas
nadar en dos aguas
beber de dos fuentes?




miércoles, 29 de enero de 2014

DELFINA ACOSTA




Los pasajeros
  

Amigo, vamos a abordar un tren.
Desde la ventanilla miraremos
a los lobos cercándole a la luna,
y a la lluvia apagando al firmamento.
Tomaremos un break en la campiña
donde grazna al Señor, un triste cuervo.
Lloverá y volveremos a subir.
Me habré marchado de tu abrazo lejos.
Sin darme cuenta de que te has quedado
debajo del ciprés que arquea al viento,
te contaré las cosas que he callado,
y te diré en la boca que te quiero.
El tren habrá parado en la comparsa
que de esquina en esquina va hasta el puerto.
Después de un rato pitará, y entonces
me iré con él para pasar de lejos.



NILA LÓPEZ




Nacer
sin ningún dato



III

Con qué plena ansiedad
varada ante los frenos
busqué la luz, el fuego,
la calle y la manzana.
 


ELSA WIEZELL




Cicatríz ardiente


Cavó el orgullo
un sombrío temblor en la bravura.
Marcó la libertad
la resistencia de la hoguera.
Descubrió un sueño
el sobresalto de la medianoche.
Dobló el hambre
en la esquina ardiente de los campos
Marcó el hombre
la violenta pregunta.
Después
se fué la carne
a su lengua de pantano
y quedó bajo el cielo
un extraño mutismo.
Repetido
el suceso indescifrable
nos tumbó
la piedad y la resistencia.




ELVIO ROMERO



Mía


Vuelvo a ti, Libertad, mi compañera
de todos los momentos en la vida,
clavel entre claveles conmovida
belleza que se acerca en primavera.

Yo te tendré conmigo a toda hora,
como a una novia siempre enamorada,
junto a mí, Libertad, mía y amada,
retoño de la luz que el alba dora.

Yo me voy a la frontera,
a cantar y a pelear
tú serás mi compañera,
yo, quien te va acompañar.

Día a día a tu lado, en tanto vea
que los hombres procuran defenderte,
mientras yo, noche a noche, sueño verte
andando a mi costado, adonde sea.

Querida amiga, Libertad, deseo
que seamos los dos como una brasa
compartida, y mi casa sea tu casa,
y mires donde miro y donde veo.

Yo no voy a la frontera,
a cantar y a pelear;
tú serás mi compañera,
yo, quien te va acompañar.

Te beso, Libertad, porque eres mía,
porque mi afán es solo verte, amarte,
y aunque no he conseguido conquistarte,
no he dejado de buscarte todavía.

De "Cantar del caminante"



JOSEFINA PLÁ



Glosa I


¿Qué haremos contigo Libertad
cuando todos seamos libres y dueños?
¿Cuando ya hayamos olvidado
la geometría de rejas y de encierros,
los gritos de tortura,
la canción de los hierros,
el trueno de los pelotones?
¿Cuando ya no haya más carteles que indiquen con el dedo
 lo que debe estar a la derecha o a la izquierda?
¿Cuando todo sea centro?
¿Cuando ya no hayan vendas sobre los ojos,
para las bocas freno,
cuadrícula para las ideas,
para la canción apagafuegos?
¿Qué haremos
contigo Libertad
cuando ya no seas más sueño?

...Porque las cosas no son nuestras
sino en tanto son sueños
Después ya no nos pertenecen
Nosotros les pertenecemos.




MÓNICA LANERI




C.I.


Soy  
tus preguntas
tu mirada
tu deseo.


martes, 28 de enero de 2014

HERIB CAMPOS CERVERA




Testimonio


 I
No sé: yo no podría nombrarlos de otro modo
que enterrando en las venas sedientas de la pólvora
sus simples iniciales de símbolos caídos.

Este que está a mi lado, redimido de luces,
palpando espesos muros de abrumados silencios;
o aquel en cuyos párpados
se demoró el relámpago del plomo,
no fueron al estrago, no acudieron al riesgo
mortal, ni al alto duelo
contra el nivel pesado del agua traicionada;
no se echaron de bruces detrás de la pequeña
frontera de sus huesos
para vestir de mármoles y nubes
la fragorosa arcilla combatiente
de su dulce estatura.

No serviría de nada labrarles una máscara
a quienes desde siempre
nacieron y habitaron entre chispas de piedra.

No. Eran otros los rumbos que imantaban los pasos
de estos inaccesibles guerrilleros del alba.
No fueron al encuentro de una selva de bronce;
no buscaron metales solemnes, no quisieron
anchas investiduras, ni charangas, ni cantos.
Simplemente
bajaron a morir para dejarnos
otro tiempo más limpio y otra tierra más clara;
algún laurel más alto y un aire más sencillo;
otra categoría de nubes y otra forma
de dar un aposento, de nombrar una cosa;
o acaso otra manera de abrir una ventana
para llamar al Día del Hombre Venidero.

¿Cómo escribir siquiera la cifra que llevaron
sin lastimar el polvo de sus nombres?

No puedo hablar de lágrimas
frente a esta primavera de espigas derrumbadas,
porque ellas no besaron las márgenes del llanto
en esos días inmensos en que el rayo buscaba
nada más que la talla del Hombre para herirla.

Si hoy nosotros estamos de pie sobre este cieno,
es porque el firme fuego de todo aquel calvario
trabajó los cimientos de este cieno.

Si mañana tocamos la espada del rocío,
es porque ellos tendieron un puente hasta el acero
y nos dieron su trigo, sus hondos minerales
y el Norte y la medida del camino.

II

Porque yo les he visto sosteniendo sus hierros,
en el trance total de estar doblados
sobre el pétalo oscuro de la sangre.

Yo estaba en el costado de la furia,
cuando ellos manejaban las aristas del trueno;
los he visto poblando de centellas azules,
las heladas esquinas de la noche.

Yo he visto el amarillo sendero que dejaba
la bandera asediada;
allí donde ella estaba
el estambre infalible de mi pequeña brújula
hallaba el brillo honrado del metal de una frente,
buscando su trinchera o su mortaja.

III

Y ahora, decidme, vosotros,
taciturnos sobrevivientes del crucial torrente;
piedras abandonadas
en la huella caliente del combate;
cal todavía sonriente sobre el alto
paredón de la muerte:
¿de qué rocas del tiempo
viene esta arena erguida que atraviesa
los párpados del aire enfurecido?
¿De qué profundo sueño están viviendo
estos ángeles claros que van hacia la lluvia,
con sus rugientes números de filos justicieros?

¿Y estos pájaros roncos que castigan
las ventanas del día?

¿De qué venas en llamas
o a través de qué dulces dominios navegantes
emergen estas aguas levantadas y alertas
que, minuto a minuto, configuran el torso,
las arterias pacientes y el rostro de diamantes
de estos vertiginosos varones del castigo?

Yo pregunto;
yo quiero que me digan el nombre
del Capitán caído debajo del silencio
de la piedra final y del madero
en cruz.

Yo quiero que me nombren el número preciso
de aquellas simples manos de labor derramadas,
desde el Norte, de rayos torrenciales,
hasta la desolada cintura de las islas.

Quiero que me denuncien la dignidad y el orden
de esta desamparada cosecha interrumpida.

Necesito bajar hasta el obscuro
nivel de la tormenta encadenada
y hacer el inventario de esta lenta yacija:
juntar las manos rotas; las frentes y los párpados;
clasificar el vasto trabajo del osario;
ver en qué forma suben las substancias terrestres
por los acantilados de la cal deshojada.

Tengo que custodiar desde hoy y para siempre:
los surcos y los hoyos y los túneles,
donde la estalactita de los ojos yacentes
y la pisoteada guitarra de estos labios
esperan la llegada de una aurora invencible.

Yo soy el Designado:
yo estoy en este duelo para marcar el hombro
de los Ángeles Negros que humillaron sus alas
bajando hasta el infierno de la sangre inocente.

Y aquí estaré por siglos -como un vigía de piedra-,
gastando las aldabas de las puertas del día,
hasta que una Bandera de olivos y palomas
se yerga entre las manos de los muertos vengados.



NILA LÓPEZ




Los fuegos
encendidos
  

XXXIV

¡Estoy tan lejos!
Debo volver a casa.
A esta misma hora
en alegre algarabía de voces gestos
ayer
se me perdió la risa.
Debo volver a casa.
He dado tantas vueltas
que ya no sé dónde dejé mis sueños.
Debo volver a casa.
He caminado mucho
y siento
que es la primera vez
que paso por el mundo.



FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH



Poema menor


Luna,
perdida luna.
Y nada más:
tú y yo:
Por allá,
por aquí
-sombras,
círculo en hambre,
tiempo
como arenilla
o palabra,
tú y yo,
mundo recién nacido.

Todo comienza
y vibra
(luna,
perdida luna),
como ala purísima
de luz
-sueño de Dios
matinal-:
Todo comienza en canto,
en vuelo,
en ti
¡mundo recién nacido!
tú y yo
por allá
por aquí...





MÓNICA LANERI



Primera vez


Abierto
ante la vida
descubres
el sexo
poco a poco.
Aquí...
entre mis piernas.



ELVIO ROMERO



  
Cintura


El arco en desazón de tu cintura
cimbreó su tallo en fresco movimiento,
como si todo el soplo de tu aliento
no cupiese en la red de su envoltura.

La quemazón del lecho y su blancura,
sintió agitarse ese temblor violento
de tu cuerpo sembrado por el viento
con que ensayé sellar mi quemadura.

¡Oh, firmamento abrasador, sencilla-
mente ofrecer y asir soles profundos
al frutecer la sangre en el relente!

¡Y dar y recibir dones fecundos,
como un surco acogiendo la semilla
feraz y fértil en su mes ferviente!



DELFINA ACOSTA



Los modos de marcharse



Hay modos de marcharse de la vida:
poco a poco
se van de tu memoria
los versos más hermosos de Rimbaud.
Te ocurren dos fatalidades juntas:
se te muere la rosa
que al mirarla quisiste
con suspenso de niño,
con el amor de Dios,
y se entierran, también, en el jardín,
las hojas amarillas de tu alma.
Para llenar las horas de la tarde
vas y vienes del tiempo
en que quedó el recuerdo
de aquella boca tibia ayer besada.
Hay modos de marcharse
de la vida:
poco a poco
se van de tu memoria
los versos más hermosos de Rimbaud.




lunes, 27 de enero de 2014

NILA LÓPEZ




Nacer 
Sin ningún dato



X

La ceniza está ciega.
No sabe nada
del color de una mano,
de la humedad,
de mí,
de la ventana.
Déjenla sola,
ser polvo y esparcirse
sin prisa,
viva molécula de dudas:
una nube amarilla que decanta
el mediodía.