sábado, 6 de febrero de 2021


 

DOLORS ALBEROLA

 


 

 

No hubiera amor más grande

 

«He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por
la locura, famélicos, histéricos, desnudos.»
Allen Ginsberg

 

 

Ese de cuya sangre emerge la condena,
el que veis, ahí, muriendo, casi deshecho y frágil,
es mi padre.
Me niego a confesaros que lo fue
porque su carne vieja,
su mirada podrida, es la de un hombre.
Y es su muerte mi muerte, es mi condena.
Él, que apilaba imperios de sonrisas,
que acariciaba el mar y agarraba en la noche
pedazos de fantasmas que le amaban,
ahora, es sólo un fantasma.
Mi padre es el fantasma que recuerda
que sí existe la muerte, que es un cáliz,
que es un pozo fatal, que es otra cosa
distinta a esta desgracia de ser hombres
condenados a esto. Este que veis aquí,
tendido ante la sangre de mi sangre,
este cristo llagado que, sin nombre,
babea y nada puedo a su costado,
.es un muerto de amor, es otro muerto.
No toquéis esos ojos de mi padre,
no enturbiéis su presencia,
dejad que en su crueldad ame la muerte
como me amara a mí,
encendida de pus en la mañana.

 

 

GUADALUPE GRANDE

 

 

 

La ceniza

 



Diccionario inventario
          lista número preciso
          cómputo de un idioma
          que no podemos entender



Digo que no existe el olvido;
hay muerte y sombras de lo vivo,
hay naufragios y pálidos recuerdos,
hay miedo e imprudencia
              y otra vez sombras y frío y piedra.

Olvidar es sólo un artificio del sonido;
tan sólo un perpetuo acabamiento que va
de la carne a la piel y de la piel al hueso.
Así como las palabras primero son de agua
          y luego de barro
                    y después de piedra y de viento.

 

 

 

RAMÓN MARTÍNEZ LÓPEZ

 

 

 

 

“Cercado estoy, mujer, en tu universo”

A Manuel Gahete y su Vitral de La región encendida



Recorres, ávida, mi trayectoria
con tus brazos inmensos
que abarcan ciudades.
Eres reflejo impío
en noche sin prisa,
secuencia sonora
de estío imposible.
Tu susurro es de sueño apagado,
de luna indolente
reflejada en mis aguas.
Estremeces las ondas
con tu tacto seguro,
en busca de puertos
ya desolados.
Eres fiel a la brisa,
que trastorna mis miembros
los lunes ajenos
a los calendarios.
Te sumerges y ríes
con tu boca de vientre
arañando el salitre
de este cuerpo habitado.
Y me arrastras al fondo
de tus ojos sin mancha
con la fuerza del viento
que airada tú exhalas.
Y me pierdo en tu cuerpo
bañado de escarcha,
aterido en tu pecho,
cual niño enfermo.
Asido a tus labios,
me recreo en tu rostro,
mientras busco el misterio
de tus constelaciones.
Y, mudo, yo grito,
anhelante de sueños:
-“Cercado estoy, mujer, en tu universo”.

  

De: “Secuencias de piel sobre el invierno”

 

SANDRA CISNEROS

 

 


Lo dejo que me lleve

 

 

Lo dejo que me lleve
por encima del umbral y de
la rodilla. Serví y seguí,
albergué mis cosas
y peregriné con él.
Ellos se rieron de mi elección
cuando asumió
e hice
una vigilia de esa
soledad,
mi vida.
Trabajé el amor,
suturado feroz
y lo alimenté.
Encamado y esposado.
Él nunca decepcionó,
hirió, abandonó.
Marido, amor, mi poema
vida.

 

 

TED HUGHES

 


 

Examen a la puerta del útero




     ¿De quién son estas patas huesudas?
De la Muerte.
¿De quién este rostro quemado e hirsuto?
De la Muerte.
¿De quién estos pulmones que aún funcionan?
De la Muerte.
¿De quién esta capa de músculos utilitarios?
De la Muerte.
¿De quién estas entrañas increíbles?
De la Muerte.
¿Y toda esta sucia sangre?
De la Muerte.
¿Estos ojos que apenas ven?
De la Muerte.
¿Esta lengüecilla aviesa?
De la Muerte.
¿Esta atención arbitraria?
De la Muerte.

¿Dado, robado o en espera de juicio?
Asido.

¿De quién es esta tierra pétrea y lluviosa?
De la Muerte.
¿De quién es todo el espacio?
De la Muerte.
¿Quién es más fuerte que la esperanza?
La Muerte.
¿Quién es más fuerte que la voluntad?
La Muerte.
¿Más fuerte que el amor?
La Muerte.
¿Más fuerte que la vida?
La Muerte.
¿Pero quién es más fuerte que la muerte?
                                                           Está visto que yo.
     Cuervo, pasa.

 

 

Versión de Jesús Pardo

ÚRSULA CÉSPEDES

 


 

A mi guitarra

 

 

Dulce encanto del alma, tú eres sola
la compañera de mis tristes penas:
tú acompañas mi voz, tierno bien mío,
cuando yo canto.

 

Tú eres mi amor, mi dicha y mi esperanza:
sólo en ti encuentro una ilusión ardiente,
y siempre sueño, cuando estoy dormida,
que estoy cantando.

 

Si en otros brazos te contemplo triste,
siento que el alma se desgarra y llora.
porque conozco, dulce lira mía,
que estás gimiendo.

 

¡Oh! nunca, nunca permitid, amiga,
que recorran tus cuerdas otras manos;
yo sola quiero sostener tu mástil
entre mis brazos.

 

Tú gimes, lira, cuando yo suspiro,
melancólicamente entre mis dedos,
y parece que gozas cuando alcanzo
algún contento.

 

Tú eras alegre y bulliciosa a veces,
otras tu son es lúgubre gemido,
luego parece que entusiasta expresas
dichas de amor.

 

Ya es tu sonido dulce y melancólico,
era furioso, irresistible y fuerte,
amargo y triste cuando a mi alma roe
dolor profundo.

 

¡Ah! Nunca debo permitir, bien mío,
que otros tus tonos deliciosos vibren;
mis dedos sólo tus divinas cuerdas
recorrerán.