viernes, 28 de agosto de 2020


ALEX FLEITES




Razones



Respeta, piedra, el temblor de la hoja
como el viento perdona tu aspereza
y el poeta comprende la ferocidad de los cuchillos

Bajo los astros,
entre los grumos olorosos,
la piedra, el viento y las hojas
poseen sobradas razones para ser
aun cuando no esté del todo claro
el orden que luego tendrán sobre la tierra

Movidas por el viento,
las hojas muestran, como Jano,
las caras del otoño;
mientras que el sueño de piedra de la piedra
en el fondo es una señal de clara alarma

El cuchillo con que se taja el pan
o se siega la cabeza de los hombres,
nada sabe
Su misión es cortar, viejo designio

El poeta no ama el cuchillo,
pero entiende su belleza

Nada crea la piedra si no es su propio sueño
Nada ruede el viento si no es su propio esfuerzo
Nada cante la hoja si no es su propio miedo
En la sombra, el poeta vela las armas
que a su llegada ha de encontrar el día
Nadie forje el acero en las tinieblas
Oficio es de la luz, y del poeta



JUAN CLEMENTE ZENEA Y FORNARIS

  


El fanfarrón



Cierto preciado fanfarrón un día,
de estos que andan a caza de aventuras,
instigado por simples conjeturas,
desfacer un entuerto discurría:

para dar a la acción más energía
fatigaba su mente con lecturas,
y el héroe de la Mancha y sus locuras,
era el norte y la estrella que le influía.

El broquel requirió, la daga afianza,
registró sus espadas una a una,
calose el morrión, tomó la lanza;

y después provocando a la fortuna
intrépido salió a buscar venganza.

Y al fin ¿qué sucedió?

Cosa ninguna.


JOSEPH BRODSKY




Canción de amor



Si te estuvieras ahogando, acudiría a salvarte,
a taparte con mi manta y a ofrecerte té caliente.
Si yo fuera comisario, te arrestaría y te
encerraría en una celda con la llave echada.

Si fueras un pájaro, grabaría un disco
y escucharía toda la noche tu trino agudo.
Si yo fuera sargento, tú serías mi recluta
y, chico, te aseguro que te encantaría la instrucción.

Si fueras china, aprendería tu idioma, quemaría
mucho incienso, llevaría tu ropa rara.
Si fueras un espejo, asaltaría el baño de las señoras,
te daría mi lápiz rojo de labios y te soplaría la nariz.

Si te gustaran los volcanes, yo sería lava
en constante erupción desde mi oculto origen.
Y si fueras mi esposa, yo sería tu amante,
porque la Iglesia está firmemente en contra del divorcio.


BALDO RAMOS




Nunca tan lejos



Nunca tan lejos
como no estar,
ni tan cerca de ti
como de tu ausencia.

Nunca tan solo,
si es esto la soledad,
como perderte sin saber
qué hace que sea la posesión
ingenua falsedad compartida.




ELMAN TREVIZO




Aturdidos



Dejamos que el tiempo y sus contingentes manecillas corran
Dejamos que los ciegos finjan un desfile de imágenes:
Un río que fornica cada tarde con el puente
Un fantasma que baja escaleras
Una escalera que sube sobre los pálidos pies de un fantasma.

Una parodia del miedo
Un adversario que calla y cae, como por accidente.
Una sombra inventando la forma negativa del encandilamiento.

Pabellón de locos es el instante.
Una obra de teatro que dura sólo un acto: la muerte.



ALTAÍR TEJEDA DE TAMEZ




El viaje



Partimos de una playa.
En el puerto hay pañuelos
augurando una grata travesía.
En la nave, todo es nuevo
y al partir inauguramos
en un mismo minuto
playa, puerto, vapor y tripulante
y mar y cielo.

El tiempo pasa en una progresión
inversa a la felicidad o al desconsuelo:
los minutos alegres, son fugaces;
los de tristeza o de dolor, eternos.

Y nosotros, seguimos navegando
viendo que cada vez es más hondo el abismo
y más alto el cielo.

A veces, una estrella cae sobre cubierta
y su luz nos envuelve, devolviendo
su primitivo brillo a los objetos
patinados por el tiempo.

Otras veces, tremendas tempestades
nos sacuden con violencia inusitada
y amenazan hundirnos,
pero vuelve la calma, y admirados vemos
al velero sencillo convertido
en un majestuoso crucero.

Vemos alrededor. Estamos
¿En dónde están todos los
creíamos compañeros?
solos
que al principio
No hay luces en la playa. Es decir, no hay playa.
El horizonte es un cíngulo incoloro
que une y separa al mar del cielo.
Estamos solos.
¿Quién nos socorrerá si naufragamos?
¿Quién nos esperará si concluimos
con bien el viaje?
¿Qué faro nos dará la bien venida?
Y ¿en qué país veremos los pañuelos?
Estamos solos. El timonel no existe.

Hay que tomar el mando del vapor
y orientar la brújula, pero ¿hacia qué puerto?
Entonces comprendemos:
La angustia de este viaje
es sólo ocasionada por el miedo
de equivocar el sitio donde el ancla
dirá: «He llegado».

¿Y si no hubiera puerto?
¿Y si el final estuviera señalado
…aquí, en medio del océano?