domingo, 26 de febrero de 2017


JUAN CUNHA




De pronto emerge y sobresale un nombre



Hoy anda Cármelo en el aire
No sé de golpe escucho Cármelo
y Cármelo otra vez al poco rato
Pues claro que no es más que el solo nombre
Que me entresuena hoya tantos años
Ya tantísimas leguas transcurridas

Cármelo le decían por Carmelo
A cierto muchachón que hacía parte
Del personal de estancia de mi abuelo
En Molles del Pescado allá en mi tiempo
De chiquilín ya premocito
Ay en benditos breves días

Cármelo allí ensillaba un pangaré
y rumbeaba pa el puesto de Las Chilcas
Por ejemplo o salía a echar las vacas
Y a lo lejos ya Cármelo llegaba
Y de vuelta otra vez por los caballos
Y galopando irrumpe la tropilla
De variados pelambres y relumbres
Y ya entre polvaredas y tropeles
O que adónde fue Cármelo
Lo mandaron temprano hoy hasta el pueblo
Y regresaba Cármelo a la noche
Con el flete sudado hasta la cola
y era Cármelo siempre al otro día

Era aindiadito el mozo y medio tuerto
Con una nube blanca por lo menos
En un ojo que usaba entrecerrado
Y no le daba un muy airoso aspecto
Mas entre el personal hacía juego
Que era algo así de tres a cinco peones
Entre los pardos y negros y otros tonos

Bueno pero por qué me vuelve el nombre
Que lo escucho decía como náufrago
En este aire hoy tan de otra época
Y Cármelo a esta altura quién lo dice
Quién lo pronuncia que lo escucho nítido
y en más de una ocasión lo oí esta tarde
Como llegando de distintos rumbos
Entre otras cosas que la tarde nombra

Cármelo que decían por Carmelo
Pero hoy ya es sólo el nombre sin el hombre
Con otra dimensión y en otro orden
Justo las siete letras recompuestas
Las que reordena el aire y ratifica
y por decir Carmelo insiste en Cármelo


De: "Palabra cabra desmandada"


GASTON BAQUERO




Preludio para una máscara



El rocío decora los restos de un naufragio
Donde sólo la muerte palpita débilmente.
Los astros ya no agitan sus tiernas cabelleras
Sobre el rostro invisible que decora el rocío.

Sin color se adelanta por la muerte un recuerdo
Que aprisiona en sus alas la forma que mi cuerpo
Tendrá cuando sea el tiempo de que la muerte quede
Enterrada en el rostro que decora el rocío.

Yo no quiero morirme ni mañana ni nunca,
Sólo quiero volverme el fruto de otra estrella;
Conocer cómo sueñan los niños de Saturno
Y cómo brilla la tierra cubierta de rocío.

Algo visible y cierto me arrastra por el alma
Hasta un balcón vastísimo donde nada aparece.
Allí me quedo inmóvil escuchando que muero;
Presintiendo aquel rostro que decora el rocío.

El árbol que mi sombra levanta cada día
Sediento de los cielos devora sus raíces;
Toca en las puertas blancas del naufragio lejano
Y florece en el rostro que decora el rocío.

Con el sol que solloza por la muerte que un día
Le hará rodar oscuro debajo de la tierra,
De súbito ilumina mi estancia venidera
Donde deslumbra el rostro que decora el rocío.

No soy en este instante sino un cuerpo invitado
Al baile que las formas culminan con la muerte.
Dondequiera que al tiempo me disimulo o niego
Surge radiante el rostro que decora el rocío.

Ahora me reconozco como un huésped que llega
A una estación extraña a pasar breves días.
Mi patria se desnuda serena entre las nieblas:
Su extensión es el rostro que decora el rocío.

No importa que la muerte sea una nieve eterna
Que a la forma en el tiempo aprisiona y exige.
Un valle silencioso florece en mi recuerdo,
Y siento que a mi rostro lo decora el rocío.


JOSÉ LUPIÁÑEZ





Narghile



Raki al atardecer,
turbio en el vaso.
El cafetín humea
y las narghiles
dispersan por el aire
un olor a manzana.
Fija el sol su reflejo
de sangre en los cristales.
Mostachos casi azules,
ojos negros con cercos
misteriosos y tristes.
La tarde ya se va,
pero en el alma
nos queda este perfume,
y en la boca,
el almíbar rabioso
que tienen tus palabras.

MIGUEL LABORDETA




Destino



Lo sabéis amigos
no volveremos más.
La virtud de la lluvia
se aniquila en los soles
y el viento entre las flores
se sumerge en la sangre de los toros.
Sólo los viejos vagabundos al morir
pueden saber quizá
el secreto de la hora derramada
y el porqué de la mujer húmeda en estío.
Pero nosotros no. No podemos volver.
Es imposible calavera mariposa
el tiempo entre la niebla seducido.
Somos nosotros mismos
el ritmo pereciente
y nuestro gesto
la invisible caracola de la muerte
primavera pura aniquilada
en incesantes mundos destruidos.
Nada más. Tan sólo eso.
Un levantar baldío de los brazos
para recoger el mar que se nos huye
pletórico de ahogados y de olvidos.
Un lamento también
y un querer crear agujeros
en el agua mansa de los recién nacidos.
Mientras os alejáis
cantando juventudes
yo permanezco aquí
mudo y atónito
como un muerto inmortal
soñando vida inmensa
y una antigua e inconcebible libertad.
No volveremos más.
Es cierto amigos.
Atardece.
La estatua el árbol la hormiga
y esta pena mía tan hermosa
se confunden en la mente ignorada de las manos.
35 segundos han pasado en mi reloj de Pulsera.


De: "Punto y aparte"


PAUL CELAN



  
De oscuridad en oscuridad



Abriste los ojos -Veo vivir mi oscuridad.
La veo hasta el fondo:
aún allí es mía y vive.

¿Traslada como tal a la otra orilla? ¿Se despierta al hacerlo?
¿De quién es esta luz que sigue mi paso,
para que apareciera un barquero?


De: "Umbral en umbral"

Versión de José Luis Reina Palazón



LUISA CASTRO




Visión de Cibeles



Yo era una bella mujer que pasaba sin mirar
y llegué hasta aquí y debí detenerme,
dormirme,
soñar con hojas y aves.

Otras vidas fugaces como hojas o aves
giran sin detenerse.
No envidio sus viajes.
Quieta,
me quedo aquí de piedra.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde que soy de piedra?
¿Cuántas hojas y aves han caído y volado?
Cuantas vuelven
o llegan
como tú,
que me ves como nadie me ve,
que no buscas en mis ojos respuestas
ni haces preguntas,
que pasas y miras sin querer
lo que los otros no ven,
lo que sólo aquí se ve,
los ojos blancos y abiertos de las estatuas
que han llegado caminando de tan lejos
y se paran
y escuchan al vagabundo
mientras los hombres se cruzan
y se hacen preguntas
en estas calles donde un día debí detenerme,
dormirme,
soñar con hojas y aves.
 

**


Como tú me ves nadie me ve.

Con corazón de piedra
apacigüé a la madre,
liberé a aquel muchacho de la boca del tiempo
con corazón de piedra.
Frío y duro es mi corazón
y nada hallarás en él
del mundo conocido.

Mi trabajo es sencillo:
burlo al padre devorador de sus hijos
con un niño de piedra
y en mi sombra cobijo fugitivas muchachas
y apaciguo a las madres.
Te sonrío, es mi empleo.

Pero no te miro de frente
ni me vuelvo a mirar cuando pasas
ni pregunto quién eres a las aves vecinas
ni reclamo en tus ojos
vanas complacencias.


De: "De mí haré una estatua ecuestre"