martes, 5 de agosto de 2014

MAURICIO BACARISSE


 

La luna de Zamora

 

Rotunda comba sedosa
de la grupa de la brisa
donde, doncella medrosa,
la racha de hierba luisa,
deja un rapto de perfume.
La rapidez se consume
frente a la opulente hora,
perla de abril mal mojado.
Por el duero enamorado
va la Luna de Zamora.

La nocturna catarata
cae rauda entre prisa y celo.
Las herraduras de plata,
en el galope del cielo
hacen ruta diamantina.
Mira, al huir, la infantina
de aroma y aura cantora,
asida a un aliento osado,
por el Duero enamorado
ir la Luna de Zamora.

En la aceña el remolino
trueca la espuma en vigor;
da el agua a mejor destino
su brío y su resplandor.
Pero los saltos de luna
cambian su luz en fortuna
de música bruñidora
de acicate afilado.
Besa al río enamorado
la madrina de Zamora.

Primavera arrebatada,
de efluvios enloquecidos,
olor de la bien llamada,
no te apresan los sentidos.
La razón del corazón
husmea tu fiel unción,
y allá va, perseguidora
del aire, galán malvado.
Por el Duero enamorado
va la Luna de Zamora

 

 

FERNANDO VILLALÓN


 

Calites, rojos pañuelos


 

Calites, rojos pañuelos,
patillas de boca de hacha.
Ellas, navaja en la liga;
Ellos, la faca en la faja;
Ellas, la Arabia en los ojos;
Ellos, el alma a la espalda.
Por los alcores del Viso
siete bandoleros bajan.

 

 

PEDRO SALINAS



 

Cómo me vas a explicar...

 
 

¿Cómo me vas a explicar,
di, la dicha de esta tarde,
si no sabemos porqué
fue, ni cómo, ni de qué
ha sido,
si es pura dicha de nada?
En nuestros ojos visiones,
visiones y no miradas,
no percibían tamaños,
datos, colores, distancias.
De tan desprendidamente
como estaba yo y me estabas
mirando, más que mirando,
mis miradas te soñaban,
y me soñaban las tuyas.
Palabras sueltas, palabras,
deleite en incoherencias,
no eran ya signo de cosas,
eran voces puras, voces
de su servir olvidadas.
¡Cómo vagaron sin rumbo,
y sin torpeza las caricias!
Largos goces iniciados,
caricias no terminadas,
como si aun no se supiera
en qué lugar de los cuerpos
el acariciar se acaba,
y anduviéramos buscándolo,
en lento encanto, sin ansia.
Las manos, no era tocar
lo que hacían en nosotros,
era descubrir; los tactos
nuestros cuerpos inventaban,
allí en plena luz, tan claros
como en la plena tiniebla,
en donde sólo ellos pueden
ver los cuerpos,
con las ardorosas palmas.
Y de estas nadas se ha ido
fabricando, indestructible,
nuestra dicha, nuestro amor,
nuestra tarde.
Por eso no fue nada,
sé que esta noche reclinas
lo mismo que una mejilla
sobre este blancor de plumas
-almohada que ha sido alas-
tu ser, tu memoria, todo,
y que todo te descansa,
sobre una tarde de dos,
que no es nada, nada, nada.

 

 

JORGE GUILLÉN


  

Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes...

  

Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implícita forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.

Te siento dormir sin verte,
serenísima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y oponiéndote a la nada
triunfar como piedra inerte.

La delicada masa de tu sueño
se espesa junto a mí, sin paz nocturna,
que así convive con la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la súbita inmersión en nuestra dicha.

Sumido en un calor de dos, el sueño
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el día aún isleño.
Calor, amor.
La historia tras la puerta.

 

 



 

 

 

JUAN LARREA


 

El mar en persona


 

He aquí el mar alzado en un abrir y cerrar de ojos de pastor
He aquí el mar sin sueño como un gran miedo de tréboles en flor
y en postura de tierra sumisa al parecer
Ya se van con sus lanas de evidencia su nube y su labor
A la sombra de un olmo nunca hay tiempo que perder

Crédula exquisita la oscuridad sale a mi encuentro
Mi frente abriga la corteza del pan que llevo adentro
cortado a pico sobre un pájaro inseguro

Y así me alejo bajo la acción del piano
que me cose a las plantas precursoras del mar
Un ciervo de otoño baja a lamer la luna de tu mano
Y ahora a mi orilla el mundo se empieza a desnudar
para morirse de árboles al fondo de mis ojos.

Mis cabellos se llenan de peces de penumbra
y de esqueletos de navíos forzosos

Sin ir más lejos
tú eres fría como el hacha que derriba el silencio
en la lucha entre el paisaje y su golpe de vista

Mas cuando el cielo exporta sus célebres pianistas
y la lluvia el olor de mi persona
cómo tu hermoso corazón se traiciona

 

 

 

GERARDO DIEGO




Ayer soñaba

 

Ayer soñaba.
Tú eras un árbol manso
- isla morada, abanico de brisa -
entre la siesta densa.
Y yo me adormecía.

Después yo era un arroyo
Y arqueaba mi lomo de agua limpia,
como un gato mimado,
para rozarte al paso.