martes, 8 de febrero de 2022


 

JULES LAFORGUE

 


Relampago de abismo

 

 

Me hallaba en una torre en medio de los astros.

Un vértigo, de pronto. ¡En un rayo, sin velos,
Escrutaba, temblando de pánico, de espanto,
El enigma del Cosmos en todo su estupor!
¿Todo está solo? ¿Dónde estoy? ¿A dónde rueda
El bloque que me arrastra? ¡Puedo morir, partir,
Sin saber nada! ¡Hablad! ¡Oh rabia, el tiempo vuela
Sin vuelta atrás! ¡Parad, parad! ¿Y disfrutar?
¡Pues que todo lo ignoro! Llegó mi hora tal vez:
No sé. Yo me encontraba en la noche, y nací.
¿Por qué? ¿Y el universo? ¿A dónde -va? Que el cura
Es sólo un hombre. Nada sabemos. ¡Dios, asómate,
Testigo eterno, muéstrate! Habla, ¿por qué la vida?
Todo calla. El espacio no tiene alma. ¡Esperad!
¡No quiero morir, astros! ¡Soy una inteligencia!
¡Ah, volver a ser nada irremediablemente!

 

FRANCES HARPER

 

  

La subasta de esclavos

 

 

Comenzó la venta: allí estaban las jóvenes,

   Indefensas en su miseria,

Cuyos sollozos ahogados de profunda desesperación

   Revelaban su angustia y angustia.

Y las madres se pararon, con ojos llorosos,

   Y vieron vendidos a sus hijos más queridos;

Ignorados se alzaron sus amargos gritos,

   mientras los tiranos los cambiaban por oro.

Y la mujer, con su amor y su verdad,

   Porque estos en formas negras pueden

morar, Contempló al esposo de su juventud,

   Con angustia, nadie puede pintar o contar.

Y hombres, cuyo único crimen era su color,

   la huella de la mano de su Hacedor,

y niños frágiles y encogidos también,

   estaban reunidos en esa banda lúgubre.

Vosotros que habéis sepultado a vuestro amado,

   Y llorado sobre su arcilla sin vida,

No conozcáis la angustia de ese pecho,

   Cuyos amados son brutalmente arrancados.

Puede que no sepáis cuán desolados

   son los pechos forzados groseramente a separarse,

y cómo un peso sordo y pesado

   oprimirá las gotas de vida del corazón.

 

 

RAÚL ZURITA

 

  

Guárdame en ti

 

 

Amor mío: guárdame entonces en ti
en los torrentes más secretos
que tus ríos levantan
y cuando ya de nosotros
sólo que de algo como una orilla
tenme también en ti
guárdame en ti como la interrogación
de las aguas que se marchan
Y luego: cuando las grandes aves se
derrumben y las nubes nos indiquen
que la vida se nos fue entre los dedos
guárdame todavía en ti
en la brizna de aire que aún ocupe tu voz
dura y remota
como los cauces glaciares en que la primavera desciende.

 

RENÉ SEGURA

 

  

Me santifico

 

 

Me santifico
Con mi propio ritual y mis sagradas palabras
Me conmemoro y me perdono
Me crucifico y resucito según mis propias escrituras.
Escribo mis libros sagrados
Pero dudo que sean palabra de dios
De mi génesis a mi Apocalipsis se pasa en un parpadeo
Un parpadeo que limpia las lagrimas de mis ojos.
Lagrimas que hacen parte del ritual de santificación
Lagrimas que purifican hasta el agua bendita
que bautizan lo innombrable
Y que me liberan de ser libre.
No hay catedral ni capilla
Y los iconos representan todo
De rodillas como símbolo de respeto
O simplemente otra posición para descansar.
Me santifico
Pierdo mi inocencia repitiendo mi oración
Me vuelvo sagrado y hasta puedo bendecir
Pero Bendecir que?
si ya alguien se me adelanto.

 

JORGE LOBILLO

 

 

 

Las palabras de Juan

(Fragmento)

 

 

VI

 

EN TI y por ti celebro el amor,
la vida de los bálsamos y las fragancias,
la vastedad de tu cuerpo
donde un incienso magnánimo
derramó brechas de activa miel.
El anzuelo más alegre y más fácil
para que me perdiera
y dejara llevar. ¿Te dije
que el aroma del tomillo
me conducía de niño a caminos de montaña
y a la embriaguez y al júbilo?

Entonces buscaba yo rastros de conejos
y me tendía sobre la hierba
para encontrar su olor.
Con el tiempo viví tristemente.

He disfrutado tanto tiempo que ames
la esencia del tomillo
cuando lo desgajas, verde,
entre tus dedos.

Hoy nada más hubiese yo querido
volver a poseer tu olor.

 

 

ALEJANDRO ROEMMERS

 

 


El orgullo de los dioses

 

 

No hay amor entre los dioses.
¿Cómo podría haberlo?
¿Cambiaría un dios la imagen,
repetida hasta el cansancio en los murales,
para enaltecer allí el rostro de la amada o el amado?
¿Compartiría sus íconos, los obeliscos, las pirámides?
¿Sería capaz de elevar otra esfinge, otro coloso?
¿Aceptar otra palabra?,
¿Una voluntad de igual rango que la suya?
¿Entregar el portal de sus pupilas,
como se ofrecen al extraño los espejos de una casa?
¿Sería un dios capaz de renunciar a la adoración sumisa de sus fieles,
las procesiones, los himnos y el incienso,
para arrodillarse alguna vez
ante el santuario desnudo de otros brazos?
¿Se internaría en un laberinto incierto
con antorchas de intuición,
confiando en la madeja sutil de las palabras
y la delgada fibra de unos besos?
¿Dejaría de ser amo de su cielo
para atravesar nuevamente los infiernos
y resucitar tal vez y solo tal vez,
a nuevas eternidades compartidas?

Y sin embargo, mi dios,
si te agobia tu soledad omnipotente,
tu rutina de inmóvil perfección,
la falta de sorpresa corroída por el tedio,
desciende de tu olimpo de juventud y de belleza,
que están ardiendo mis biblias y mis templos,
para renacer sin cultos y sin dogmas.

Que otros dioses se contemplen por siempre
desde sus minaretes y sus gárgolas,
desde sus acrópolis y sus calvarios,
con las miradas de piedra y los pechos de mármol.
A ti y a mí, que somos apenas un instante,
una efímera condensación de la energía,
la vida se nos escurre como el viento
que juega con las hojas del otoño
entre los pedestales.