
"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
lunes, 11 de abril de 2022
DELFÍN PRATS
Abrirse las constelaciones
No
los reduzcas al espacio
demasiado
estrecho de tu verso
(tu
árbol es un árbol
alzado
en mitad de la sabana
contra
la que se cierne
la
apretada soledad de la noche)
No
los encierres en tu casa
(tu
casa es un refugio
sólido
pero
en su hondura
persistentes
resuenan
ecos
de pasos y voces ancestrales)
No
los reduzcas tampoco a la ciudad
(el
verso la casa la ciudad son límites
muros
que será preciso violentar
para
escapar al aire más vasto de la Isla)
La
Isla es el compendio en fin
de
tu verso tu casa y tu ciudad
pero
no los restrinjas a la Isla
ellos
se asomaron mucho más allá
ellos
vieron del otro lado del horizonte
abrirse
las constelaciones
OSVALDO SVANASCINI
Autoepitafio en ciudad lejana
Paseando
entre tempos me acordé de morir
Sólo por cumplir con la vanidad del recuerdo.
Y me sentí sin las voces que me hacen falta
Sin dedos disimulando los atardeceres
Sin el olor de los cuerpos que respiraban conmigo.
Y quise retornar desorbitadamente
Aunque todo estaba cerrado y clausurado
Pero no fue necesario porque con dar vuelta los ojos
Pude leer el pasado perder los rubores
O usar las melodías para encontrar al dueño
De las calesitas de azúcar y rocío.
ALPHONSE DE LAMARTINE
El valle
Hasta
de la esperanza ahora se siente hastiado
mi corazón, no quiere pedir nada al destino;
oh, tú, préstame sólo, valle de mi niñez,
el asilo de un día para esperar la muerte.
Ésta
es la senda estrecha de mi valle sombrío:
llenan ambas laderas unos bosques espesos
que cruzando sus sombras curvas sobre mi frente
por entero me cubren de silencio y de paz.
Dos
arroyos ocultos bajo puentes verdosos
serpenteando dibujan los contornos del valle;
un instante confunden su murmullo y sus aguas,
y no lejos de aquí ya se pierden sin nombre.
Se
han perdido también de mi vida las aguas,
que se fueron sin ruido, sin retorno y sin nombre;
mas la fuente es muy límpida, y mi alma enturbiada
no ha podido espejear luz de días hermosos.
El
frescor de sus cauces y su manto de sombra
me encadenan por siempre cerca de estos arroyos:
como un niño mecido por un canto monótono
se adormece mi espíritu al murmullo del agua.
Allí
estoy entre muros de verdor, con un corto
horizonte ante mí que ya basta a mis ojos,
sin moverme y tan solo con la naturaleza,
sin oír más que el agua, sólo viendo los cielos.
Demasiado
en mi vida he sentido y amado;
aunque vivo, ahora busco del Leteo la calma.
¡Oh lugares tan bellos, dad también el olvido!
Desde ahora el olvido ya es mi única dicha.
Corazón
aquietado como el alma en silencio;
oigo apenas el ruido muy lejano del mundo
como un eco remoto que se ahogó en la distancia
y que traen los vientos al oído inseguro.
La
existencia la veo como en medio de brumas
deshacerse en la sombra del pasado perdido.
Sólo queda el amor, como queda una imagen
que perdura en el alba cuando un sueño se borra.
Alma
mía, reposa en este último asilo
como lo hace un viajero que camina con fe,
que se sienta a las puertas de la nueva ciudad
y respira un instante el perfume del véspero.
Sacudamos
como él de los pies todo el polvo;
nunca más volveremos a andar este camino;
respiremos como él al final de la senda
esta calma que anuncia una paz que no acaba.
Tan
oscuros y breves como días de otoño
son tus días que menguan como sombras del monte.
La amistad te traiciona, la piedad te abandona,
solitaria desciendes donde están los sepulcros.
Mas
aquí está invitándote la natura que te ama;
piérdete en sus entrañas que ella siempre te ofrece:
aunque todo es mudanza, la natura es la misma,
como el sol es el mismo que da luz a tus días.
Ella
sigue envolviéndote con sus luces y sombras,
sé insensible a los falsos bienes que ya has perdido,
ven y adora aquí el eco que adoraba Pitágoras,
presta oído con él al celeste concierto.
Con
la luz sé tú el cielo, sé la sombra en la tierra;
en los llanos del aire sé aquilón volador;
con los pálidos rayos misteriosos de luna
sé cual alma del bosque en la sombra del valle.
Dios
nos dio inteligencia para así concebirlo:
la natura descubre en sí misma a su autor.
Una voz en silencio al espíritu ha hablado:
¿Quién no ha oído esta voz resonar en su pecho?
MANUEL ANDROS FLORES
El 69
El
69 tenía 11 años
y en un paseo a la virgen del cerro,
allá en mi pueblo en Colchagua,
la hermana de un amigo
me hizo verle el ojo a la papa.
Glup.
De ahí en adelante
seguí viéndole el ojo a la sandía,
a la pera, a la manzana
y a la naranja.
Glup
TANIA GANITSKY
Libro
Esta
piedra vibrante, extraída del caos,
guarda la pasión
de quien es infiel a lo creado.
JULES SUPERVIELLE
Un poeta
Yo
no voy siempre solo al fondo de mi mismo
Sino que a veces llevo a otros seres conmigo.
Los que hayan entrado en mis frías cavernas,
¿Están seguros de salir aunque sólo un momento?
Yo acumulo en mi noche, como un barco que se hunde,
Sin distingo, el pasaje y la tripulación,
Y dejo a los ojos sin luz, y en los camarotes
Hago amistad con quienes gustan de lo profundo.