domingo, 18 de octubre de 2020

NIKOLAI GUMILIOV


 


Ella



 

Yo conozco una mujer: el silencio,

El cansancio amargo de las palabras,

Vive en el centelleo furtivo

De sus pupilas dilatadas.

 

Su alma ansiosa está abierta

A la música metálica del verso.

Ante la vida lejana y placentera

Es sorda y altiva.

 

Sus pasos son extraños,

Lentos e inaudibles,

No se puede decir que sea bella

Pero en ella encuentro mi felicidad.

 

Cuando necesito fortaleza

Valiente y orgulloso la busco

Para aprender de su tierna sabiduría

Con todo delirio y languidez.

 

Ella es luz en las horas inciertas

Sostén cuando todo parece perdido

y sus sueños exactos son como sombras

Sobre la arena ardiente del paraíso.

 

 

Versión de Jorge Bustamante García

 

 

TED HUGHES

  



Cuervo Ego

 


 

     Cuervo esperó a que Ulises se volviera

gusano, y Cuervo lo comió.

 

     Luchando con las dos víboras de Hércules

asfixió sin querer a Deyanira.

 

     El oro que rindieron las cenizas de Hércules

es ahora electrodo en los sesos de Cuervo.

 

     Bebiendo sangre de Beowulfo y abrigándose

con su piel, Cuervo alterna con fantasmas.

 

     Sus alas son el lomo rígido de su libro,

él mismo única página, toda ella de tinta.

 

     Por eso mira al fondo del pasado

como un gitano el vidrio del futuro,

 

o un leopardo la selva pingüe.

 

 

Versión de Jesús Pardo

 

 

GEORG HEYM

  



Después de la batalla



 

En los sembrados yacen apretados cadáveres,

en el verde lindero, sobre flores, sus lechos.

Armas perdidas, ruedas sin varillas

y armazones de acero vueltos del revés.

 

Muchos charcos humean con vapores de sangre

que cubren de negro y rojo el pardo campo de batalla.

Y se hincha blanquecino el vientre de caballos

muertos, sus patas extendidas en el amanecer.

 

En el viento frío aún se congela el llanto

de los moribundos, y por la puerta este

una luz pálida aparece, un verde resplandor,

la cinta diluida de una aurora fugaz.

 

 

Versión de Jenaro Talens

De: "Tres poetas expresionistas alemanes" 

NÂZIM HIKMET

  


 

Bakú de noche

 



Noche sin estrellas hasta el pesado mar

noche cerrada y oscura

la ciudad de Bakú es un soleado campo de trigo

Estoy en la colina,

el sol me da de lleno en la cara

se escucha en el aire un preludio de rast que fluye como las

                                                           aguas del Bósforo.

Estoy en la colina,

mi corazón es como una balsa

                                que se aleja en una separación infinita

                                              y va más allá de los recuerdos

                                        hasta el pesado mar sin estrellas

                                         en la noche cerrada y oscura.

 

Bakú, febrero de 1960

 


De: "Últimos poemas 1959-1960-1961"
Versión de Fernando García Burillo
  

MIHAÏ BENIUC

  

 

 

En mi sangre

 



Nada más tengo que decir,

que vengan otros, si así quieren,

a pescar en esta agua turbia.

Yo he vuelto las espaldas al poniente.

 

Como una peonía de corola arrancada,

miro el árbol gigante con asombro:

Veo un hombre pender de cada rama.

Yo no hubiera querido -¡no!- combatir aquí.

Vosotros, insaciables de las guerras,

¡venid, gustad sus frutos!

 

Sobre el mapa, el Espíritu del Mal está inclinado,

mordido en las entrañas de una sed insaciable

de espacio y sangre joven.

"¡Venid!", aúlla, oscura, la boca del abismo.

 

Nada más tengo que decir.

Hierven charcos de agua corrompida,

a cada paso yace alguno,

alguno del levante o del poniente.

 

¡Oh, hermanos míos, en mi sangre

llora la historia de mi tiempo!


1942

 

Versión de Rafael Alberti y María Teresa León

 

INGEBORG BACHMANN

  


 

Currículum Vitae

 



Larga es la noche,

larga para el hombre

que no puede morir, largamente

se tambalea bajo farolas

su ojo desnudo y su ojo

cegado por el aliento de aguardiente, y el olor

a carne mojada bajo sus uñas

no siempre le aturde, oh dios,

larga es la noche.

 

Mi cabello no se encanece

porque salí del vientre de las máquinas,

Rosarroja* me untó de alquitrán la frente

y los mechones, habían estrangulado

a su hermana, blanca como la nieve. Pero yo,

el jefe de la tribu, pasé por la ciudad

de diez veces cien mil almas, y mi pie

pisaba las cucarachas del alma bajo el cielo de cuero, del cual

pendían diez veces cien mil pipas de la paz,

frías. Una calma de ángeles

deseé a menudo para mí

y cotos de caza llenos

de los gritos impotentes

de mis amigos.

 Con las piernas y las alas abiertas

subía la sabihonda juventud

sobre mí, sobre el estiércol, sobre el jazmín,

hacia las inmensas noches del secreto

de la raíz cuadrada, la leyenda de la muerte

empaña mi ventana cada hora,

dadme euforbia y verted

la risa en mi garganta

de los viejos que nos antecedieron, cuando

caiga yo sobre los infolios

en el sueño vergonzoso,

para que no pueda pensar,

para que juegue con flecos

de los que cuelgan serpientes.

 

También nuestras madres

soñaron con el futuro de sus maridos,

los vieron poderosos,

revolucionarios y solitarios,

pero después del retiro los han visto encorvados en el huerto

sobre las llameantes malas hierbas,

mano a mano con el fruto charlatán

de su amor. Triste padre mío,

¿por qué callasteis entonces

y no habéis seguido pensando?

 

Perdido en las cascadas de fuego,

En una noche junto a un cañón

que no dispara, condenadamente larga

es la noche, bajo el esputo

de una luna enfermiza, su luz

biliosa, pasa volando sobre mí

el trineo con la historia

embellecida,

en la vía del sueño de poder (lo cual no impido).

No era que yo durmiese: estaba despierto,

entre esqueletos de hielo buscaba el camino,

volvía a casa, me ceñía el brazo

y la pierna con hiedra y con restos

de sol blanqueaba las ruinas.

Respeté los días festivos,

y sólo si mi pan estaba bendecido

lo comía.

 

En una época arrogante

hay que pasar de prisa

de una luz a otra, de un país

a otro, bajo el arco iris,

con la punta del compás en el corazón,

tomando la noche por radio.

Abierto de par en par. Desde las montañas

se ven lagos, en los lagos

montañas, y en el armazón de las nubes

se balancean las campanas

de un mundo. Saber de quién

es ese mundo, me está prohibido.

 

Ocurrió un viernes:

-yo estaba ayunando por mi vida,

el aire chorreaba del zumo de los limones

y la espina estaba clavada en mi paladar¬

entonces saqué del pez abierto

un anillo que lanzado

al nacer yo, cayó en el río

de la noche y se hundió.

Yo volví a lanzarlo a la noche.

 

Oh ¡si no tuviera miedo a la muerte!

Si tuviera la palabra

(y no la errase)

si no tuviera cardos en el corazón

(y rechazara el sol),

si no tuviera avidez en la boca

(y no bebiera el agua salvaje),

si no abriera el párpado

(y no hubiera visto la cuerda).

¿Están tirando del cielo?

Si no me sostuviera la tierra

hace tiempo que yacería quieta,

hace tiempo que yacería

donde me quiere la noche,

antes de que hinche las narices

y levante su casco

para nuevos golpes,

siempre para golpear.

Siempre la noche.

Y nunca el día.

 

 

*Rosarroja y Blancanieves son hermanas en el cuento.

 

 

Versión de Cecilia Dreymüller y Concha García

De: "Invocación a la Osa Mayor"