miércoles, 21 de diciembre de 2016

 

ALEJANDRO DUQUE AMUSCO




Aristas



Como una extraña rosa
del desierto

árida y fría,
los años ya vividos.

Más fluida y ligera
la muerte cada vez

-graciosa perla
al fondo del estanque,

... y alargamos la mano.


De "A la ilusión final"



ENRIQUE GONZÁLEZ MARTÍNEZ







Soplaba un manso viento de aquel lado del mar...
La turba era una sola alma para escuchar.

Se concentraba todo en el vago sonido
Que venía de lejos... La tarde era tan pura
Y la emoción tan honda, que el alma hubiera oído
El vuelo de un celaje cruzando por la altura.

Sólo el mar prolongaba su angustioso tormento
Mientras la turba oía la palabra del viento.

Ciudad que vi una tarde y cuyo nombre ignoro;
Ciudad de vida unánime y silencios de oro;
Ciudad absorta y muda, ciudad cuyo sentido
Único es la insaciable codicia del oído;
Ciudad a quien la llama de crepúsculos rojos
No despierta una sola inquietud en los ojos;
Ciudad que nada mira, ciudad que nada atiende
Porque escucha y comprende...

Urbe de cuyos hombres, al pasar a su lado,
No podré decir nunca que me hubiesen mirado;
Vieja ciudad fantástica de quien decir no acierto
Si la crucé dormido o la soñé despierto...
¡He perdido tu rumbo! ¿Quién me dirá si existes,
Obsesión de mis horas infecundas y tristes?

¡Quién sabe si entre sueños te volveré a escuchar,
Oh viento que soplabas de aquel lado del mar!



OLIVERIO GIRONDO




Mi lu



mi lubidulia
mi golocidalove
mi lu tan luz tan tu que me enlucielabisma
y descentratelura
y venusafrodea
y me nirvana el suyo la crucis los desalmes
con sus melimeleos
sus erpsiquisedas sus decúbitos lianas y dermiferios limbos y gormullos
mi lu
mi luar
mi mito
demonoave dea rosa
mi pez hada
mi luvisita nimia
mi lubísnea
mi lu más lar
más lampo
mi pulpa lu de vértigo de galaxias de semen de misterio
mi lubella lusola
mi total lu plevida
mi toda lu
lumía

 


VÍCTOR-JACINTO FLECHA




Ausencia



Sobre el anhelo del río
sumérjome distante sobre tu piel



LUIS ALBERTO DE CUENCA




1. Bienvenida



Bienvenida al palacio de la duda,
a la casa del miedo.
Cómo echaban de menos tus pisadas
las baldosas del barrio.


De: "El hacha y la rosa"


OLGA OROZCO



  
Espejo en lo alto

                                                                                  A Alberto Girri



No sé si habrás logrado componer tu escritura
con aquel minucioso tapiz de hojas errantes que organizaba huecos y relieves,
prolijos ideogramas en este desmantelado atardecer;
tampoco sé si alguna vez me hablaste en los últimos meses
con ese congelado tintineo del vidrio, con el rumor del mimbre,
o el apremiante latido del corazón a oscuras;
y quizás tu mirada fuera entonces esa mirada circular del ágata,
que se abre, que se expande, que se amplía de agua en aire
más allá de la piedra y el fulgor y más allá del mundo.
Imposible saber. No consigo abarcar lo que me sobrepasa y te contiene;
no puedo descifrar de pronto las señales que no fueron costumbre.
Porque ahora traspasaste del todo la zona de los delirios y las emanaciones,
donde la selva y las acechanzas de la selva se confunden,
y los días se tiñen con el color de lo que ya no es, de lo que no será,
y entre un cuerpo y su sombra vuelca el viento veinte siglos de historia
y en una y otra mano se multiplican las semillas de la incertidumbre
y a uno y otro pie se anudan las serpientes de la contradicción.
Porque tal es la prueba y tales las maquinaciones de la simuladora, inabordable realidad.
No en vano deshojaste la envoltura del sueño y la vigilia,
palabra por palabra y ausencia por presencia,
hasta el último pétalo, hasta el temblor inmóvil del silencio.
(No revisaste acaso, palpando, escarbando, horadando la trama del poema
el revés y el derecho del destino, los nudos del error, el bordado ilusorio,
sin encontrar la pura transparencia que permita mirar al otro lado?
Tu fuerza fue habitar en el Reino del No la casa de los innumerables laberintos,
probando las entradas, rondando las salidas,
acechando visiones contagiosas, insectos y peligros y ratones.
e una casa oscilante, en continuo equilibrio,
justo en el borde de la inmensidad;
y allí viviste alerta, ensayando la ausencia, desasido de ti
-tu primera persona del singular cada vez más allá,
siempre más cerca de algún otro tú-,
siendo a la vez el cazador que descubre la presa y abandona el asedio
y el pájaro que intenta desterrar con las alas su recuerdo en el suelo.
Ya eres parte de todo en otro reino, el Reino de la Perduración y la Unidad,
estás en el eterno presente que huye, que se consume y que no cesa,
y podrás ser por fin el nombre y lo nombrado.
Pero yo sé que casi medio siglo de amistad, permanencia, emociones y amparo,
no me basta para encontrar que una pequeña huella,
una chispa en suspenso, un flotante perfume
son, en medio del anónimo coro universal, de la corriente del acontecer,
tu modo de dictarme lo más justo, lo más bello y lo más verdadero,
como antes, como siempre, con un gesto, con un talismán, con una lágrima.
Y si así fuera, ¿cómo responder?
A partir de mi boca, de mi congoja y mi ignorancia sólo puedo rogar:
"Señor:
Haz que tu hijo sea como el más incontaminado de todos tus espejos
y muéstrale las cosas así como él quería, tales es como son.