"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 1 de noviembre de 2021
CARLOS FUENTES
Su piel sin poros
Echo
de menos el sexo.
Todos sus aspectos.
Todos mis respetos.
La perversión es la comprensión.
Meter la cara en la vagina
con la boca llena de aspirina
y un dedo desconocido
en el culo.
Y diez minutos después
sentarte en un taxi como si nada,
las piernas cruzadas, las manos en el regazo.
Y sin embargo el prefecto candado
de nuestros cuellos, y su lengua
en mi nuca y el constante
calor de su piel sin poros
jamás podrán revivir.
MARIO VARGAS LLOSA
Vale la pena vivir
Vale
la pena vivir,
aunque fuera solo porque sin
la vida
no podríamos leer ni fantasear historias.
MARILYN MONROE
Cuerpo y alma
Por
mucho que acaricie tu cuerpo,
nunca
llegaré hasta tu alma.
Aunque
los que a mí me gustan
son
más bien cuerpos desalmados.
En
cambio yo,
no
os lo vais a creer,
a
veces tengo la sensación
de
que soy un alma sin cuerpo.
ATTILA JÓZSEF
Al borde de la ciudad
Al borde de la ciudad, en donde vivo,
al derrumbarse los crepúsculos,
vuela el hollín en blandas alas
como murciélagos pequeños
y se solidifica como el guano
fuerte y grueso.
Así se asienta en nuestras almas este tiempo.
Y como espesos trapos
de pesadas lluvias
lavan el mellado techo de hojalata,
en vano la tristeza borra de nuestro corazón
lo que está sobre él petrificado.
La sangre también puede lavarlo. Así somos.
Gente nueva, enjambre de otra especie.
Pronunciamos la palabra de otro modo, el pelo
se pega a nuestra cabeza de otro modo.
Ni Dios ni la mente, sino
el carbón, el hierro y el petróleo,
la materia real nos ha creado
echándonos hirvientes y violentos
en los moldes de esta
sociedad horrible,
para afincarnos, por la humanidad,
en el eterno suelo.
Tras los sacerdotes, los soldados y los burgueses
al fin nos hemos vuelto fieles
oidores de las leyes:
por eso el sentido de toda obra humana
zumba en nosotros
como un violón.
Desde que se formó
el sistema solar,
aunque es mucho el pasado
tantas gentes no nos han destruido, indestructibles:
armas y glorias, superstición y cólera
en nuestras moradas devastaron.
El vencedor futuro
jamás se vio humillado
como nos humillasteis
bajamos al suelo la mirada. El secreto
guardado en la tierra se abrió.
¡Mirad cómo se ha vuelto una fiera
la fiel máquina!
Frágiles pueblos crujen
como el delgado hielo de un charco.
Cuando la fiera salta, el revoque de las ciudades
se desprende, y el cielo retumba.
¿Quién doma —quizá el terrateniente—
al perro salvaje del ovejero?
Su infancia es la nuestra. La máquina
se crió junto a nosotros.
Es un manso animal. ¡Vamos, llamadla!
Nosotros conocemos su nombre.
Y dentro de poco ya veremos
como todos os arrodilláis y le rezáis
a ella que no es más que vuestra propiedad.
Pero ella sólo lame
a aquel que le dio de comer en la mano.
Henos aquí, desconfiadamente unidos
los hijos de la materia.
¡Levantad nuestro corazón! (Él pertenece
a aquel que lo levanta.)
Tal fuerza sólo puede poseer
quien está lleno de nosotros.
¡Izad el corazón por encima de los talleres!
Un corazón tan grande y cubierto de hollín
sólo han visto aquellos que han mirado al sol
asfixiándose en su propio humo, aquellos
que han escuchado palpitar
las galerías profundas de la tierra.
¡Izad el corazón! Alrededor de esta tierra dividida,
la empalizada llora, se marea y tropieza
al soplo de nuestro aliento
igual que cuando se desata la tormenta.
¡Soplemos en ella, izad el corazón,
que humeé allá arriba!
Mientras llega la claridad,
nuestra capacidad maravillosa, el orden
con que la mente concibe
la finita infinitud,
las fuerzas de producción por fuera
y los instintos por dentro...
Al borde de la ciudad chilla esta canción.
El poeta, el pariente,
mira y mira cómo cae el hollín blando, espeso,
que cae y que cae
y se solidifica como el guano
fuerte y grueso.
La palabra chirría en la boca del poeta,
pero él, ingeniero
de las maravillas de nuestro mundo,
penetra en el futuro consciente
y construye dentro de sí —como después vosotros
afuera— la armonía.
GARY SNYDER
Sólo una vez
casi en el ecuador
casi en el equinoccio
justo a medianoche
desde un buque
la luna
llena
en el centro del cielo.
Caleta de Sappa cerca de Singapur
Marzo, 1958
De: “The Back Country”
LI QINGZHAO
Cielo de las perdices (flor del Canelo)
Cielo
de las perdices (flor del Canelo)
de un amarillo mate claro casi pálido
su talle respira dulzura
lejos de las caricias de las manos sólo su aroma permanece
¿qué necesidad de rojos claros esmeraldas
o profundos rubíes
si ella misma
es la más bella entre las flores?
seguro que la envidian los ciruelos que los crisantemos se avergüenzan
y es que el año próximo en la balaustrada
será́ la Reina del Otoño
¡cómo es posible que los poetas clásicos
hayan sido tan poco sensibles para olvidar sus encantos!
Versión de Pilar González España