"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 16 de febrero de 2019
EDITH SÖDERGRAN
I
Mi vida era tan desnuda
como las grises peñas,
mi vida era tan fría
como las blancas alturas,
pero mi juventud se sentaba con ardientes mejillas
y se regocijaba: ¡ya llega el sol!
Y el sol llegaba y yo desnuda me tendía
todo el largo día sobre las grises peñas -
y entonces una fría brisa del rojo mar llegaba.
II
Entre las piedras grises
yace tu blanco cuerpo que se lamenta
de los días que vienen y se van.
Las leyendas que de niña escuchaste
sollozan en tu corazón.
Silencio sin eco,
soledad sin espejo,
el aire se torna azul por todas las fisuras.
Versión de Renato Sandoval e Irma Sítanen
MARITZA CINO ALVEAR
5
Esta
despedida extraña
de
autopistas blancas en la ciudad del viento,
esta
nieve en primavera
alterando
horarios, rutas y estaciones,
esta
boina que llega como un fetiche manso
para
abrigar mi desnudez,
estos
silencios nuevos que se pierden
entre
números y aviones.
Este
arribar acá siendo más de allá,
me deja
insomne en este puerto solo
que aún
espera que lo habite.
LUCILA NOGUEIRA
VII
Y la independencia
vino simultánea
De
México a la Provincia de La Plata
Caracas,
Santiago, Buenos Aires:
Un
destino común de la lengua y patria
Por las
aguas del río Magdalena
Bolívar
anda en naves de Zapata
Andaluz,
Andalucia, Andalucila
Desde
Amazonas a los Andes y La Plata.
JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ
Vivo sin leño ni lumbre, señuelo en pos de ti.
Por encontramos en el mundo, nos cubre la llama que da pavor. Soy de pies a cabeza la gran vacilación del hombre. Mustio, trago a cántaros el olvido y la tiniebla.
Por encontramos en el mundo, nos cubre la llama que da pavor. Soy de pies a cabeza la gran vacilación del hombre. Mustio, trago a cántaros el olvido y la tiniebla.
De: "Rasgos comunes"
MANUEL SCORZA
La lámpara
Como la lámpara olvidada
arde invisible en el día,
así mi corazón se ha consumido
sin que tú lo vieras.
Mas ya pasaron para ti las mieses,
y tardos los años,
yo sé que ahora
tus ojos buscan
las huellas bermejas de mi pasión.
Es tarde:
mi corazón calcinado
apenas soporta sus cenizas,
y aunque estás cercana,
y quiero llamarte
mudas están las hogueras
donde antaño ardieron
airadas voces tiernas.
Mi tristeza ya no puede
ni con el peso del rocío.
Es tarde:
la vida se nos gasta en actos vanos
Es tarde:
detrás de mis ojos ya no hay nadie.
Como la lámpara olvidada
arde invisible en el día,
así mi corazón se ha consumido
sin que tú lo vieras.
Mas ya pasaron para ti las mieses,
y tardos los años,
yo sé que ahora
tus ojos buscan
las huellas bermejas de mi pasión.
Es tarde:
mi corazón calcinado
apenas soporta sus cenizas,
y aunque estás cercana,
y quiero llamarte
mudas están las hogueras
donde antaño ardieron
airadas voces tiernas.
Mi tristeza ya no puede
ni con el peso del rocío.
Es tarde:
la vida se nos gasta en actos vanos
Es tarde:
detrás de mis ojos ya no hay nadie.
De: "Los adioses "
HERNÁN LAVÍN CERDA
El arte de amar
(La danza del péndulo)
Celestino
amaba a Leticia, la que amaba locamente a Segismundo, el que amaba con
entusiasmo y sin entusiasmo a Valeria, la que amaba con furia uterina a Luis
Alberto, el que observaba las estrellas, solitario, y sólo amaba a Nora del
Carmen, la que no amaba a nadie, casi loca en su amor platónico.
Celestino se fue a la Unión Soviética en el otoño de 1960. Leticia tuvo una
crisis religiosa y se enamoró de Maimónides, un poco antes de ingresar al
convento de las Hijas del Buen Pastor. Segismundo se volvió loco sin saber por
qué, luego de amar con entusiasmo y sin entusiasmo. Valeria descubrió el Arte
de la Soledad en su casa llena de gatos equívocos, famélicos, esquivos, y junto
a la sombra de Pericles, aquel loro inmortal que sólo hablaba en una lengua
muerta: una especie de esperanto en resurrección casi permanente, aunque
ustedes no lo crean.
Luis Alberto se suicidó en una noche de verano, no muy lejos del cerro San
Cristóbal, cerca del principio y del fin del mundo, en Santiago de Chile, con
un calor insuperable, más bien olímpico, y Nora del Carmen se casó al fin con
Hernán Rodrigo Lavín Cerdus, un loco que nada tenía que ver con la historia,
pero lo sospechaba todo a través de la sutileza de su espíritu.
Psicosomáticamente, Lavín Cerdus lo sospechaba todo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)