domingo, 22 de enero de 2017


ARMANDO ROA VIAL




5

SIN ROSTROS NI MIEMBROS VA QUEDANDO.
Las colinas de mi cuerpo se enfrían.
Mi voz se hunde vacilante
en el pantanoso corazón de Dios.


De: Zarabanda de la Muerte Oscura


BLANCA SANDINO





Mi escritura me contiene



Desvanecidas en la inercia cómplice del sueño,
yacen mis manos. Incendio nuevos paisajes: arde
viscosa, letal, la noche.

Y me pregunto. A media palabra del otoño de tu boca.
Pero no sé si quiero conocer la respuesta.

CARLOS BARRAL




La dame à la licorne

                                                           Estudio de ademanes
                            A una muchacha desnuda de medio cuerpo,
                          que, creyéndose sola, se quita los blue-jeans
                                                             junto a una bicicleta.




Oriente ensortijado,
rojo vellón flamante, con qué pausa
de sol en hebras nace entre dos ramas
aún nocturnas de azules indecisos

y crespa luz guardada
-venus naciendo nueva de la sarga-
a las puntas saladas y a los labios
incrustados de arena cristalina
promete otra figura
sobre la piel erguida y sobre el mismo
tostado de las dunas
-las sedas suntuosas de la piedra molida-
y el lienzo inquieto de la mar,
                                                    espejo
que te revela como tú te admiras.

El duro lomo y las costillas finas
del animal mecánico se aquietan,
se pliegan a la tierra que te empuña,
un instante increíble, cuando avanzas
los hombros
y doblas la rodilla levemente
y el cabello te ciega como una luz espesa
y vagan las dos manos
abriéndose...
                      ... Desnudas
espléndida la gloria de este sitio,
los sueños solitarios -cada hombre,
repetido por siglos, que arribaba
a este arenal desierto- las miradas
turbias de sol, con sed, desde los párpados
de cada olivo centenario...

Oh pura, instantánea,
tanto
y tan llena de ti
que el silencio te observa y aún no suenan
por qué milagro alrededor los golpes
a intervalos detrás del tamarindo
ni el gemido del tren y nada sabes
de la mano crispada o del hierro invisible
ni escuchas el reseco zumbido de los cables
ni el rumor trepan ante de la excavadora.
El ruido de un motor
inútilmente acelerado
golpea como un látigo tu espalda,
oh sorda como el árbol, y ahora crece
como una zarza junto a ti y te acusa
y se encoge en tu cuerpo la hermosura
y un gran manto de ojos
transparente te cubre mientras dudas.

              (Pero yo creo en ti, oh cuerpo
               joven, fortaleza del alma,
               y negaré en tu nombre, quiero
               verte prevalecer.)

                                               Oh rompe
con gesto descuidado las redes que te tienden
sacude el aire impuro,
oh rosa en lo secreto y ahora obscena
que los ojos golpean o las pausas del ruido,
oh poder, camina indiferente,
amante desarmada, porque es tu desafío
a las sucias aceras de tu ciudad horrible,
y a lo largo del aire sorprendido,
de espacio violado, te reflejas
en las anchas vitrinas de instrumentos calmantes.

        (Desnuda frente a un muro de ataúdes eléctrico
        recoges una concha seguramente rota.)

O renuncia y corrómpenos. Recoge
precipitada el pantalón crujiente
y póntelo y la blusa de colores
y toma por los cuernos al animal sumiso
y pisa el polvo de tu gloria.
                                               Entonces
oscuros y dañinos, detrás de cada duna,
saldremos a mirarte
y el pico que no viste se detendrá un instante
y esa máquina negra que de nuevo
ronca.
Y alguno desde lejos, indeciso,
te saldrá al paso, amenazándote
como si nunca hubieras sido
                                                 nadie.




MARISA LEÓN




Arañazo



Ya sé que soy una bomba de fusión en potencia
que todos mis átomos de hidrógeno están desordenados
desordenada también mi imprudencia temeraria por lamerte
los ojos y la nuez de la garganta, tu ombligo y esos lunares de café.
Ya sé que te bebí una tarde de noviembre y me abriste el apetito y la carne
desde entonces soy vagabunda en tu espalda y en tus desatinos;
cada noche me duermo entre tus arterias de granados y tus columnas de mar vencido
y rastreo tus sueños hasta aquella costa donde bucea tu deseo
y soy Isis, soy Cibeles o Yemanya conquistando esa boca de tiempos desnudos.
Invoco a la Luna menguante en escorpio, haciendo una batida en tu cama
inmanto tu patria y afecto aparcados en mi iris de bosque perenne
amarrando con clavo y limón tu distancia hasta mis estancias
donde revuelas mi costilla, los ventanales descubiertos de mi mirada
y habito tu fijación perdida en mi rostro y muero,
muero escarbando tus mascullos, muero de mi en ti,
en tu arañazo hacia mi casa infinita.

Agosto ojo de halcón y caña dulce




KAREN VALLADARES





Pienso escribir



Pienso escribir cualquier cosa.

Desgarrar la palabra, hilvanarla.
Mencionar mil veces mi nombre y el tuyo.
Negar mi amor por vos
volverme fría
con los nervios templados.

Pienso escribir cualquier cosa.
Hablar de la lluvia que aún no llega
hablar de las paredes de mi casa
de mis sueños
de los tuyos
volver a recordar cada cosa que me decís
mientras me duermo.

Pienso escribir cualquier cosa
escribir sobre vos
sobre mí
sobre ellos.

Sobre todo lo que importa
y lo que realmente no importa.
Pero escribir.

Hablar del niño que lloriquea
del juguete roto
del ruido del mediodía
de la distancia
del sol que se hace naranja cada vez
Que cae la tarde.

De todas las veces que me transforma.
De las veces que soy y que no soy.
Pienso escribir cualquier cosa
Del Art poetic,
de lo que existe y no existe.
De lo bueno y lo malo.
Pero escribir
Sin importar la condición,
El tiempo,
la distancia,
lo desaparecido
y lo que se encuentra
de que se va
y de aquello que jamás regresa.



MARÍA GERMANÁ MATTA




Fantasmas de la noche
 


El espejo no refleja tu figura, en el ángulo superior cuelga un hilo largo y amarillo que zurce las cicatrices de la infancia. El viento no circula, se percibe el bochorno de lo desconocido y el latido del mundo con sus prisas se enrosca en el peldaño de la noche y te asfixia. El mundo es una línea recta sin horizonte, alrededor bailan los rostros pálidos de los niños muertos. De un tiempo a esta parte, siempre anochece, me cansé de vivir al interior de una caracola porque el aire ha quedado preso. No existe flor que resista el peso de la angustia y si rascas la suela de los zapatos sus huellas se hacen planas e infinitas.

En mitad del océano, algún barco revolviendo las olas interminables del grito. Sólo existe un manto ralo entorno a lo cotidiano mientras los lobos marinos acechan detrás de las cortinas interiores de los barcos. Las lágrimas tienen el sabor salado de las algas, con un cepillo de  cuerdas anaranjadas peinas los cabellos de los astros para mitigar el olor que desprende el miedo. Ahora que escribo este poema, la cola del universo entona una canción que nadie la escucha. Estamos absortos en los agujeros de las pantallas, hemos extraviado la voluntad y llovido leche agria de vergüenza. Los guerreros han colgado su armadura, sus corazones aún laten y sin embargo sus cuerpos son estatuas pululando por las calles. La noche reclama el calor de las pestañas y la luna aúlla pensativa detrás de las constelaciones del futuro. ¿Dónde se esconden los fragmentos de sus habitantes? Han colgado sus sonrisas al interior de un círculo vicioso y el agua se está consumiendo, la lluvia escasea como la voluntad y tiñe de pesar los corazones extraviados.

He colgado mi vestido en la percha de la noche para no naufragar.