"Un poema si no es una pedrada -y en la sien- es un fiambre de palabras muertas" Ramón Irigoyen
sábado, 8 de marzo de 2025
FADWA TUQAN
Mi ciudad está triste
El
día en que conocimos la muerte y la traición,
se hizo atrás la marea,
las ventanas del cielo se cerraron,
y la ciudad contuvo sus alientos.
El día del repliegue de las olas; el día
en que la pasión abominable se destapara el rostro,
se redujo a cenizas la esperanza,
y mi triste ciudad se asfixió
al tragarse la pena.
Sin
ecos y sin rastros,
los niños, las canciones, se perdieron.
Desnuda, con los pies ensangrentados,
la tristeza se arrastra en mi ciudad;
el silencio domina mi ciudad,
un silencio plantado como monte,
oscuro como noche;
un terrible silencio, que transporta
el peso de la muerte y la derrota.
¡Ay,
mi triste ciudad enmudecida!
¿Pueden así quemarse los frutos y las mieses,
en tiempo de cosecha?
¡Doloroso final del recorrido!
CHARLOTTE BRONTË
En retrospectiva
Tejemos
un rojo en la infancia,
Una red de soleado aire,
Creamos una primavera pequeña
De agua pura y fresca.
En
la juventud sembramos la semilla,
Cortamos la vara del almendro,
Hemos crecido como el árbol añejo,
¿Nos hemos marchitado en el barro?
¿Están
desvanecidas, arruinadas, rotas?
¿Se han evaporado en la arcilla?
La vida es una sombra oscura;
Y sus alegrías flotan rápido en la distancia.
¡Desvanecidas!
La roja sigue siendo de aire,
Y así como sus pliegues se estremecen
En extraños tonos de claro carmesí,
Profundo es el resplandor de su penumbra;
Como la luz de un cielo italiano,
Donde las nubes del ocaso duermen ociosas,
Perdiendo lentamente el brillo del rubí.
La
primavera yace debajo del musgo y la piedra,
Su lujo tal vez no vuelva a brotar.
¡Escucha! Tus dudas deben ser abandonadas
¿Es aquello un débil rugido cerrándose sobre tí?
La marea de las olas, donde las flotas armadas
Cabalgan sobre la espuma, llora y sonríe
Sobre un océano con millas de islas
Al vislumbrar la costa ansiada.
La
semilla en una tierra distante
Se curva como un poderoso árbol,
La vara seca del almendro
Ha tocado la eternidad.
Y vendrá un segundo milagro,
Como el quebrado cetro de Aaron,
La humedad crecerá como la vida cálida,
Tallo, flor y fruto, en corona trenzada
Serán arrugados y lanzados lejos,
Como pétalos que descansan en la tumba.
Sueña
lo que el tiempo nos ha arrebatado
Cuando la vida se encontraba arriba,
Sueña con aquel súbito ladrón sobre nosotros,
Como las salvajes estrellas que declinan
La revelación llegará ese mismo día,
Subiendo con el brillante y fiero Sirio:
Oh, así como tu creces, y como las escenas
Cubren este mundo frío con oscuras formas,
Mi espíritu se fortalece con cada cambio
Antes de alzarme ante el Señor de las criaturas.
Cuando
me senté bajo una extraña bóveda de árboles,
Con la Nada como compañía, sin amor ni amigos,
Mi corazón se volvió de pronto hacia ti,
Y sentí tu amistad, un lazo suave sobre mis manos.
CÉSAR BRAÑAS
Blancura de la esposa
Límite de jazmín y nieve intacta,
aurora boreal, país de nardo,
témpano de azucenas, rosa exacta,
vellón de azúcar, cristalino dardo...
Velamen de la nube fugitiva
y fuga de relámpago y de espuma,
en el aire de luna pensativa,
muerta de plata en ataúd de bruma.
¿Muerta? No. Viva y en perenne llama
de cisne, en puro arranque de gaviota,
en impecable estrella de diamante.
Magnolia tu cintura que se inflama
y diamela tus senos de que brota
en vía láctea el don santificante.
ORFILA BARDESIO
Intimidad
Como en cipreses a llantos largos
no progresa la noche;
el blanco detiene un luto
de carruajes en la madrugada;
vacilan cirios como penumbras;
dudan alturas de cóndores en el olvido;
la pesantez no se arrepiente
ante luces sonoras de campanarios;
las cenizas impiden filos a los aullidos;
la lluvia desorienta las cartas
y sin embargo, el amor, de un corazón
retira sus hiedras,
una niña de oído fino,
de obediencia inclinada,
intenta demorar el amanecer en el bosque;
busca lo callado
para cubrir flores, agua de silencio,
hierba sin abejas verdes,
fuentes con rumores iguales
con que apagar ciervos y colores;
pero las cosas están respondiendo
a otras fechas, con hirviente trabajo fervoroso
como las estrellas, y no escuchan su seda.
-Sólo un grillo que esperaba,
pronuncia por un instante
en las soledades extensas
su compañía lejana
junto al corazón desconocido de sí mismo-.
Y la niña se duerme,
fatigada de andar en las alturas
horizontales de la tierra,
mientras un rebaño de latidos
cuida, como una torre,
que sus manos no salgan del sueño.
GALO GHIGLIOTTO
Feral
¿cuál
es la más hermosa bestia
que
ha parido el ancho mundo?
Sin
acudir al ingenio de la imaginación
de
pegasos ni unicornios
calca
esa majestad
en
la leyenda de un bagual
azabache
brillante
y firme y negro como la piedra
que
galopaba entre los cerros que unían
Viña
del Mar y Valparaíso
eran sus patas musculosas
como talladas por un artista florentino
decían
en un diario de 1887
y a
esto se agregan otros testimonios
de
vecinos olvidados
que
recuerdan
el ojo negro y
grande
un orbe oscuro
asomado entre las crines largas que
caían sobre su frente
dándole un aspecto colérico
hacia el mundo de los hombres
los
curas
italianos
lo llamaban
Fera
porque
alzado en dos patas
solía
amenazar
cuando
alguien osaba acercarse con una cuerda
tratando
de convertir en posesión
lo
que no tenía dueño
y
sus patadas
remecían
las montañas
en
saltos recortados
ante
el rosa atardecer
era
tal su fuerza
cuando
partía de lado
a
correr sobre llantenes y dientes de león
parecía
agigantarse en el curso
de
abandonar la vista humana
hasta
fundirse en las cimas
dejando
la estela de su sombra
que
no alcanzaba a disiparse
y
fungía como un velo nocturno
sobre
el que
como
estrellas
quedaban
los pétalos blancos
de
las correhuelas
arrancadas
por los cascos
he visto su pecho de cerca y es como la
noche
dijo
un poeta
tras
visitar una tarde esos peladeros
y
tantas cosas semejantes dijeron
los
desafortunados que tuvieron a mal
tratar
de enlazarlo
en
una jornada absurda que duró cinco días
de
excursión
porque
el aliento no les daba
ni
menos la comprensión del fenómeno
de
una bestia que en sus cuatro patas
parecía
sostener el mundo invertido sobre sí
ni
cien leonas
ni
mil hienas hubiesen sido capaces de abatirle
en
cierto modo era
una
luz escamoteando la oscuridad
con
las crines
rasgando
la noche con las patas
abriendo
un sol que fulgía
incandescente
pero
sobre todo salvaje
como
el corazón del infinito
CAROLINA SARMIENTO
La trinchera
Hay
palabras trinchera en las que guarecerse,
allá donde el eco rebota y amansa.
Escucha,
si reduzco prioridades
afino el objetivo:
pan
bosque mimo.
De: “Vértigo en la boca”