viernes, 7 de octubre de 2022


 

ADRIENNE MONNIER

 


 

James Joyce

 

 

¡HOMBRE DE PECADO!
Bajo tu peso, abre
La tierra sus honduras,
He aquí su vientre lleno
De escombros y de larvas.
Lentamente atraviesas
El espesor que crece.
Como un juego de espejos
Los muros en que resbalas
Multiplican sin fin
Ángulos sin salida,
Y al principio reúnes
Tus inútiles fuerzas
A fin de atravesarlos,
Luego, al saber, ¡suspiras!
Quieres tocar el fondo,
El extremo…
Lo encuentras en el punto
Más frío de ti mismo,
Ausente del recuerdo.
Retornas al presente
Y vuelves a ver todo,
Y la extensión del tiempo
Se ajusta a los estados,
El círculo se ensancha,
Sales a cielo abierto…

 

¡HOMBRE DE CÓLERA!
¡Vuelve impaciente a interrogar el olvido!
¡Huye de tu padre y de tu isla, arranca tus raíces!
Viaja como extranjero, hay que tocar aún el fondo.
Hay que saber, hay que colmar el vacío.
¡Que la virtud de un movimiento nuevo
Te sea dada! ¡Vuelve impaciente!

Se adensa y se endurece la sombra
En torno al fuego de tu rapidez.
¡Haz crujir la corteza, trueno!
¡Con el talón que golpea,
Con el puño que se crispa,
Con el ceño fruncido,
Con la boca torcida,
Con el rayo de los ojos,
Con gritos y con lágrimas,
Que se rasgue la tierra!
¡Que la fuerza de tu violencia
La arroje en tu poder!
¡Abre con tu palabra el juicio!
¡Haz que, por fin, la razones aparezcan!

Este arte para la memoria aún tan pesado
Te entrega el resplandor que todo puede definir,
Pero tan pronto como tocas el punto en que consientes,
Devuelto a tu medida, en el aire rebotas…

Emoción del retorno, suaves semejanzas.

Es el tuyo el secreto de los rostros que pasan.

De los misterios nacen superficies bruñidas.

Una nube alargada da lecho a tus ideas.

 

HOMBRE DE PACIENCIA
Justamente llamado JÚBILO,
Has vivido siete años
En el seno de la Tierra,
Has escrito siete años
Al dictado de los hombres.
Queda hecho el testamento
De este verde planeta.
Estás ya por partir
Hacia un nuevo destino.
Que te alcen las estaciones
En sus vórtices calmos
Al fin de la esperanza
Que endurece tu rostro.

 

Versión de Carlos Cámara y Miguel Ángel Frontán

 

HENRI MICHAUX

 

 

Distante

  


Permanece distante, tú
distante
distante

sin poder lanzar hasta aquí tu larga lanza telefónica

distante

neutralizada
paralizada

Que mi nombre se borre sobre ti
que mis rasgos se embrollen sobre ti
que mi persona desaparezca de ti

en ti, llamando, perdida
llamando al foro
llamando a falsos números
números imposibles
números que no responden
que no responden a nada
que ya no existen
números de barrios abandonados

siempre llamando, loca
como el dolor de una pierna partida tras un descarrilamiento
llama, llama, bajo el eje que la aplasta
que se ha detenido sobre ella
y tú también detenida
lejos de mí
lejos de mí que aquí respiro un aire perfecto
un aire lleno de polvo
pero tan puro para mis aliviados pulmones
fuera de alcance
fuera del alcance de los clavos en tus dedos
clavos de tus designios sobre mí

Que el dolor entre en ti, masa idiota
Llama vinosa

¡Que el dolor entre en ti
trastornada por el humo
desparramando clamores
atropellada por los búfalos!

¡Ascuas sobre tu boca ávida
Ascuas sobre tus cartas que chochean
¡A grandes trazos, grandes arranques, grandes tajazos!

¡Pulpo sobre tus pechos demasiado pesados
agujeros sobre tu mejilla
mazazo sobre tus dedos fríos
mazazo sobre tu paso horripilante
de cien rostros, cien trampas, cien pequeños estruendos!

¡Máquinas sobre ti
para devastar
para romper
para derribar
para demoler
para volverte loca
máquinas incoercibles, infatigables
para asesinar a la que merece serlo!

¡Toneles rodando sobre tu frente para que nunca más puedas dormir
escombros y muladares sobre tu frente para que nunca más puedas dormir
hormigas trotadoras, caléndulas, caléndulas
carromatos de Liliput sobre tu frente para que nunca más puedas dormir
honda dando vueltas, arco estirado ante tus oídos
para que nunca más puedas oír!

¡Ladridos ante tu cuello
ladridos ante los sueños que te aplauden
ante los simplones que sueles asombrar
ante tu memoria que se hace trizas
ante la envoltura de tu ego mimado!

¡Que los lisiados te tomen como acera
que las aves zambas que devoran las ramas de los árboles
te tomen por cocotero
que tu interminable lengua
aún más larga inmensamente estirada
sirva en las fábricas de correas de transmisión
sirva en las grúas que estiban las mercancías
sirva en el puerto eslingando barcazas y barricas!

Chalupa alocada
madre de enanos
reír de los marineros
distante
distante
¡distante!

Distante tú trepas los montes interminables
caes en un bosque de cuerdas
eres raptada por un onagro
por una manada de bisontes
por un rinoceronte furioso
por cualquier cosa
cualquier cosa
cualquier cosa

pasando del mundo de la pasión al mundo del horror
de la infección
de la putrefacción
de la disociación

por viudez
por atoramiento
por glaciación

por estremecimiento indefinidamente repetido

distante
distante
distante

 

 

ANNA DE NOAILLES

 

  

XXI

 

 

Canto. Un canto responde, pero no es el eco.
Jamás un grito tan fuerte vuelve hacia mí misma.
Yo suscitaba otros. Todo me ama cuando yo amo,
todo es también angustia cuando de mí nada se extiende.

Mi corazón tiene espejos, pero no tiene igual.

 

De: “El honor del sufrimiento”

 

SAINT-JOHN PERSE

 

  

El arco

  

Ante los silbos del hogar, transido bajo tu hopalanda floreada,
miras ondular las dulces aletas de la llama.
-Pero un chasquido agrieta la cantante sombra: es tu arco, guindado,
que se rompe. Y se abre a todo lo largo de su fibra secreta,
como la vaina muerta en las manos del árbol guerrero.

 

De: “Imágenes para Crusoe”

 

 

STELLA SIERRA

 

  

Égloga

 


La aurora se contempla en su regazo:
su falda rosa la despliega el río.
Hay un cañaveral en desvarío
que luce verde y piruetero lazo.
La estrella de azahar cuelga su brazo
del limonero, duro de rocío.
Hay un ternero que se ahuyenta el frío
ciñéndose a la luz en un abrazo.
Una piragua va tras la lejana
sinfonía del sol de la mañana
recortando en la orilla su silueta.
Brinca una voz de hombre que saloma
entre aquellas espigas de la loma
y la brisa despierta a la veleta…

  

ÁLVARO TATO

 

  

Clase

 


Mi maestro puntual cada mañana

llega en silencio hasta la misma esquina:

la baldosa dorada que ilumina

el rayo que atraviesa la ventana.

 

No se apura ni espera, no se afana

ni aspira a nada más; solo camina

hacia la lenta luz de su rutina

con sigilosa calma cotidiana.

 

Tumbado al sol sobre el suelo caliente

se lame la entrepierna con destreza,

se despereza demoradamente,

 

apoya entre sus patas la cabeza

y desde el centro exacto del presente

contempla a su discípulo y bosteza.